Mal ejemplo está dando el actual regente del Distrito Federal, en tal forma, que obliga a hacer un análisis de su actuación. Con su protagonismo y sueño quimérico que vuela al 2006, enmascara ante todo su ideología y la del partido al que pertenece –de extrema izquierda-, que a chaleco quiere imponer a todos los mexicanos bajo la nueva bandera del liberalismo, la dialéctica materialista, la dictadura del proletariado y el centralismo del poder, lo que repugna a la idiosincrasia del mosaico mexicano.
El señor de los defeños olvida fácilmente que la provincia también es México y en su amnesia, no recuerda que viven y se sostienen, gracias a los impuestos que pagamos todos los del resto del país ya sean profesionistas, del sector productivo, trabajadores y empleados, pensionados y jubilados, para que en respuesta exista una desobediencia a la Constitución, una burla al Federalismo y una bofetada a la pobreza que tiene el rostro de 40 millones de mexicanos. Veamos porqué.
Como prueba innegable, que da lugar al nacimiento de un sentimiento, es saber que el 80 por ciento del presupuesto nacional dedicado al campo, lo concentra el Distrito Federal y sólo les llega a los campesinos el 20 por ciento, que es insuficiente para aliviar las carencias y hacer productivo ese renglón. Los trabajadores del campo viven en la inopia junto a sus familias, que también son mexicanas y el agro está urgido de apoyos económicos, de tecnología moderna de producción, mercadotecnia, educación, salud, energía eléctrica, telefonía rural y comunicaciones viales.
Por otro lado, el señor de los rábanos contradice con supuestas pruebas, los dictámenes de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, lo que habla de una tendencia a la ingobernabilidad y al desorden, lo que es un mal ejemplo y con las pretensiones del señor, no ha faltado quién externe: ¡pobre México!
Olvida también que el mayor porcentaje del ingreso nacional no lo hacen los del centro, sino los de provincia, principalmente de los estados norteños y con ello, hay que imaginar el futuro de México con la dictadura del Estado, con el centralismo del poder y sin respeto a la Carta Magna Mexicana, que nació con la Revolución de 1910, en una lucha contra la dictadura, con sangre campesina y el brazo fuerte de los hombres del Norte.
Ante la postura de alguien que quiere hundir al país al rango de la dictadura cubana y a quien de nada le ha servido el ejemplo del derrumbe del paraíso terrenal de la URSS, con un pueblo silencioso, estoico y los hombres resignados a ser una ficha, so pena en la desobediencia, de ir a engrosar las filas enormes que marcharon a las estepas siberianas, donde murieron, de hambre y frío, más de treinta millones de humanos y el caso de Chile, que en los años setenta sufría el peso de la bota marxista, cuando el pueblo ya no contaba ni con tortillas, ahora liberado, es un ejemplo de país desarrollado, es tiempo de abrir los ojos a los problemas de México, haciendo a un lado los intereses personales egoístas, que dan como resultado una baja producción -que nos hace más dependientes por las grandes carencias-, el desempleo, la fuga de empresas de capitales, etc. y tratar de encontrar soluciones sensatas a la presión del proceso de globalización y del liberalismo (bandera que esgrime la gente del sol de la esperanza).
No podrá haber paz mientras no se observe la norma y se atropelle la justicia, que soporta el derecho. No existirá unidad, mientras no se respete al Federalismo y se siga olvidando que la provincia también es México. Tampoco habrá paz, mientras existan esquiroles que sostengan y fomenten guerrillas que resquebrajan la integridad del territorio nacional y su soberanía, con ideologías exóticas y doctrinales religiosas, con rezago persistente del hambre, con miseria y discriminación de mexicanos –considerados de tercera clase- como son los campesinos de ahora, debido a que el señor de los chilangos, se lleva la más grande tajada del pastel (el 80 por ciento) del presupuesto que corresponde a los hombres del campo.
Es tiempo de reconocer nuestras carencias o deficiencias, repetimos, por la enorme deuda externa y una debacle económica y de producción, que se quiere ahora paliar con un aumento en los impuestos y con reformas a la Constitución, asunto que tienen que analizar minuciosamente y con justicia ante todo, los representantes del pueblo en el Congreso de la Unión.