se inicia otra etapa en nuestra búsqueda de cambios estructurales. Con el Tercer Informe y con los reajustes en el gabinete, Vicente Fox redefine las reglas del juego y reacomoda sus piezas. Renuncia al papel de líder del cambio, opta por un cogobierno y se atrinchera con los suyos. Persisten, por supuesto, algunos acertijos.
Un tema perenne en el ejercicio intelectual es la taxonomía y la tipología del líder. En la Universidad de Harvard -siempre dispuesta a estirar las fronteras del conocimiento- Howard Gardner tiene más de una década diseccionando, a través del “Proyecto Cero”, las biografías de líderes de todo tipo para determinar qué los distingue de los demás. Su trabajo es fascinante aunque no es, por supuesto, el único preocupado en el asunto. Muchos antes que él lo han abordado desde diferentes ángulos. Hegel lo tenía bien claro: los líderes excepcionales, escribió, son aquellos que ponen en “palabras los deseos de su época, le dicen a ésta cuál es su voluntad y la instrumentan”.
Como candidato, Fox dio la impresión de que podía ser una versión mexicana del preciso enunciado armado por el filósofo alemán. Con sus discursos sembraba la certidumbre de que tenía los ingredientes para encabezar una cruzada nacional para la transformación estructural. La sociedad mexicana respondió entusiasta porque estaba madura, deseosa, de los cambios. Fox parecía encarnar la voluntad social y parecía tener lo que se necesita para ponerla en práctica. Después de su victoria y, más concretamente, el día de su toma de posesión refrendó la impresión. Ese día rompió tabúes y precedentes: empezó yendo a misa en la Basílica, luego se fue a desayunar en Tepito con niños en condición de calle, presidió un desfile de presuntos talentos en el Auditorio Nacional, en Palacio Nacional ofreció banquete patrocinado por empresas... En su Tercer Informe completó una metamorfosis iniciada cuando empezó a despachar. Frente al antiguo régimen osciló constantemente entre el apapacho y el enfrentamiento.
Nunca adoptó una estrategia definida lo que enojó a algunos y desconcertó a todos. Todavía después de las elecciones del pasado 6 de julio tuvo ante sí dos estrategias alternativas para el segundo trienio: frenar el regreso del Revolucionario a Los Pinos el próximo 2006, o aliarse con el tricolor para hacer las reformas que el país exige. El lunes pasado, en San Lázaro, terminaron sus incertidumbres, lo que se hizo evidente en forma y fondo.
El estilo adoptado fue bastante convencional. Más de una hora dedicada al auto-elogio y tres minutos a una auto-crítica bastante ligera. Incluso el lenguaje era de un rebuscamiento alejado de aquella claridad que entusiasmaba. Condenó la pobreza con un críptico “es imposible allanarse a esta realidad”. Era evidente su falta de pasión porque nos habló un administrador no un dirigente político. La última media hora fue la parte políticamente central y la dedicó a justificar en los grandes problemas nacionales su decisión de intentar cogobernar con el PRI.
La decisión ya está tomada y corresponderá a los y las historiadoras precisar cuáles fueron las razones precisas, la causalidad, tras esa renuncia de Fox a ser líder de las transformaciones estructurales. ¿Quiso pero no pudo, o pudo pero no quiso? ¿tiene algunas responsabilidades como individuo? ¿cómo se movilizaron los poderes fácticos y cómo interactuaron los protagonistas individuales de su gabinete? Seguramente optó por el cogobierno considerando que era el mal menor.
Todo esto queda, por ahora al menos, para la especulación. Empieza una nueva etapa y para confirmarlo horas después del Informe vinieron enroques que tenemos que interpretar políticamente porque si uno toma las especialidades de los protagonistas no tiene mucho sentido que Felipe Calderón aterrice en Energía o que el dirigente del panismo capitalino se transforme en el defensor del Medio Ambiente nacional.
La lectura más elemental es que Fox decidió refugiarse en su partido incorporando a representantes de los sectores panistas más conservadores. Decide echarle otra capa de hormigón al búnker partidista cerrando así, el experimento con el gabinete de transición. Debe reconocerse que queda un gabinete más homogéneo y mejor definido ideológicamente. La pregunta clave es si funcionarán el cogobierno y los enroques.
Vicente Fox partió de un supuesto bastante evidente. Roberto Madrazo, Elba Esther Gordillo y Carlos Salinas de Gortari -entre otros— están respondiendo a su llamado porque va en su interés hacerlo. Las reformas que supuestamente aprobarán, incrementará la viabilidad de un gobierno que el PRI está muy confiado en recuperar. Parece razonable anticipar ese comportamiento y son posibles algunas modificaciones.
Sin embargo, quienes esperábamos modificaciones más radicales no debemos abrigar esperanzas; difícilmente se tocarán los núcleos de interés más sensibles de ese formidable poder acumulado a la sombra del partido que dominó el México del siglo XX. Los cambios en el gabinete imponen una reflexión adicional a las capacidades como dirigente de Vicente Fox. Una de las críticas más reiteradas del último trienio tuvo que ver con la falta de resultados atribuido, al menos en parte, al desorden al interior del gabinete. El desbarajuste venía de las peculiaridades de ese ramillete de políticos y empresarios y de la infinita tolerancia exhibida por el Presidente.
¿Estará el jefe del Ejecutivo consciente de que no basta con un cambio de nombres sino que se espera una mejor coordinación entre ellos y que eso depende de su capacidad como administrador? En las próximas semanas empezaremos a ver el funcionamiento del nuevo arreglo. Uno de los asuntos más importantes es la renovación del Consejo General del Instituto Federal Electoral (IFE). Si los partidos mantienen el criterio de pelear por una cuota de poder, atestiguaremos una fea rebatinga para ver quién agandalla más lugares o quién impone al Presidente de esa institución crucial para la estabilidad electoral. Como el IFE lo creamos todos, la modificación de su Consejo General debe darse con criterios claros que incluyan perfiles y discusión de las virtudes y defectos de los aspirantes. Lo ideal es una renovación parcial que se enriquezca con incorporaciones del exterior pero que deja la Presidencia en manos de alguno de los actuales integrantes del consejo.
En ese y otros casos iremos viendo qué tan bien funciona el cogobierno. No votamos por eso, pero es lo que obtuvimos. Vicente Fox no fue el líder que esperábamos, pero tampoco ha sido un mal presidente. Viene un trienio aparentemente complicado que puede ser bastante sencillo porque en esta ocasión las expectativas son más bien modestas. Tal vez nos vaya mejor.
La miscelánea
Apareció otra mujer violada y asesinada en Ciudad Juárez. Con una rapidez irresponsable las autoridades del estado dictaminaron que se trata de “un incidente aislado, que no corresponde para nada con ningún asunto que se haya dado en Juárez o incluso en Chihuahua”. Tiene más lógica la decisión del Gobierno Federal de mantener un discreto silencio sobre este nuevo caso del horror que aqueja aquella ciudad fronteriza. También se justifica el anuncio que hizo el Presidente que habrá una Comisionada o Comisionado encargado de coordinar el trabajo que realiza la Federación. Entretanto, Zacatecas acaba de incorporarse a la siniestra moda -que se extiende por varias ciudades— de violar y asesinar mujeres.
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