30 mayo 2003
París, (EFE).- Un avión supersónico Concorde de Air France despegó hoy por última vez de París con destino a Nueva York, desde donde regresará mañana, sábado, con lo que se pasará una de las páginas más legendarias de la historia de la aviación civil.
Su gemelo británico de British Airways, que posee siete Concorde, se despedirá de la carrera comercial el 31 de octubre próximo.
Proeza tecnológica, desafío lanzado hace cuarenta años por Francia y Reino Unido a las potencias estadounidense y rusa, el único avión de línea del mundo capaz de superar la barrera del sonido está a punto de entrar en la leyenda.
"El Concorde no se parará nunca porque jamás saldrá del imaginario de los hombres", decía con cierto lirismo el presidente de Air France, Jean-Cyril Spinetta, el 10 de abril pasado, cuando se anunció la jubilación anticipada de estos aparatos, que en el caso francés estaba prevista en 2007 y en el británico en 2009.
Deseosa de que sus cinco Concorde puedan ser contemplados y admirados, Air France ha decidido donar cuatro a museos y el quinto quedará expuesto en las pistas de Roissy-Charles de Gaulle.
Los museos elegidos son el Technik Musem Speyer de Sinsheim (Alemania), el National Air and Space Museum de Washington, el Museo del Aire y del Espacio de Le Bourget (afueras de París) y la sede de Airbus en Toulouse, en el sur de Francia.
El final del avión que "iba más rápido que el sol" genera una gran emoción, mezcla de nostalgia y fascinación. Condenado por la crisis del transporte aéreo, el Concorde, cuyos costes de mantenimiento son desorbitados, no logró levantar cabeza tras el accidente de Gonesse (afueras de París), en el que murieron 113 personas el 25 de julio de 2000, y, pese a la modificaciones técnicas, los incidentes se han multiplicado desde entonces.
Aunque fuese un fiasco desde el punto de vista comercial, pues sólo se entregaron 16 aparatos a Air France y a British Airways, el Concorde siempre fue un recuerdo inolvidable para sus afortunados y adinerados pasajeros.
Con su morro afilado y su ala delta, que le da un aire de pájaro majestuoso, el Concorde ha llevado a bordo esencialmente a jefes de Estado, diplomáticos, banqueros, presidentes de grandes empresas, estrellas de la canción o del cine y ricos.
Entre champán y caviar, los pasajeros del Concorde pueden observar a 15.000 kilómetros de altitud y a una velocidad de dos veces la del sonido los contornos de la estratosfera, allí donde el cielo se transforma en un azul intenso casi violeta, y el fuerte calor exterior (127 grados centígrados) alargaba el aparato hasta unos 23 centímetros.
El Concorde, en fin, se jubila mañana del lado francés sin que ningún sustituto se perfile en el horizonte cercano.