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El cristal con que se mira

Cecilia Lavalle

Tras profundas reflexiones encontré la respuesta: Es un problema de cristales. Acuérdese del dicho: “Todo depende del cristal con que se mira”. Creemos que el presidente Fox cambia de opinión constantemente, incluso que se contradice. ¡Nooo! Lo que sucede es que cambió los cristales con los que ve algunos aspectos de nuestra vida política, económica y social. Eso también explica porqué él ve las cosas de una manera y los aguafiestas de los analistas los ven de otra. ¡Tienen lentes con cristales diferentes! ¿No es brillante mi conclusión?

Ahí tiene usted: En las últimas semanas hemos escuchado que la situación en el campo es insostenible, que el Tratado de Libre Comercio ha contribuido a esa crisis y que pondrá en los próximos años las cosas peor, que urgen estrategias diferentes. Bueno, incluso una de las organizaciones se llama “El campo no aguanta más”. Ésa y otras protagonizaron una megamarcha campesina en la capital del país, y aunque algunos cuestionan el origen verdaderamente campesino de varias agrupaciones participantes, así como su legitimidad, lo cierto es que se congregaron decenas de miles para protestar por la situación en el agro. Días después (el cuatro de febrero), el presidente Fox bien bañado, bien desayunado, bien trajeado, bien animado, llegó a un desayuno con Consejeros de Nacional Financiera (o sea, otros bien desayunados, bien trajeados, bien animados) y dijo a voz en cuello: “No hay crisis en el campo, ha crecido más estos dos años, bastante más de lo que ha crecido la economía nacional en su conjunto…”. ¡Ah bueeeno!, dije yo, entonces no hay nada de qué preocuparse: Los de la megamarcha han de haber ido a México a pasear, igual que los cientos de miles de migrantes que seguro van a Estados Unidos porque quieren conocer a Mickey y comer hamburguesas con los güeritos. Estoy a punto de comprar globos, pitos y serpentinas para festejar que el campo de mi país es una chulada de bonito y de próspero, cuando abro los periódicos y leo que “ni máiz” (literalmente), que entre 2000 y 2002 algunos cultivos básicos se derrumbaron: el arroz cayó 31.3 por ciento, el trigo 5.5, el ajonjolí 27.9, el cártamo 37.2 y el algodón 47.6; que el déficit de la balanza agropecuaria en los dos primeros años del Gobierno de Fox sumó dos mil 650 millones de dólares, mientras que en el primer bienio de Ernesto Zedillo se registró un superávit de 294 millones de dólares (Nota aparecida en un diario capitalino el cinco de febrero). ¿Quién dice la verdad? Decido dejar la compra de globos, pitos y serpentinas para otra ocasión.

Al día siguiente leo que el Presidente afirmó: “No obstante el avance de nuestra economía, miles de familias del campo y en las comunidades indígenas viven condiciones de marginación y pobreza. Entre las comunidades rurales, el 30 por ciento de las familias están por debajo de la línea de pobreza, esto es una de cada tres familias” (Nota publicada el día seis de febrero). ¿Pues no que el campo estaba de lujo? Los analistas y especialistas publicaron sus cifras: que en los últimos diez años el Producto Interno Bruto (PIB) en materia agropecuaria bajó de 6.8 por ciento a 3.1, que al menos 80 por ciento de la fuerza laboral agrícola de Estados Unidos proviene de México, que de las 100 millones de hectáreas repartidas a lo largo de la reforma agraria emprendida desde la década de 1930, sólo 23 millones (11.7 por ciento de la superficie total del país) son aptas para la agricultura, que la inversión pública en fomento rural disminuyó en 95.5 por ciento entre 1982 y 2001, que 69.3 por ciento de la población rural mexicana es pobre y el 42.4 por ciento miserable (Datops de Lorenzo Meyer, publicados el día seis de febrero). Entonces ¿el campo es un desastre? ¿Está a punto del colapso?

Apenas 24 horas después, el Presidente declaró que no todo en el campo está mal, que de hecho se avanza y fuerte, que ahí están las historias de éxito, las de quienes exportan a Estados Unidos, las de los que invaden el mercado de los güeros con mangos, papayas, bróculis y otros 150 y tantos productos. ¡¿Por fin?!

Reviso mis archivos. Encuentro que, en efecto, a 15 mil productores les va de maravilla, pero a millones de campesinos les va de la patada (Jorge Zepeda Patterson), que cinco millones de familias dependen del sector primario y ahí se encuentra la mayor proporción de pobres y más pobres del país (Federico Reyes Heroles); que el 12 por ciento de la población urbana en México vive en condiciones de pobreza extrema, pero en las zonas rurales la cifra aumenta a 42 por ciento (Sergio Sarmiento); que las importaciones de alimentos en el 2001 ascendieron a 11 mil 770 millones de dólares, diez veces más que en 1982 (Lorenzo Meyer).

¿Qué pasa? Fue en este punto y tras profundas reflexiones que se me ocurrió (qué quiere a veces una tiene ideas brillantes) que era un asunto de cristales. Aceptada esta tesis sólo queda por preguntar: ¿Dónde compra sus cristales el Presidente? ¿Los hacen de distintos colores, al gusto del cliente? ¿Por docena saldrán más baratos? ¿Alcanza el presupuesto para comprar los suficientes como para repartir a toda la población? ¿Sirven igual de día que de noche? ¿Sirven tanto en México como en el extranjero? ¿Los que usan lentes de contacto también pueden usarlos?....

A preciaría sus comentarios: cecilialavalle@hotmail.com

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