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El decenio ganado/Plaza Pública

Miguel Ángel Granados Chapa

En sólo una década, lapso breve en la historia de una comunidad y aun en la biografía de las personas, el periódico Reforma se convirtió en una institución de la prensa nacional. Sus fundadores, la familia Junco de la Vega y el resto de los editores de El Norte, el diario que dio origen al que hoy cumple diez años, conocían en carne propia cuánto tiempo tiene que transcurrir, cuántas peripecias deben vivirse, cuántas metas han de alcanzarse antes de llegar a la madurez. Pero precisamente su prolongada y fructífera experiencia en Monterrey permitió que se abreviara considerablemente el término de consolidación de la nueva empresa, con que el diario líder en Nuevo León se instalaba en la capital de la República.

Fundado el 2 de abril de 1922, El Sol fue creado por don Rodolfo Junco de la Vega, primero de ese nombre en una dinastía iniciada por don Celedonio Junco de la Vega, un patriarca de las letras y el periodismo regiomontanos. De ese “diario independiente de la tarde” surgió el 15 de septiembre de 1938 El Norte, matutino que se acogió a una consigna con resonancias cristianas pero alcances mayores que los de una confesión religiosa: “la verdad nos hará libres”.

En la pujante y orgullosa comunidad regiomontana El Norte se abrió paso pugnando día con día por la realización de esos valores, la verdad y la libertad. No la verdad única predicada por los dogmatismos, sino la correspondencia entre lo supuesto y lo averiguado, el saber humilde y cotidiano que permite a las personas entender y confiar. Y la libertad, esa autonomía del albedrío, que a través del conocimiento hace posible escoger, caminar por rutas no impuestas por la coacción o la rutina, sino elegidas a partir de la propia convicción.

Con ese equipaje El Norte se convirtió en el periódico imprescindible de Monterrey, primero y de la vasta comarca en torno de Nuevo León después. Ya en 1962 obtuvo el premio María Moors Cabot (y lo recibiría de nuevo en 1991) y en 1964 el Mergenthaler (al que se hizo acreedor otra vez en 1976): galardones que atestiguaron su calidad. Bien establecido como empresa moderna, pudo encarar las presiones del poder, local o federal, del dinero o de la política. Afianzado en un credo liberal a cabalidad, que implica profesar y defender a la par la libertad de empresa y la libertad de expresión, era ya en los ochenta un diario emblemático, un órgano de referencia, servidor de la sociedad e interlocutor del gobierno, no su caja de resonancia. Por eso le fue posible coronar en 1989 su batalla por el mercado libre de papel.

Cada vez era más clara la necesidad de su expansión. Los editores de El Norte decidieron revertir la inveterada tendencia que en México lleva la modernidad del centro a la periferia. Ignoro si se expresaron a sí mismos el refrán mexicano que expresa la autosuficiencia sana, no fanfarrona: yo no vengo a ver si puedo, sino porque puedo vengo. Pero sin duda lo practicaron. Y así se establecieron en el “corazón de México”.

Precedido de una exitosa gestión empresarial, Reforma fue obsequiado a un vasto número de potenciales lectores durante los diez últimos días de noviembre de 1993. En venta a partir del primero de diciembre, quienes lo conocieron de ese modo comprobaron la calidad del nuevo diario, el aire fresco que arrojaba sobre el periodismo de la ciudad de México y lo adoptaron como suyo. Suman hoy cientos de miles sus lectores, los más de ellos practicantes de una fidelidad que dura ya una década.

El 3 de diciembre, Alejandro Junco de la Vega, presidente y director general de la nueva empresa, del nuevo periódico explicó: “La tarea de ser fieles espejos del sentir de la comunidad es la misión del periódico Reforma. Se han abierto sus puertas y páginas para reflejar lo que el capitalino hace, siente y debate”. Se iniciaba así la caminata, dijo Junco de la Vega, “por un enorme bosque, repleto de acechanzas y oportunidades, espejismos y tesoros en donde contar con buena información dará la posibilidad de seguir caminos que conduzcan al progreso”. El nuevo proyecto, anunció, “ofrecerá algunos puntos cardinales que orienten al viajero, que iluminen sus opciones”, para hacer realidad el derecho “que tiene el ciudadano de estar en contacto con la realidad”.

Una década después puede afirmarse sin duda que esa misión se ha cumplido. Pero puede decirse también que esa consumación de propósitos es sólo la plataforma para nuevas metas, para tareas impuestas por la evolución de nuestra sociedad. El México en que nació Reforma hace diez años se parece poco al México de hoy y sin embargo, paradójicamente, sigue siendo el mismo, atravesado por la iniquidad, que no hemos de admitir como irremediable. En este lapso, un decenio ganado por la democracia electoral, por la afirmación de las libertades públicas, Reforma ha sido un inapreciable factor de cambio del periodismo y de la vida pública. Al mismo tiempo que los practica cotidianamente, Reforma ha sido propulsor de intereses sociales legítimos, como la libre distribución de la prensa, la transparencia en la información gubernamental, la despenalización del trabajo informativo, la justicia impartida al aire libre.

Si se me permite una nota personal, concluiré esta celebración a Reforma con una expresión de orgullo profesional. El año próximo hará cuarenta años que, al concluir mis estudios en la UNAM, me entregué al periodismo con la pasión y los propósitos que se hoy respiran en Reforma. ¡Qué bueno cumplirlos en esta compañía!

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