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El desarrollo del país, un mito

Luis Maeda Villalobos

Somos dependientes, con una deuda externa al parecer impagable, con recursos naturales deteriorados por su uso irracional, con 60 o más millones de mexicanos en la pobreza, donde el campo continúa igual y se agudiza el desempleo.

Es de creerse que todo ha sido resultado de las políticas erráticas, de administraciones económicas y productivas que no andan bien, porque se ha perdido el rumbo. Las pruebas son demostrativas con la quiebra de Pemex, del IMSS y del ISSSTE, entre otras, donde la resistencia ambiental es cada vez más severa.

Da escalofríos el sólo pensar que los mexicanos, hemos perdido el faro de luz hacia el progreso, la paz y la prosperidad, a causa del deseo de implementar doctrinas utópicas como las hegemónicas y la dialéctica materialista, además del fanatismo de las doctrinas religiosas, que sólo conducen a la dictadura, la ignorancia y la dependencia.

Estas políticas equivocadas, fuera de todo orden constitucional, egoístas, carecen de todo tipo de planeación del desarrollo económico, con gente improvisada incapaz de imaginar al país progresista. Sólo les interesa el protagonismo y asegurar su futuro sin espíritu cívico alguno, sin importarles la idiosincrasia del mexicano, quien lógicamente tiene un destino.

El sustento de este destino, se encuentra en el pensamiento de que hay generaciones perdidas y generaciones encontradas en la vida, como ésta es, en que se tienen momentos llenos de felicidad y tiempos de negrura dolorosa. De ello derivamos que a pesar de la desilusión, de la desconfianza y el engaño, existe y prevalece el germen del alivio en pensar y buscar dentro de nosotros mismos, en nuestra mente, lo que es y puede ser, para encontrar lo mejor de la existencia.

Aún cuando el problema es vasto, mirando sólo las consecuencias del error, para luego encontrar la explicación de las causas, vemos que las guerras existen, que el hambre existe, que los valores morales ya no tienen sentido, mientras las creencias religiosas organizadas pierden fuerza, por la falta de sustentabilidad en la fe. Ya no existe confianza en nosotros mismos, que, sin ideales, perdemos la dirección, alejándonos de la renovación y de la congruencia.

En este momento crucial y definitivo, el análisis de las alternativas que quedan al respecto del desarrollo de México –y en general para los demás países en la misma situación-, es saludable recordar el decálogo lógico propuesto por el peruano Octavio Mavila Medina, que en síntesis dice así: Para el desarrollo de los países pobres se requiere ante todo orden, limpieza, puntualidad, responsabilidad, superación y honradez, respeto al Derecho y a la Justicia, a la Ley, amor al trabajo y un afán al ahorro y la inversión. Se podrá llamar a los observadores del decálogo, puritanos, en soez burla, pero son y serán cimiento de una nueva patria y ejemplos patentes de que la salvación está únicamente en sus manos, en sus pensamientos, sentimientos y actitudes, que decidirán el futuro de la humanidad, como ha dicho una genial escritora de la revista Siglo Nuevo.

Con la observancia del decálogo, la mente abierta, fresca, viva, alerta, sensible y capaz, en un corto, mediano o largo plazo, el país saldrá del marasmo derrotista en que se encuentra, dirigiéndose a un desarrollo real, sostenido o sustentable, sin olvidar que nuestra columna vertebral la constituyen Cuauhtémoc, Hidalgo, Morelos, Juárez, Francisco I. Madero, Carranza, Villa y los constitucionalistas obedientes a la Carta Magna Mexicana.

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