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30/marzo/2003
Nos permite movernos más allá de la lucha, más allá del éxito, y nos da acceso a una gama de posibilidades. Los infantes son los maestros del descubrimiento. Cuando ellos descubren, no hay evaluación alguna. Simplemente se maravillan ante todo lo que van descubriendo. Para nosotros los adultos, el descubrimiento interno significa abrirnos a nosotros mismos a todo aquello que nos ofrece el universo.
Las creencias se oponen al descubrimiento. Los sistemas rígidos de creencias se encuentran en todas las raíces de la violencia.
Estos sistemas naturalmente crean fronteras. Y en tales sistemas, defendemos las fronteras de nuestras creencias. Para ello, es necesario atacar otros sistemas de creencias antes que ellos nos ataquen a nosotros. Los sistemas de creencias por lo general actúan como catalizadores de violencia. ¨Cuántas guerras podemos contar que se hayan hecho a través de la historia por creencias religiosas? ¨Y por creencias políticas y económicas? Sin embargo, mucha de la violencia que experimentamos a diario ocurre internamente. La guerra es civil e invertimos considerable energía defendiendo viejas creencias y negando la entrada a conceptos y sistemas que se les oponen, incluso cuando sabemos que ha llegado el momento de reemplazar actitudes.
Empezamos a ser testigos de nuestra propia violencia interior cuando tratamos de defender las creencias que han gobernado nuestras vidas, pero que en la actualidad se han convertido en una desventaja.
El descubrimiento es diferente. Ocurre cuando nos abrimos a la posibilidad de un cambio radical en nuestras creencias o a dejar que muchas de ellas se vayan para siempre. No necesitamos protegernos de nuevas experiencias. Es solamente de las creencias rígidas que tenemos que protegernos. ¿Cómo cambiar, pues, la naturaleza violenta de los sistemas de creencias y pasar al descubrimiento interno?
Mantener nuestra conciencia alerta es la herramienta más eficaz de la cual disponemos para hacer el descubrimiento interno. Eso significa que vemos nuestras opciones con más claridad y nos fascinamos con la elección. No nos adherimos a las viejas creencias que ya en la actualidad nos hacen daño. Tuvieron una función en el pasado, pero es derrotista funcionar bajo su manto en la actualidad. Nuestra capacidad para movernos libremente y sin límites, nos empuja hacia la exploración del yo. La lealtad a una opinión petrificada nunca ha roto cadenas ni ha liberado almas humanas.
El poder del descubrimiento nos permite lograr la excelencia sin tratar de ser perfectos. De alguna manera o de muchas, todos tratamos de ser perfectos. Y con frecuencia, nuestros niveles de funcionamiento son medidos sobre la base de modelos o de oponentes. Así, no solamente buscamos la perfección, sino que cultivamos el temor al fracaso. Y, en el proceso, nos orientamos hacia las metas específicas, con miedo de no llegar a nuestras expectativas o de repetir errores pasados.
Empero, es la disposición para tomar riesgos y para explorar nuestros limites, en donde reside la clave de la excelencia.
Como perfeccionistas solamente vemos una manera buena o mala de hacer las cosas y cuando fracasamos, nos percibimos negativamente a nosotros mismos. Si nuestra autoestimación se ve amenazada, nos defendemos y atacamos a otros de tal forma de permitir la supervivencia del ego. Así, se invierte una enorme cantidad de energía en temor, frustración y mal juicio.
Cuando estamos dispuestos a habernos equivocado, podemos descubrir mucho de nuestro potencial que ha estado ahí, intocado. El poder del descubrimiento nos capacita para explorar soluciones en lugar de malgastar energía buscando justificaciones y culpables. Descubrir nos capacita para cambiar. Nuestra visión del mundo se vuelve más clara y nos movemos hacia el pragmatismo. Ya no es necesario pelear con nosotros mismos defendiendo las viejas creencias a las que nos habíamos adherido. Vemos el mundo como es, dinámico, impredecible y cambiante.
En toda época, y especialmente en épocas de grandes sufrimientos y confusión, tiene importancia que hallemos dentro de nosotros la dicha y el entendimiento creadores. Tenemos que descubrirlos nosotros mismos; pero la sensualidad, la prosperidad y el poder personal, en todas sus diferentes formas, deben ser definidos adecuadamente. Si empleamos nuestras energías en satisfacer nuestros sentidos, inevitablemente creamos valores que conducen al materialismo, y en consecuencia, al desorden, la guerra y el sufrimiento. Si solamente buscamos la gloria personal, alimentamos la ambición del poder.
Es pues indispensable que nos entendamos a nosotros mismos, pues al hacer lo empezaremos a pensar rectamente; y en el proceso del recto pensar descubriremos lo que significa vivir con hondura y de un modo creador. Para llegar a descubrirnos a nosotros mismos, necesitamos sinceridad y humildad. La virtud reside en la liberación del deseo. Para que una mente sea virtuosa, es necesario que se libere de apetencias y que posea honestidad y sinceridad completas, las cuales nacen de la humildad.
Entenderse y descubrirse a uno mismo es sumamente complejo y difícil. Una mente cargada de valores y prejuicios, de conceptos y comparaciones, no es apta para la comprensión de sí misma. El descubrimiento interno se produce cuando hay un estado de conciencia alerta sin opción, y cuando el deseo ya no deforma el pensamiento.