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El dispendio

Sergio Sarmiento

“El más delicioso de todos los privilegios: Gastar el dinero de otra gente”.John Randolph

En su afán por convencer a los ciudadanos de que sus partidos políticos son la mejor opción para las elecciones del próximo seis de julio, muchos gobiernos municipales y estatales están recurriendo a un dispendio extraordinario en proyectos como repavimentación de calles o remozamiento de aceras y jardineras. Estas obras no sólo resultan insultantes en un país con enormes necesidades sociales y de desarrollo, sino que evidencian la falta de organización de los proyectos de lucimiento político.

La calle en la que vivo es un ejemplo como seguramente hay muchos. Se trata de Manuel M. Ponce -que debe su nombre al compositor del Concierto del sur-y se ubica en la delegación Álvaro Obregón de la ciudad de México. Ésta era una vía relativamente tranquila y eficiente hasta hace poco, a pesar de que instituciones gubernamentales como el Infonavit, la Contraloría y un creciente número de bares y restaurantes en la vecina Insurgentes han violado abiertamente las reglas de zonificación para convertirla en un gran estacionamiento. En el último año, sin embargo, se ha convertido en rehén de las autoridades locales y de sus ejércitos de contratistas.

Todo empezó cuando hace alrededor de un año, poco antes de la visita del papa Juan Pablo II, la delegación tomó la decisión de “arreglar” las aceras por las que el pontífice nunca iba a andar. El trabajo estuvo pésimamente realizado desde un principio. Las pendientes, por ejemplo, quedaron mal trazadas de manera que ahora se registran encharcamientos que antes no existían.

Meses después regresaron los contratistas en busca de maneras de gastar el dinero de los contribuyentes. Así, dos topes enormes de asfalto en un crucero conflictivo, el de Ernesto Elorduy, fueron eliminados, sólo para que semanas después llegara otra cuadrilla a construirlos de nuevo. Por falta de señalización se provocaron varios accidentes serios, tanto cuando se quitaron los topes como cuando se volvieron a poner.

A pesar de que Manuel M. Ponce era quizá la única calle bien asfaltada de la colonia Guadalupe Inn, hace un par de meses se inició su repavimentación. Los trabajos estaban pésimamente coordinados y nunca se anunciaba cómo se desarrollarían (a los vecinos sólo se les permite pagar impuestos y callar); en varias ocasiones, y sin previo aviso, los vecinos nos vimos imposibilitados de guardar nuestros autos en las cocheras. Afortunadamente, no hay tortura que dure toda la vida, por lo que al cabo de algunas semanas la obra quedó concluida. Semanas después llegó el equipo de pintura y dio lo que parecían los últimos toques al pintar los carriles.

Unas cuantas semanas después, sin embargo, regresaron los equipos de trabajo: ahora para pavimentar una vez más lo ya pavimentado y pintado. Si el trabajo se hizo para corregir los muchos problemas que dejó la primera cuadrilla -desnivelaciones y ondulaciones—, el nuevo equipo tampoco tuvo mucho éxito. Las irregularidades permanecieron y, de hecho, apenas unas semanas después varias secciones de la dos veces pavimentada calle estaban ya descarapeladas. El nuevo pavimento, además, quedó excesivamente liso y resulta resbaloso. Y no me sorprende. En la vecina colonia Florida se colocó apenas el año pasado un pavimento de concreto hidráulico en imitación de adoquines que se convierte en una verdadera pista de patinar cada vez que llueve.

A pesar del mal trabajo, los vecinos sin duda respiramos aliviados cuando concluyó por segunda ocasión la obra. Sólo que unas cuantas semanas después ha llegado una nueva cuadrilla para agujerear una vez más la calle: Ahora el propósito ha sido retirar las guarniciones del camellón, sin duda para colocar otras nuevas, aunque en el proceso se ha dañado el pavimento dos veces colocado en las últimas semanas. Por lo menos ahora no se había pintado de nuevo el pavimento que había que agujerear una vez más.

Inquieta por supuesto que en un país con tantas necesidades se gaste tanto dinero en proyectos innecesarios. Pero lo que más irrita es ver que se hace una y otra vez el mismo trabajo ante la aparente ausencia de una coordinación central. ¡Qué importa!, me podrán decir. Al fin y al cabo el dinero es del gobierno. Pero cuando un país no tiene recursos ni para medicinas en los hospitales, estos desperdicios son obscenos.

Usabiaga

Por supuesto que los políticos reunidos en la firma del Acuerdo para el Campo abuchearon al secretario de Agricultura Javier Usabiaga. Éste se ha atrevido a decirles que la única manera de combatir la pobreza del campo es aumentando la productividad; lo cual es cierto, pero a los políticos nunca les ha gustado la verdad.

Correo electrónico: sergiosarmiento@todito.com

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