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El fin de la obesidad está cerca

Las inyecciones pueden estar disponibles en unos cinco años, pero en un precio aproximado de 28 euros cada una.

Washington, (EFE).- El descubrimiento de dos factores claves de la obesidad en investigaciones paralelas de científicos ingleses y estadounidenses podría ayudar a determinar un tratamiento contra el problema y resolver otros trastornos alimenticios.

En uno de esos estudios, científicos de la Facultad de Medicina Irvine de la Universidad de California determinaron cómo un compuesto graso natural actúa para que el cuerpo deje de comer.

En el otro, investigadores del Imperial College y del Hospital Hammersmith de Londres descubrieron que los obesos tienen niveles menores de una hormona que regula el hambre.

La obesidad es considerada una epidemia en EEUU, donde un 30 por ciento de los 285 millones de estadounidenses sufre de sobrepeso, según el Centro de Control y Prevención de Enfermedades.

Además, se ha determinado que la obesidad aumenta el riesgo de muerte prematura en enfermos con diabetes, problemas cardíacos, apoplejías y cáncer.

En su informe, los científicos del Colegio de Medicina de Irvine señalan que el compuesto graso que ordena al sistema dejar de comer podría ser la base para la formulación de medicamentos que combatan la obesidad.

Daniele Piomelli, profesor de psiquiatría y farmacología, y otros científicos de esa institución, descubrieron que el ácido graso, llamado OEA (oleoletanolamida) activa los receptores moleculares que regulan el hambre y el metabolismo.

También descubrieron que al aumentar el nivel de OEA sin alterar el de los receptores se podía reducir el apetito y el peso, así como el colesterol y los triglicéridos en roedores.

"En otros estudios habíamos descubierto que OEA puede ser un importante regulador de los hábitos de alimentación, pero no sabíamos cómo funcionaba", dice Piomelli en la publicación.

"Nos entusiasma haber descubierto que OEA activa receptores que ya habían sido el foco del desarrollo de medicinas contra la obesidad. Esto nos da esperanzas de crear un nuevo tipo de medicinas contra este problema, el cual se basará en sustancias naturales", agregó.

Para determinar las funciones de OEA y de los receptores, los científicos sometieron a una dieta a dos tipos de ratones: uno de ellos normal y el otro sin receptores.

Después de que los roedores engordaron, se les sometió a un tratamiento con OEA durante cuatro semanas.

Los ratones normales comieron menos y perdieron peso, en tanto que el compuesto graso no tuvo efectos en los roedores sin receptores.

Esto sugiere que OEA sólo puede revertir el aumento de peso cuando hay receptores activos, señala el estudio.

Además, los científicos descubrieron que en ratones normales el compuesto OEA redujo el colesterol y los triglicéridos, al bajar los niveles de moléculas que inducen la sensación de hambre.

"Esto demuestra que los receptores no sólo son necesarios para las funciones de OEA vinculadas a la reducción del hambre y el peso, sino que también contribuyen a la estabilidad general de nuestro sistema alimentario", dijo Piomelli.

En otra investigación difundida por la publicación "New England Journal of Medicine", los científicos ingleses revelaron que han descubierto que las personas con exceso de peso tienen un nivel inferior de la hormona PYY3-36, que regula el hambre en comparación con personas de peso "saludable".

Según indicó Steve Bloom, científico del Imperial College y uno de los autores de la investigación, "el descubrimiento de que la gente obesa tiene niveles inferiores de PYY3-36, un factor importante que limita el apetito, sugiere un nuevo tratamiento para millones de personas que sufren la obesidad".

Todo un éxito la inyección contra la obesidad

Londres, (EFE).- El éxito de las pruebas con una inyección de hormonas que reduce el apetito apunta a la posibilidad de lograr un tratamiento efectivo contra la obesidad, según una investigación científica británica.

La hormona PYY3-36 reduce el hambre forma natural, pero las personas obesas carecen de ella o la tienen en una cantidad muy pequeña respecto a las personas delgadas, como reveló un estudio del Imperial College de Londres publicado el pasado agosto en la revista Nature.

Ahora, un equipo de esa institución y del hospital londinense de Hammersmith comprobaron que una inyección de esa hormona reduce el apetito tanto en individuos gordos como delgados y sin efectos secundarios, indicó la revista New England Journal of Medicine.

El éxito de la PYY3-36 se debe a que "apaga" los circuitos de las neuronas cerebrales que estimulan el apetito.

Pero un problema sería su precio, probablemente bastante alto, aunque se prevé que la seguridad social podría acabar recetándola a los pacientes cuyo exceso de peso sea un riesgo para su salud.

La PYY3-36 se produce en el intestino y sus niveles aumentan después de comer y disminuyen cuando se está en ayunas.

Entre los alimentos que tienden a producir más cantidades de la proteína se encuentran la grasa y algunos alimentos altos en fibra.

La hormona tendría que ser inyectada para evitar que fuese destruida por los jugos digestivos del estómago y su tratamiento no sería muy distinto al de insulina que se autoadministran diariamente los diabéticos.

Según se ha visto en las pruebas, su efecto puede durar hasta doce horas.

Una persona se considera obesa si su Indice de Masa Corporal -que se haya dividiendo el peso en kilos entre la altura en metros al cuadrado- es mayor de 30.

Las personas cuyo IMC esté entre 25 y 30 son consideradas con sobrepeso, mientras que aquellas en las que está entre 20 y 25 tienen un peso normal.

Otros estudios anteriores habían demostrado que esta hormona reducía el hambre en personas con una masa corporal normal, pero hasta ahora no se sabía que también funcionaba en el caso de los obesos.

En cualquier caso, la doctora Rachel Batterham, de Welcome Trust, aconsejó a la gente que no espere milagros.

"La gente no podrá seguir comiendo cosas con muchas grasa ni bebiendo cerveza, si quieren que la hormona les ayude a perder peso. La PYY3-36 sólo funcionará si a ella se suma un cambio en el estilo de vida", advirtió.

La doctora añadió que las inyecciones pueden estar disponibles en unos cinco años, pero calculó un precio aproximado de 28 euros cada una.

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