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El futuro de la Conago

Mauricio Rossell

El federalismo mexicano no es una novedad. Lamentablemente y por paradójico que ello suene, su problema medular sigue siendo, como desde su origen, su excesivo centralismo. Centralismo que, en aquella época, fue producto del proceso mismo de construcción del Estado mexicano y que lamentablemente no ha podido revertirse totalmente a pesar de ser hoy una realidad la alternancia del poder en las entidades federativas, haberse transformado las relaciones centro-periferia y haberse convertido la autonomía estatal en una necesidad política.

A partir de estos cambios se ha entendido, sin embargo, que los gobiernos federal y estatales tienen que gobernar juntos, pues no administran compartimentos estancos; que las políticas públicas dictadas por uno afectan irremediablemente a los otros y que es necesario establecer instrumentos de coordinación entre ellos.

Con este último propósito, con la representación de todos los estados de la República y el Distrito Federal y bajo la coordinación de la Secretaría de Gobernación, en octubre de 2001 se estableció la Mesa para el Federalismo, órgano que a los pocos meses de vida (julio de 2002) fue sustituido por la Conferencia Nacional de Gobernadores (Conago), en la que de manera inicial sólo participaron los gobernadores del PRI y PRD (los panistas no atendieron en esta etapa a la invitación). Su misión: fungir como un “espacio libre e incluyente, un foro permanente y abierto a la reflexión y al análisis de los retos que enfrentan los estados, para buscar soluciones mutuamente convenientes que permitan (a aquéllos) articular entre sí y con el Gobierno Federal, políticas públicas que les conlleven a edificar un desarrollo justo para beneficio de todos los mexicanos”.

En este marco y a un año y tres meses de vida, la Conago se ha consolidado como un espacio de encuentro e interlocución política alternativo y ha ganado importantes espacios en la opinión pública.

Asimismo, ha logrado incorporar a sus trabajos al Presidente y a los gobernadores del PAN; avanzar en una propuesta de reforma hacendaria de gran visión; influir en la integración del Presupuesto de Egresos de 2003 reasignando a los estados importantes recursos para programas sociales; restituir el Programa de Aportaciones para el Fortalecimiento de las Entidades Federativas (PAFEF) y emitir una convocatoria para celebrar en el mes de febrero de 2004 la Primera Convención Nacional Hacendaria del siglo XXI.

Todos éstos son, sin duda, avances importantes; pero también la semilla de nuevos desafíos. Si queremos consolidar a la Conago como el espacio, el frente común de acción, encargado de apuntalar un nuevo federalismo en el que los estados recuperen su papel estratégico como agentes del pacto federal, es necesario promover de una vez por todas su institucionalización y establecer mecanismos que aseguren la concreción de sus propuestas.

Como señalaba antes, la Conago nació como un espacio de deliberación y debate entre los gobernadores del PRI y el PRD para atender preocupaciones temáticas concretas. A sus reuniones no asistía el Presidente, si acaso algunos representantes y tampoco los gobernadores del PAN. Los temas de debate se limitaban fundamentalmente a dos: el fortalecimiento del federalismo fiscal y la revisión del régimen de distribución de competencias entre la federación y los estados (Reforma del Estado). En este marco, se consideró suficiente disponer de una serie muy reducida de reglas de funcionamiento que aseguraran un tratamiento equitativo a todos los gobernadores en el análisis y debate de los temas y la difusión de los trabajos de la Conferencia. No obstante, como resultado de la dinámica misma de sus trabajos, la ampliación de su ámbito de influencia y sus materias de trabajo, así como la incorporación de nuevos actores, estas reglas se han vuelto insuficientes.

Si queremos combatir la dispersión que hasta ahora ha dominado los trabajos de la Conago, si queremos hacer de ella un órgano realmente funcional, si queremos que esté en condiciones de ofrecer respuestas concretas y de largo plazo y no solamente coyunturales, debemos promover una transformación profunda de sus reglas internas con el fin de asegurar el funcionamiento permanente de los grupos de trabajo y comisiones técnicas creadas en su seno.

Asimismo, debemos asegurar un trabajo permanente, que la información y resultados que reflejen estos trabajos fluyan de manera ágil y oportuna entre los gobernadores, que les permita tomar decisiones previas e intercambiar posiciones de manera anticipada y que contribuya a agilizar la concreción de las propuestas durante las reuniones de la Conferencia.

Una medida estratégica en este sentido es la institucionalización de la Secretaría Técnica de la Conago (cuyo titular y presupuesto ya fueron aprobados) con cinco miembros, además del gerente o director y los recursos técnicos, económicos y políticos suficientes para cumplir eficientemente con sus funciones. Así como el establecimiento de centros de análisis locales (Secretarías Técnicas Locales) que faciliten la toma de decisiones en los estados.

Mientras la Conago no se institucionalice y pase de los buenos propósitos a las acciones concretas, los efectos de su labor seguirán siendo escasos y la aspiración de contar con un verdadero federalismo en México, una utopía. Es hora de llegar a verdaderos consensos, construir acuerdos pero, sobre todo, hacerlos realidad. De definir el qué, los cómo y el cuándo para resolver los grandes problemas nacionales. La viabilidad de las propuestas depende de asegurar la cooperación entre la federación y los estados y en ello la Conago ya ha avanzado un buen trecho. El federalismo puede ser el gran tema que una a la República o que divida a la nación. Lo único cierto es que se necesitan escribir las nuevas reglas del juego.

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