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El humilde adiós de un grande

Juan de la Borbolla R.

Vaclav Havel el intelectual checo que salió de la cárcel comunista para convertirse en la imagen prototípica de esa “revolución del terciopelo” que retornó la democracia a la otrora Checoslovaquia, ha renunciado a la jefatura del estado checo con la sencillez y la humildad de los grandes: “Me despido ahora como su presidente, pero quedo como un simple ciudadano más”. “Pido sincero perdón a todos aquellos que quedaron decepcionados por el ejercicio del poder que desempeñé durante los pasados 13 años, por las expectativas despertadas a raíz del inicio de la transición política, pero la verdad, lleva más tiempo del que pudiera esperarse, reconstruir los daños que deja el autoritarismo”.

Havel el literato, el humanista, el luchador social que en razón de sus ideas acabó siendo apresado por el régimen marxista, representó diáfanamente la civilidad que se manifestó en Praga durante multitudinarias manifestaciones contra el régimen autoritario pro-soviético durante el verano-otoño de 1989, en las cuales cientos de miles de personas se reunían en la Plaza de San Wenceslao, manifestaban abiertamente su repulsa al régimen, siempre de manera ordenada y después se retiraban a sus hogares, sin dar pie a que las fuerzas represivas pudieran actuar, dado que todo se hacía en perfecto orden, al grado de que al término de las concentraciones ni siquiera podría verse un papel tirado.

Havel el humanista llamado a político tuvo aciertos y desaciertos que sólo la historia acabará juzgando, pero algo que no se le podrá nunca echar en cara será haber fallado a sus más íntimas convicciones democráticas y libertarias, al grado de que a partir de tales convicciones incluso tuvo que ver a la antigua Checoslovaquia dividirse en las actuales repúblicas Checa y Eslovaca, pero en paz y sin derramamiento de sangre como sucedió en la antigua Yugoslavia.

De su discurso televisado en el que se despidió del pueblo al que procuró conducir con su ejemplo de vida, con su integridad intelectual y con ese esfuerzo continuo que ahora piensa él que ya no podrá hacerlo debido a una enfermedad que lo aqueja, de ese discurso sobresale el concepto de que trece años no son suficientes para transformar las condiciones políticas, sociales y de actitudes personales ante el trabajo personal e institucional, que un régimen totalitario como lo fue el marxista-leninista, dejó como estela tras su aparatosa desintegración oficial en esos meses del marzo al diciembre de 1989 en que la Cortina de Hierro fue derruida.

En estos trece años en los que Vaclav Havel presidió la república Checa no logró desterrar de las actitudes de muchos de sus compatriotas esa sensación de que el cambio no sólo no ha venido a mejorar las condiciones de vida tal y como ilusoriamente quizá se habían imaginado que sucedería casi mágicamente, sino que incluso en muchos casos a lo mejor están peor con la democracia, de lo que pudieran haberlo estado con un régimen efectivamente reductor de las libertades y derechos humanos, pero en el que las personas hacían como que trabajaban, al tiempo que el régimen les resolvía algunos de los problemas más apremiantes eso sí, sin que se plantearan posibilidades de mayor ejercicio de la propia responsabilidad y la libre iniciativa particular, dado que ese Estado totalitario e igualitarista inhibía dichas potencialidades humanas y sociales.

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