Finanzas Betzabé Martínez Finanzas personales Aguinaldo ARANCELES CANACINTRA

El imperialismo y la guerra

ALFONSO LUQUÍN CALVO

A una semana que termine el mes de febrero, señalado por los Estados Unidos como el mes decisivo para la invasión, las cosas no parecen irle bien. El gobierno iraquí ha manifestado su disposición de buscar la paz ?obvio- pero ha señalado que no a cualquier costo. Por su parte, la banda del señor Bush ha declarado que la guerra es la mejor solución y, por el contrario, la aplicará a cualquier costo.

Existe, sin embargo, un pequeño gran problema: el respaldo del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. En efecto, según la Carta de este organismo que postula la solución pacífica de los conflictos entre las naciones, si un país miembro ataca sin razón a otro país miembro, se justifica el uso de la fuerza militar para proteger al agredido, amén de aplicar las debidas sanciones económicas y exigir las indemnizaciones correspondientes al país agresor. Fue precisamente bajo este argumento que en 1991 se autorizó el uso de la fuerza militar contra el propio Iraq, al invadir Kuwait. No obstante, existe ya el precedente de la intervención de la OTAN en la antigua Yugoslavia, la cual puso en entredicho el papel de las Naciones Unidas. Pero incluso en ese caso, se podría argumentar que la ONU reconocía la independencia de Croacia y Eslovenia, primero, de Bosnia Herzegovina después, haciendo crisis en el caso de Kosovo, la cual era, definitivamente parte del territorio Serbio. La intervención de las potencias imperiales en esta provincia, significó ya un antecedente de que la Carta de las Naciones Unidas resultaba inoperante, como una forma de defensa del débil agredido por las potencias, como una forma en la que la diplomacia puede detener al fuerte haciendo innecesario el armamentismo del menos fuerte.

Pero Kosovo fue el ensayo de lo que podría hacerse como policía del mundo y a partir de ahí, las consecuencias resultaban obvias y las vivimos ahora.

Queda el detalle de que entonces, podría argumentarse la razón humanitaria para la intervención. ¡Es necesario proteger a la minoría albanesa de los crímenes de Milosevik! Se nos decía. Europa no puede permitir que en su territorio, en la nueva casa europea, iluminada por el humanismo y la razón, existan crímenes de tal atrocidad. En el presente ni siquiera existe este argumento. Es innegable que la gran mayoría de la población iraquí, y la aplastante mayoría de la población sunita sobretodo, se encuentra organizada alrededor del partido Baas, socialista para mayor detalle, encabezado por Sadam Hussein.

Este argumento humanitario fue esgrimido después del 91 para mantener el control sobre las áreas productoras de petróleo iraquí, a través de las llamadas zonas de exclusión, patrulladas por la aviación del imperio. Se trataba, decían, de proteger a los kurdos del norte y a los chiítas del sur, de la represión sistemática del régimen de Bagdad, el cual incluso, había llegado a bombardear con armas químicas a la población.

Que triste espectáculo resulta entonces, oír al propio Secretario de Defensa norteamericano indicar que no habrá problema si la guerra terrestre llega hasta las regiones montañosas de Iraq, ya que para sacar de las cuevas y recovecos montañosos a los partidarios de Hussein, se pueden usar gases químicos, no letales (es decir, como los que se usaron en Moscú contra los chechenos y que causaron la muerte por asfixia de decenas de rehenes). Apenas y creemos necesario preguntar al lector si no resulta una hipocresía enorme, avergonzante, que estemos supuestamente protegiendo del ataque con químicos a kurdos y chiítas, pero consideremos completamente válido usarlos nosotros contra los combatientes sunitas.

Así se las gasta el imperio. Sólo que en esta ocasión todos los argumentos usados en el pasado están en su contra. Todo el mundo está consciente de la catástrofe humanitaria que significarán los bombardeos sobre Iraq; todos sabemos que en cuanto se destruyan puentes, se conviertan en añicos las plantas purificadoras de agua y la infraestructura económica del país árabe, millones de sus niños, mujeres y mejores hombres morirán o enfermaran irremediablemente.

Además, si la fracción más oscura del imperio ataca, y lo hace sin que todo el imperio en su conjunto esté de acuerdo, estará agrediendo a un país miembro de las Naciones Unidas sin provocación alguna. La Carta de las Naciones Unidas deberá aplicarse entonces en contra del gobierno norteamericano. El mundo entero, deberá entonces aplicar sanciones en contra de los norteamericanos.

Pero también sabemos que no ocurrirá así. Ahí están, para probarlo, no sólo la invasión a Kosovo, que aún continúa, sino los montones de resoluciones de las Naciones Unidas sobre el Medio Oriente, y que el gobierno israelí se ha pasado por el arco del triunfo, burlándose de la comunidad internacional impunemente. Estos son los antecedentes que están condenando a la ONU como esperanza de un gobierno mundial, como representante del derecho internacional. A la ONU le sucede hoy, lo mismo que le sucedió a la Liga de las Naciones antes de la Segunda Guerra Mundial.

La crisis del capitalismo mundial obliga a la lucha por los distintos espacios de dominación económica del mundo entre las grandes potencias. Lo que vemos en estos días es el intento del capital norteamericano y su socio inglés, de extender sus dominios a territorios otrora dominados por el Oso soviético y con gran presencia de inversión europea. Vemos pues, una vez más, que el reparto del mundo por parte de las potencias imperiales y las crisis, conducen inevitablemente a la guerra.

E-mail: alfonsoluquin@msn.com

Leer más de Finanzas

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Finanzas

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 21335

elsiglo.mx