Me referiré al Diego que veo en las pantallas electrónicas y del que leo sus declaraciones en los periódicos. De ahí que, con tan pobre información, de seguro estaré conceptuando parcialmente al personaje que se ve imponente con un cigarro puro entre los dedos, con cara de sargento mal pagado, barba hirsuta, ojos que recuerdan los de un hurón, de aspecto hosco, de hablar preciso, dedicado de lleno a la política, donde ha destacado por sus demostradas dotes de líder, valiente de los que se dice echado pa’delante, que por méritos propios se ha ganado el mote de Jefe Diego. Es quizá lo bronco de su voz, que delata lo temperamental de su carácter, que a algunos les repele a primera vista y a otros los hipnotiza. Actualmente ocupa un sitial en la cámara de Senadores donde funge como jefe de la bancada del Partido (de) Acción Nacional. Al mismo tiempo, es dueño de un exitoso despacho de abogados, litigando asuntos por los que ha sido criticado, con o sin razón, asumiendo que emplea sus influencias políticas para ganar pleitos en los juzgados.
En los días en que se buscaba al sucesor de Carlos Salinas de Gortari, figuró Diego como candidato a Presidente de la República por el PAN, teniendo como contendientes a Ernesto Zedillo Ponce de León, PRI y a Cuauthémoc Cárdenas, PRD. Algo sucedió por que, después de que barrió y trapeó con sus contendientes, abandonó el campo de batalla. Por ese motivo, el ahora presidente Vicente Fox, en su libro de campaña, arremete sin consideración alguna contra Diego Fernández de Cevallos usando un término poco apropiado para señalar su retiro motejándolo de algo así como pusilánime y, como dice la letra de la canción, medroso y cobarde. Eso para las pocas pulgas del Jefe Diego de seguro le llegó hasta el tuétano de sus huesos. En ocasiones ha mostrado que no es amigo del Presidente. Fox no a dudando en dar a conocer su disentir. En fin, en estos días los políticos no son parcos al usar lo medios para agredir a sus contrarios. En un periódico que se publica en la Ciudad de México se denuncia a Diego como presunto autor del delito de tráfico de influencias. Eso lo consideró como un ataque de “fuego amigo” proveniente de Los Pinos. A pregunta formulada por un reportero sobre si los missiles venían de la residencia oficial del Presidente, bajó la voz para decir quedito que si. Lo hizo así no demostrando temor sino, más bien, mofándose de las actitudes de sus enemigos políticos, dejando ver que le hacen los mandados y se comen los pilones.
Lo anterior da pie para saber que algo se está cocinando desde hace un buen rato en la estufa presidencial de lo que se sabe por los olores que salen por las ventanas de los bungalows en que se ha convertido la residencia oficial. No es el Presidente actual muy dado a las confrontaciones. En las más de las veces prefiere hacerle al tancredo, el hombre que en las ferias se sube a un barril que se encuentra ubicado en medio del ruedo y permanece inmóvil para que una vez que le sueltan al torete considere que no tiene por que embestirlo siendo un objeto inanimado. Sin embargo la metáfora que usa el senador parece que le ardió más que si le hubieran echado un frasco de vitriolo en los ojos. Lo que dice o hace el Jefe Diego, se sabe, pone de mal humor al Presidente. No obstante, con esfuerzo logra permanecer impávido no dándole importancia al asunto. Esa es su manera personal de ser por lo que podríamos meter las manos en el fuego al asegurar que no es el artillero que lanza los missiles. Si el fuego amigo viene de Los Pinos alguien habrá que lo hace en su lugar.
De cualquier manera esto le pone sal y pimienta a las elecciones del próximo mes de julio. El Senador debe estar furioso por que le echaron abajo la candidatura para diputado, por el principio de representación proporcional, de Antonio Lozano Gracia. Las plurinominales son las candidaturas más codiciadas. Depende del lugar que ocupen las personas en la lista para que sin desgastarse lleguen a la legislatura. Tal actividad lo ha sacado de quicio lo suficiente para que se abra de capa y muestre de una vez por todas sus cartas. Hasta ahora se había mantenido confiado en que solo era cuestión de darle cuerda al becerro para que este se ahorcara solo. Ya no se puede dudar de que Diego busca hacer barbacoa con la cabeza de su contrincante. Era cuestión de tiempo para que mostrara su natural tendencia, producto de un estilo impetuoso y agresivo. De aquí en adelante, aun logrando sus acólitos que abrace a su adversario, no concederá tregua ni dará respiro. ¿Cuánto dañará a su partido político esa guerra fraternal? Eso lo sabremos muy pronto.