El mal es o resulta del entumecimiento del alma. ¿Por qué el mal es entumecimiento? Cuando se piensa en los mecanismos de defensa que funcionan en la mente humana, la relación con el entumecimiento es bastante clara. Los niños que se sienten heridos, rechazados y desamparados ante el dolor o la privación a menudo descubren que entumecer sus sentimientos es su única protección en contra del sufrimiento.
El entumecimiento y la insensibilidad hacia el dolor de uno mismo significa entumecimiento y la misma insensibilidad hacia los demás. Al examinar nuestras reacciones desde cerca podemos observar que la primera reacción es la de sentir con y por ellos. Pero la segunda reacción restringe ese flujo emocional.
Algo se activa en el interior y parece decir no, lo cual significa que se ha formado una capa protectora de insensibilidad. En ese momento uno se separa -aparentemente a salvo- pero se separa.
Más tarde, la separación puede ser sobrecompensada con un falso sentimentalismo, con dramatización e insinceridad. Pero éstos son sólo sustitutos que ocupan el lugar del entumecimiento. El entumecimiento que se instaló para uno mismo, inevitablemente se extiende a los demás, al igual que todas las actitudes que adoptamos hacia nuestro ser, tienden a expandirse hacia los otros.
Podemos diferenciar tres niveles de entumecimiento del alma.
Primero, el entumecimiento hacia el ser, que es un mecanismo de protección. En segundo lugar, encontramos el entumecimiento hacia otros. En esta actitud pasiva de indiferencia, el individuo observa el sufrimiento de los demás sin sentir nada desagradable. Mucho del mal que existe en el mundo es causado por este estado del alma. El que sea menos burdo, a largo plazo es mucho más dañino, pues la crueldad activa provoca reacciones más expeditas en su contra.
La indiferencia pasiva, sin embargo, surgida del entumecimiento de los sentimientos puede pasar inadvertida porque puede ser fácilmente disfrazada. Permite que la persona siga sus impulsos más egoístas sin que se le pueda detectar abiertamente. La indiferencia puede no ser tan activamente malvada como la crueldad que se expresa, pero a largo plazo es igualmente dañina.
El tercer nivel del entumecimiento es la crueldad activamente infligida. Este nivel surge del miedo a los otros, quienes aparentemente esperan esos actos, o de la incapacidad de enfrentar cóleras reprimidas. Todo el mal proviene de la negación del ser real espontáneo y de sustituirlo con reacciones secundarias, que siempre están relacionadas con el miedo.
La frontera entre el entumecimiento pasivo y la crueldad activa es a menudo muy fina y precaria, algo que depende mucho de circunstancias exteriores.
Si la gente entiende este proceso, no sólo de manera intelectual, es decir, a través del pensamiento, sino dentro de sí misma, estará equipada para enfrentar la crueldad del mundo, que hace surgir la desesperación, la duda la confusión.
La crueldad activa entumece a la persona que la realiza en un grado mucho mayor; no solo le prohíbe el flujo de sentimientos positivos y espontáneos, sino que también desvía el temor y la culpa. El acto de provocar dolor en los demás mata simultáneamente la capacidad de uno mismo para sentir. El deseo de lastimar a los demás puede surgir como una emoción sin traducirse en hechos concretos.
Reconocer una emoción cruel puede disolverla, si se ve el grado de daño que puede causar al que la siente. Confundir el proceso con el acto y por lo tanto, negar ambos, provoca una confusión extrema para el ser, lo cual indirectamente afecta a los demás, sin que haya ninguna esperanza de cambio mientras el proceso permanezca inconsciente, y después de hacerlo consciente, sin la determinación a alterarlo para bien
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Bajo esta luz podemos ver con claridad en este extremo que el entumecimiento se convierte en crueldad activa. Los más espantados y atemorizados por la maldad que van encontrando en su camino, tienden a convertirse ciertamente en los más malvados.
Cuando una fuerza positiva se mezcla con una negatividad o con una actitud destructiva, la combinación crea la maldad. La verdadera destructividad, entonces, no es una distorsión de la verdad y de los poderes constructivos del universo. Todos hemos encontrado dolores que hemos debido soportar. Pero la herida original no tiene por qué transformarse en maldad, sino en comprensión del valor de uno mismo, y de la propia nobleza si la tiene.
Todas las innumerables almas que habitan el planeta, sumadas, crean la lucha encarnizada que sufre la humanidad. El placer está muy conectado a la crueldad; ambos crean mucho dolor. La combinación del principio del placer y de la crueldad puede existir de manera pasiva o activa. Esto es, el placer se vive ya sea infligiendo la crueldad o soportándola o de ambas formas.
La evolución personal significa que, a través del proceso de la confrontación consigo mismo y de la autorrealización, cada individuo gradualmente cambia la orientación interior del principio del placer. En sus reacciones espontáneas, más y más personas responderán ante los sucesos, las situaciones y las condiciones positivas.
Este cambio interior no puede ser ordenado de manera directa.
pero mientras se usen las facultades y la voluntad de una manera constructiva, el cambio se irá dando. Es la manera en que el crecimiento debe de ocurrir.