EL SIGLO DE TORREÓN
LOS POBLADORES DE ESTE EJIDO CONSERVAN EL RÉGIMEN DESDE HACE 67 AÑOS.
25 familias respetan y defienden una forma de organización con muy poca ayuda del Gobierno.
EJIDO EL MANTANTIAL, MATAMOROS, COAH.- Desde hace 67 años, en medio de un ambiente de trabajo colectivo, 25 ejidatarios y sus familias desarrollan su vida bajo la promesa hecha al General Lázaro Cárdenas, durante el Reparto Agrario, de mantener la forma de producción del campo ideada por el entonces Presidente de la República.
Esta comunidad, ubicada al suroeste de la ciudad de Matamoros, desde 1936 no ha rentado ni vendido un solo pedazo de tierra. Las familias de este lugar se sienten orgullosas de vivir bajo un régimen que les ha funcionado porque les brinda tranquilidad, seguridad y paz.
Un olor a estiércol y pastura se respira en el ambiente donde los pobladores dicen que la máxima para ellos es el colectivismo, que representa igualdad para todos en trabajo, obligaciones y derechos.
Caminar por las amplias calles de tierra significa descubrir un escenario pintoresco integrado por casas multicolor construidas con adobe.Un amplio jardín al frente y un corral de vacas es el común denominador en esta comunidad que se caracteriza por su producción lechera.
El presidente del Comisariado Ejidal, José Luis Luna Martínez, afirma que la forma de trabajo heredada por sus abuelos realmente sí les ha funcionado. El labrar la tierra y no haberla entregado en manos de los hacendados es el resultado de la organización del ejido y del compañerismo que hay entre todos.
El establo, piloto del ejido
El mugir de las vacas del establo y en los corrales de las casas, al igual que el trinar de los pájaros, llega al oído y parecen perderse en el ambiente en esta comunidad donde en cuestión de recursos, no hay más que los propios que se generan de la venta lechera.
Luna Martínez, sentado a un lado del juez ejidal, Jaime Saldívar, dentro de un cuarto amplio que es usado para almacenar herramientas, informa que son accionistas del Grupo Lala de donde sale para pagar a los trabajadores del establo y de la labor, así como para sufragar los gastos de energía eléctrica de la noria.
Una sombra formada por su “guaripa” de ala ancha impide observar el rostro completo del presidente del Comisariado, quien dice que tienen 165 vacas y que la empresa recolecta diariamente de mil 500 a mil 600 litros de leche a un costo de tres pesos con 30 centavos cada uno y semana por semana les dan un anticipo de 12 a 13 mil pesos con el que pagan sueldos y diésel.
El seis de cada mes les liquidan el total de la leche, que es una cantidad variable porque depende de la producción, explica mientras con su mano mueve hacia atrás su sombrero.
Treinta hectáreas de alfalfa, diez de nogal y ocho de avena, enclavadas en un amplio territorio donde grandes extensiones de tierra fértil no son explotadas por la falta de agua, son sus cultivos principales que además del forraje, “representan el valor agregado de lo que es la agricultura al establo, para hacerlo leche”, añade Jaime Saldívar.
Escasez del agua
Un recorrido por el ejido permite apreciar espacios de tierra árida donde antaño se levantaban majestuosamente las parras de uva que dominaban el escenario, que ahora se aprecia abandonado.
Durante el trayecto, Luna Martínez comenta que en muchas partes les preguntan la razón por la que siguen en colectivismo, si realmente esta forma de trabajo no es factible, pero comenta con orgullo que les responden que para ellos sí lo es. La prueba es que siguen conservado todo lo que tienen, pero reconocen que lo que han perdido es por falta de agua y apoyos crediticios.
Hace un alto e invita a bajar del vehículo —una camioneta vieja y empolvada—. Mientras camina, señala un enorme tejaban consumido por el tiempo y donde los otrora ejidatarios trabajaban la vid.
Ya en el lugar, detiene sus pasos y con voz firme relata que no tienen obligación con nadie, “quisiéra-mos tener compromiso con el Municipio y el Estado, cambiarles el apoyo que les damos en cada elección por un poquito de lo que ellos roban, pero como vemos que año tras año son nulas las peticiones, mejor nos ponemos a trabajar”.
Originalmente, El Manantial tenía cinco norias, pero fueron vendidas las licencias de dos de ellas: solamente quedan tres permisos hábiles de los cuales únicamente están extrayendo agua de un solo pozo, de los otros dos, se están pagando las vigencias para no perder el permiso de la Comisión Nacional del Agua (CNA), pero no están redituando porque están inhábiles.
Más tarde, Luna Martínez conduce su camioneta hasta el lugar donde están las norias sin funcionar. Ahí manifiesta que necesitan con urgencia rehabilitar uno de esos dos pozos. Dice que ellos han metido demasiado dinero y no han logrado su rehabilitación, ya son presa del desánimo, porque no han obtenido el volumen que necesitan.
“Se nos ha agotado el agua, por lo que estamos solicitando ante las dependencias gubernamentales que se nos haga una reposición de los pozos, pues es la única problemática que le aqueja a nuestro ejido, la falta del vital líquido para seguir adelante, porque si nosotros tuviéramos la misma cantidad de hace varios años, seguiríamos repuntando en nuestro trabajo”, se lamenta a su vez Jaime Saldívar.
Hace como unos meses, le invirtieron 100 mil pesos a un pozo con la esperanza de que tuviera agua, pero no hubo resultados, ya que extrajeron ocho litros por segundo, agotándolo en su totalidad en 15 minutos. Por lo que están pidiendo al Gobierno Estatal y Federal, haga una reposición de esos pozos.
Ya en los plantíos de nogales, al tiempo que inicia una recolección de nueces, declaran que en la actualidad tienen dos tractores que han comprado con recursos propios, por lo que orgullosos dicen los representantes ejidales que ni para eso han necesitado la ayuda del Gobierno.
“La realidad es que tenemos ganas de trabajar y la prueba de ello es que seguimos conservando los establos y no hemos vendido ni rentado una sola de las 444 hectáreas de tierra que conforman esta comunidad ejidal”.
Por su organización y por su producción de uva y nuez, en años anteriores este ejido ha sido modelo a nivel nacional. En tiempos de bonanza de El Manantial se tenían más de 46 hectáreas de nogal pero en la medida que fueron careciendo de agua, tuvieron que dar de baja a este cultivo, para darle prioridad al forraje. Actualmente solamente son diez.
Ejemplo de organización
El Manantial cuenta con escuelas de nivel básico y medio donde la mayoría de los muchachos son buenos estudiantes, dado que sus padres les han sabido inculcar que la educación es la base del progreso, además porque están alejados de “los vicios de la ciudad”.
Por seguir con la tradición de sus abuelos, es tal la unión y colaboración, que desde hace 40 años no está permitida la venta de cerveza en la comunidad, ni siquiera el 13 de noviembre, cuando tiene lugar el aniversario de su fundación.
En un día entre semana por la mañana, las calles del poblado se aprecian vacías, toda la gente está ocupada haciendo sus obligaciones: los niños y jóvenes en la escuela, los mayores trabajando en los quehaceres del hogar —en el caso de las amas de casa—, labrando la tierra o pastureando las vacas.
Son 25 familias las que están de acuerdo con las disposiciones ejidales, ya que promueven las buenas costumbres. Tan es así que no está permitido establecer billares o videojuegos. En caso de que así sucediera, se recuerdan los principios que les dejaron sus antepasados y por presión de la Asamblea Ejidal, se retiran.
Los pobladores sienten orgullo de que los niños aún no tienen contacto con las costumbres de la ciudad, “donde los infantes y jóvenes pierden su tiempo enajenando sus cabezas y dejando a un lado espacios donde puedan fomentar otros valores y principios”, comentan.
“Esa también es la preocupación de la Asamblea Ejidal, porque sabe que las cosas que no dejan provecho pueden evitarse con el simple hecho de no tenerlas al alcance, por eso todos estamos en la misma línea y no queremos que los juegos electrónicos desvíen nuestro objetivo”, añade Luna Martínez.
Por eso señala que cuando alguien “se pasa de la raya”, la Asamblea Ejidal en pleno habla con la persona y si no se ajusta a las reglas se le invita a dejar la comunidad. No han tenido problemas en este sentido, ya que argumenta que ese tipo de gente se va por sí sola, ya que su propia naturaleza le impide adaptarse a ese sistema de vida.
Ya en el trayecto de regreso al establo, afirma la máxima autoridad ejidal: “Esto es parte de nuestro orgullo, porque si el colectivismo ha funcionado hasta hoy, es por la unidad que hemos tenido y que nos ha permitido todo este tipo de cosas”, argumenta Jaime Saldívar.
Dueños absolutos
Para estar integrado por 25 ejidatarios y sus familias, El Manantial es una población densamente habitada.
El comisariado ejidal se apresura para explicar que en los tipos de bonanza de El Manantial a la gente que iba a trabajar se le permitió hacer sus casas y ahí se quedaron, pero nada tiene que ver con el negocio y que para seguir conservando el orden y la seguridad, se han preocupado en investigar que las personas que llegan a la comunidad tengan una reputación intachable.
El Programa de Certificación de Derechos Ejidales (Procede), entró pero no para lotificar sino para deslindar las tierras que no corresponden al ejido con la superficie territorial que es de las pequeñas propiedades ubicadas a un lado de El Manantial.
De acuerdo a lo que comentan las autoridades ejidales, todos ahí tienen que respetar la estructura comunitaria, “sean o no ejidatarios, todos tienen que vivir bajo el mismo esquema de organización y colectividad”.
En el título de propiedad que le llegó a cada uno de los ejidatarios, explica que a cada quien le corresponde un cuatro por ciento del total de las hectáreas. Por eso nadie puede vender sin la autorización de los 25 socios porque son copropietarios, de esa manera siguen conservando lo que tienen y su dominio.
La mañana es fresca en El Manantial, al presidente del Comisariado Ejidal parece agradarle. Bajo un sol reconfortante, éste platica que únicamente será cedido un pedazo de terreno a un familiar directo o, en su defecto, a personas previamente investigadas para que habiten dentro de la comunidad. A quien no acate esta orden, la Asamblea Ejidal tiene la facultad de recogerle el terreno o sancionarle por no cumplir con la disposición.
Solamente un “primordial”
Domingo Bustamante García es el único “primordial” que queda en el ejido y es una institución para todos sus habitantes. Es una persona que los inspira y los orienta en el trabajo.
Las costumbres que consideran buenas son promovidas en esta comunidad y están arraigadas. Tan es así que generalmente a las 11 de la noche, todos sus pobladores están ya en sus casas. Es parte de lo que gente como Bustamante García les ha recomendado y que ha permitido que la vida en El Manantial se desarrolle tranquilamente.
Escasos apoyos
Son pocos los apoyos que El Manantial recibe del Gobierno:
- De acuerdo a la superficie territorial y al número de tractores que tienen, la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa), les otorga un porcentaje de litros de diésel por cada tractor.
- Reciben 400 litros mensuales que tienen que consumirse en el lapso de 30 días, pero ellos requieren mucho más cantidad de combustible y no dejan de reconocer que es una buena ayuda.
FUENTE: Investigación de El Siglo de Torreón.