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El Mejor Amigo del Hombre / “La Ginebra”

Lucy Alvarado

Era una perrita callejera que fue recogida cerca del mercado del centro de la ciudad por uno de los integrantes de un trío. Así es, de un trío, de esos que van de bar en bar, de cantina en cantina, caminando desde temprana hora en busca de clientes que quieran pagar por algunos minutos de música.

“La Ginebra’’ era negra, criollita, pero muy fiel a su amo, don Ernesto. Él quedó en la calle debido a la dura situación económica. Lamentablemente por su avanzada edad y falta de educación tuvo que empezar tocando el acordeón en los camiones y las esquinas.

Al poco tiempo se le unieron otros dos compañeros que también quedaron desempleados de la “maquila”, y como a los tres meses se encontraron en un terreno a “La Ginebra”, flaquita, atropellada, con hambre y ya casi a medio morir, don Ernesto sintió lástima por ella y aunque esos días él andaba sin nada de dinero decidió llevarla a su cuarto y darle cariño por unos días.

Conforme pasó el tiempo “La Ginebra” formó parte del equipo, acompañaba a don Ernesto a todos lados durante el día y en las noches iba junto con sus dueños de bar en bar. “La Ginebra” fue testigo de pleitos dentro y fuera de la cantina, de borrachos tirados en la calle, de cantineros amargados que querían correrla de la entrada y de personas que debido a los influjos del alcohol le daban palmaditas en la cabeza, la saludaban e incluso le convidaban botana.

Sus dueños siempre le compartían la mitad de lo ganaban, a ella le compraban sus menudencias, sus huesos con carne e incluso contaba con veterinario, el cual no les cobraba consultas, ni medicinas y a veces hasta la comida corría por su cuenta.

Así paso el tiempo, y bien dicen que los años no pasan en vano, cada día se volvía muy pesado para don Ernesto y ahora estaba solo. Sus compañeros se habían ido a probar suerte al otro lado y ahora “La Ginebra’’ y él andaban solos por el centro de la ciudad en busca de algunas monedas para seguir viviendo.

A pesar del lento e inseguro andar de don Ernesto la gente le seguía pidiendo uno que otro corrido e incluso había quienes le daban ayuda para él y su “Ginebra’’. Una fría noche de invierno, ya de regreso a su chozita, don Ernesto no pudo más con la edad y la vida, poco a poco fue cayendo al piso y en vano trató de levantarse.

Alzó su vista al cielo, pidió al Creador que cuidara a su “Ginebra’’, la miró a sus ojos cariñosos y le dijo -“Te Quiero, gracias por tu compañía”- y lentamente cayó en el sueño eterno. “La Ginebra’’ se acostó al lado de su amo y en un gesto de amor de nuestro Señor, ella también durmió para siempre.

Al escribir esto se me llenan los ojos de lágrimas de dolor, de sufrimiento, de impotencia porque aún no entiendo como siendo ellos animales tan fieles, tan llenos de vida, tan agradecidos, existan personas quienes en lugar de tomarlos en cuenta los traten con indiferencia, golpes, soberbia y prepotencia.

Si tienes un perro, te pedimos por favor que lo cuides, que lo ames y que le des el lugar que se merece, y si conoces a alguien que tenga uno pásale estos simples consejos, hagamos de este lugar un mundo más humano que sea digno de todos los animales.

Lucy Alvarado lucy6818@yahoo.com

Arturo Castañeda wolfschauze@ieee.org

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