Hace poco tiempo, cuando iba a la universidad, conocí un perro que vivía en la azotea de una casa. A pesar de estar en ese lugar tenía su sombra y se veía que lo cuidaban y que lo trataban bien. A veces me tocaba ver cuando estaba comiendo, en otras ocasiones jugando solo, se veía que era feliz. En ocasiones, cuando veía gente desconocida acercarse, rápidamente se levantaba y ladraba, avisando que alguien extraño se acercaba a su familia.
Siempre lo vi bañado, limpio, incluso con su collar. Se le podía encontrar al atardecer sentado, viendo todos los carros que pasaban por la Cuauhtémoc, sintiéndose dueño de todo lo que estaba frente a sus ojos. Hoy que anduve dando vueltas por ahí, quise ir a saludarlo, y cuál fue mi sorpresa que ya está construido un segundo piso sobre la casa. Al acercarme noté que había una cubeta de agua a la entrada de la casa, sobre la banqueta, el agua estaba sucia, supongo que caliente por el sol y no encontré ninguna sombra alrededor.
Al dar vuelta sobre la esquina preguntándome qué le había sucedido al perro, lo encontré debajo de una camioneta, flaco, sucio e incluso arisco y algo golpeado. Lo que más me dolió fue ver la tristeza en sus ojos, el dolor que ha de sentir porque en un tiempo fue el rey de la casa y ahora no es más que un estorbo. Esto es muy común, que durante la etapa de cachorros o de “novedad” los perros sean tratados como reyes, pero en cuanto crecen son echados a la calle, vistos como estorbo e incluso maltratados y dejados a su suerte.
Ellos sufren mucho y a eso debemos agregarles los peligros comunes como los carros, las peleas con otros perros, las pandillas y los adultos que los maltratan. La indiferencia ante este tipo de problema es lo peor que se le puede hacer a cualquier animal. Si nosotros enseñamos a los niños a cuidar y respetar a todos los animales es muy probable que el número de perros callejeros se reduzca en un futuro, ya que estaremos creando una verdadera cultura de respeto al animal.
Recordemos que no hay peor ofensa para cualquier animal que la indiferencia ante su precaria situación. Y si alguien tiene la oportunidad de adoptar a un perro callejero para volverlo a hacer sentir querido, él y nosotros (los amantes de los perros) se los agradeceremos infinitamente. ¡Gracias! A todos aquéllos que día a día se preocupan por darles un poco de agua y alimento a los perros olvidados.
Lucy Alvarado lucy6818@yahoo.com Arturo Castañeda wolfschauze@ieee.org