Hace poco menos de dos años conocimos a una perrita callejera. Sus dueños nos dijeron que se llamaba “Paloma”, bonito nombre para una perrita no muy bonita, sucia, de pelaje duro, algo grande de edad, blanca con manchas negras y muy cansada, ¿sus dueños? Unos indigentes que caminan y caminan por todo el centro de la ciudad de Torreón, quienes uno o dos días a la semana vienen a nuestra banqueta por un poco de ayuda que les podemos dar; pero la “Paloma” muy inteligente comenzó a reconocer nuestra calle, nuestra puerta y empezó a venir diario o casi diario.
Nos habían dicho que le gustaba mucho comer pollo, que por cierto se lo daban crudo y de la parte más barata, es decir, solamente patas crudas; empezamos a ofrecerle croquetas y alimento en lata pero no era de su agrado, por lo que en esta casa se empezó a guardar diario las dos piernas de pollo cocidas para la “Paloma”, quien se convirtió en parte de nuestra familia.
Llegaba la tía Telly y decía “me encontré a la ‘Paloma’ por la Hidalgo” o llegaba Lulú y nos reclamaba “la ‘Paloma’ está allá abajo (vivimos en departamento) ¿ya le dieron de comer?” o Pepe iba a comprar el periódico en la mañana y llegaba diciendo “me acompañó la ‘Paloma’” y Coco todos los días decía “voy a cocer pollo porque no tengo para darle a la ‘Palomita’ mañana y ésa no perdona el pollito”.
Ella se sentía querida, igual venía en la mañana, al medio día o en la noche, pues sabía que aquí siempre se le daba lo que venía a buscar, su agua fresca y limpia, su pollo y una caricia; a veces traía invitados y se le veía segura y orgullosa de saber que aquí era su terreno. Nunca se quedó con nosotros a pesar de saberse querida, seguía detrás de sus dueños, caminando y caminando, siempre fiel como sólo los perros saben serlo.
En varias ocasiones estuvo preñada, tenía a sus crías en un baldío lleno de basura y por supuesto se le morían o se los robaban. Se perdía unos días y aparecía golpeada, enferma... en una ocasión sus dueños nos dijeron que la habían operado de un tumor, que una buena señora, dueña de una panadería, la había llevado con un veterinario... a pesar de que no era una perrita bonita ella siempre despertaba ternura; desde aquí un agradecimiento a la señora que en esa ocasión la ayudó.
El sábado dos de agosto, pasando por la avenida Matamoros encontré a la “Paloma” tirada en la calle, ya tenía unas dos semanas muy débil, justo después de su último parto, ya no quería comer, sólo tomaba mucha agua... cuando me vio ya no abría los ojos, pero oyó mi voz y movió la cola dos o tres veces; le di agua, le llevé comida, yo creía que sólo estaba débil. Me fui a la casa a hablarle a un veterinario, pero en ese lapso de tiempo ella se movió del lugar y él no la encontró, le dejé dicho a su dueño que la llevara al doctor pero no lo hizo, en fin, fueron idas y venidas y dos días después supimos que se había muerto, por supuesto en la calle. El sábado que la vi, supe que sería la última vez que vería a esa perrita callejera, tan fiel a sus dueños.
Toda la familia y amigos ya saben que murió la “Paloma” y a todos nos ha dolido mucho, la recordaremos siempre con mucho cariño, adiós “Paloma”, tu pollito cocido se lo daremos a la “Canelita” o a otras “Palomas”, en nuestra ciudad hay muchas... pero ninguna como tú.
Lucy Alvarado lucy6818@yahoo.com Arturo Castañeda wolfschauze@ieee.org