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El Mexe/Plaza Pública

Miguel Ángel Granados Chapa

Fundada el 16 de noviembre de 1926, como parte de un vasto plan de educación popular, la escuela normal rural de El Mexe, en Hidalgo, ha sido clausurada. Su internado cerró y las clases de un nuevo semestre se reanudaron ayer, con muy escasa asistencia, en instalaciones dispersas en la distante Pachuca, a que acudieron alumnos ganados por el señuelo de becas de dos mil pesos al mes.

Todavía el domingo se efectuaron reuniones para intentar que ese atentado se revierta. Hoy llegarán a la ciudad de México, a la Secretaría de Gobernación, estudiantes que buscan condiciones de negociación mejores que las puestas en práctica en Pachuca. Ante la ausencia permanente del gobernador, que padece la alucinación de querer gobernar al país cuando le ha sido imposible hacerlo en Hidalgo, las conversaciones con los estudiantes las conduce un antiguo porro, el secretario de gobierno Aurelio Marín Huazo. Hace un cuarto de siglo, novel diputado local, reciente ex líder de la federación estudiantil, el hoy flamante gobernador en funciones encabezó una represalia de vándalos contra agentes municipales de Tulancingo, a los que secuestraron y en Pachuca dieron una tunda. Es que la policía tulancinguense había querido meter al orden a las huestes de Marín Huazo.

Hoy las cosas son al revés. Marín Huazo ha movilizado cientos de agentes estatales para impedir el paso a los normalistas de El Mexe, aun cuando buscan llegar a Pachuca a negociar. Hay que admitir que las precauciones policíacas no son del todo gratuitas. En la última semana de agosto, cuando se encendió la mecha del actual conflicto, dirigentes estudiantiles de El Mexe secuestraron vehículos de personas ajenas a su problema y antes de entregarlos a la autoridad incendiaron algunas unidades. Se ha denunciado, asimismo, que en el internado que dejó de operar al comienzo de este mes se practicaban toda suerte de desmanes. Una estudiante denunció la semana pasada haber sido víctima de vejaciones inadmisibles, que no pueden ser toleradas. Pero la utilización política de su desgracia, que ha hecho el gobierno simulando que es la sociedad civil la que se queja, es también insoportable: parapetada tras la firma de media docena de respetables mujeres, la directora del Instituto Hidalguense de la Mujer ha pagado espacio en los medios para demandar al gobernador, como si no fuera su subordinada, justicia en el caso de una joven cuyo nombre difunde para su desprestigio.¡Y nada de que “el gobierno paga los estudios” de los normalistas, como dice! Para llevar educación masiva al campo, durante el gobierno de Calles se estableció el sistema normalista rural. Lo dirigió en sus comienzos el maestro Luis Villarreal (cuyo texto de Geografía humana abría hace medio siglo los ojos de educandos tiernos al entorno mundial). Tan central fue El Mexe en ese sistema, que lleva precisamente el nombre de aquel ameritado profesor. Al paso del tiempo dirigieron la escuela otros pedagogos renombrados, como José Santos Valdez o Plinio Noguera, por sólo mencionar algunos.

La transformación de la sociedad mexicana, que se trocó urbana con desmedro de lo rural, y una dejadez creciente respecto de la enseñanza normal en general, como si no importara ya la formación de maestros, amén de otros factores fueron generando una crisis que se agudizó en los veinte años recientes. El abandono generó abandonó y se convirtió en fuente de innumerables nuevos problemas, la ingobernabilidad de los planteles el más notorio de ellos. En El Mexe, en febrero del 2000 un conflicto de proporciones análogas al que hoy está en curso hizo que los estudiantes cometieran un acto de barbarie: atraparon a granaderos que pretendían invadir su escuela y en la plaza principal de Tepatepec. el centro urbano más próximo a la normal, los mantuvieron cautivos y desnudos durante muchas horas.

En esta ocasión el problema se precipitó porque coincidieron dos de los factores que tienen en ruinas la enseñanza normal rural y la de El Mexe en particular: un director inepto fue impugnado (desconocido se dice en la jerga estudiantil) por uns alumnos reprobados, y huyó del plantel. Fue el preámbulo de una medida planeada a la que faltaba el detonante fabricado de ese modo: se anunció el cierre del internado, y luego la pérdida del semestre y la reanudación de labores en Pachuca. El vandalismo practicado por los estudiantes en su primera reacción fue justamente condenado por la población en general.

Es seguro que a casi ochenta años de su fundación, El Mexe y el resto de las escuelas normales rurales no satisfagan ya las necesidades para las que fueron creadas. Puede creerse que las autoridades tienen razón cuando denuncian autoritarismo, problemas sanitarios, faltas de respeto a las personas, negocios particulares, sectarismo, etcétera. Pero la función del gobierno es resolver problemas, no generar otros nuevos y más embrollados. Como en la vieja metáfora, al cerrar el internado y prácticamente cancelar la operación de El Mexe, no sólo tira el agua sucia de la bañera, sino también la bañera y al niño dentro de ella.

Nadie en su sano juicio objetará que se tire el agua sucia, es decir, que se limpie a El Mexe de sus deformaciones y sus lacras. Si hay delitos que perseguir, la procuración de justicia (que haría bien en asistirse de organismos de derechos humanos fiables) debe hacer su tarea. Y debe dotarse de nuevo aliento, abrir nuevos horizontes a quienes quieran prepararse para volver a sus comunidades a enseñar.

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