Cada vez hay más gente hostil, quizás debido a las presiones del mundo moderno, pero eso no impide que la hostilidad tenga su efecto negativo en la salud. Por supuesto, algunas veces es apropiado enojarse. Pero la mayoría de la gente no puede decir la diferencia entre una reacción apropiada de coraje y una sobrereacción. La hostilidad es mala para el corazón, nos lo han dicho los médicos por mucho tiempo. Y no escuchamos esta advertencia. Es por ello que cada vez debemos de meditar más acerca de la hostilidad que con frecuencia sentimos. Podemos hasta apuntar en una libreta nuestras reacciones y entonces preguntarnos si la respuesta fue constructiva. Y hay que dejar registros de nuestras reacciones para ver si las podemos ir modificando. Si nuestra agenda revela un patrón de sobrereaccionar. Hay que buscar los modos de transformar el diálogo interno para alterar nuestras respuestas. Pero hay que tener paciencia. Todos los cambios -pero sobre todo los cambios personales- involucran un trabajo duro. No hay que esperar milagros de la noche a la mañana.