El conflicto interno que deja la muerte de una persona amada, puede drenar las energías vitales. Si no se encara el hecho irrefutable de la ida del ser querido, las heridas emocionales pueden ser profundas e impactantes. Cierto es que, tras la muerte de alguien que uno ama, hay un período natural de duelo, pero no es aconsejable acudir a métodos artificiales para sobrellevarlo. Los tranquilizantes y las píldoras para dormir pueden ser de algún beneficio en las etapas iniciales del duelo, pero no deben volverse una costumbre. Enfrentarnos a la realidad de la pérdida, ciertamente toma tiempo y no es un proceso libre de dolor. El sentimiento de culpa es el componente universal del duelo. Nos sentimos culpables de no haber sido nosotros los llamados por la muerte –aunque juzguemos que nuestro comportamiento que hemos tenido con la persona fallecida, no deja nada que desear. Cuando la muerte entra en la familia, no hay una respuesta específica que sea apropiada para todos. Las reacciones son tan inmensamente variadas como las personas mismas.
