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El museo Escher es un tributo al mago de las paradojas visuales

LA HAYA, Holanda (AP) .- El holandés Maurits Cornelis Escher afirmó alguna vez que tenía más en común con las matemáticas que con otros artistas, y su obra lo confirma con la contundencia de un teorema.

En la lógica abstracta de su mundo, los pájaros se trasmutan geométricamente en peces y el agua parece flotar hacia arriba gracias a un alarde de perspectiva y artesanía.

Treinta años después de su muerte, el surrealista Escher ha ascendido al rango de los grandes artistas holandeses como van Gogh y Rembrand con la apertura reciente de un museo dedicado exclusivamente a su obra.

El museo funciona en un palacio de tres pisos, un lujoso edificio del siglo XVIII donde vivió la reina holandesa Emma, en el centro histórico de La Haya. Pero en contraste con los castillos paradójicos y espacios extraños en la obra del artista, el museo está entre cuatro paredes sólidas con escaleras señoriales que obedecen a las leyes de la física.

Derivada de la colección del museo municipal de La Haya, la muestra presenta cronológicamente las obras de Escher. En el primer piso están los primeros esbozos realistas, retazos en linóleo y algunos diseños comerciales. En el segundo piso, el principal, se presenta la mayoría de las ilusiones ópticas que lo hicieron famoso, agrupadas temáticamente.

Esas maravillas de perspectiva incluyen varias versiones de aves que se transforman en peces, como "Cielo y agua" y las pautas estilizadas geométricas, casi cristalinas, de las lagartijas de "Desarrollo".

En un toque moderno, el museo ofrece en el tercer piso una muestra de "realidad virtual" que proyecta algunas de las obras más conocidas del artista en hologramas móviles. Esto permite a los visitantes ver, entre otras cosas, sus "Reptiles" en movimiento, circulando como por arte de magia entre el ámbito bidimensional del lienzo y el tridimensional del espacio.

Escher nació en Leeuwarden en 1898 y trabajó como artista durante casi toda su vida, aunque sólo cobró notoriedad en la década anterior a su muerte en 1972.

Se le conoce sobre todo por sus pautas geométricas entrelazadas con tal precisión que han sido utilizadas por los científicos que estudian la formación de los cristales. Pero sus obras más populares son escenas paradójicas --versiones gráficas del País de las Maravillas de Alicia-- que parecen normales a primera vista pero que escudriñadas parecen violar las leyes de la naturaleza. El efecto puede resultar enervante.

"Siempre llega el momento en que uno se da cuenta de que hay algo completamente distorsionado", observó la portavoz del museo Micky Piller.

En "Cascada", el agua cae de lo alto para impulsar la rueda de un molino y luego el mismo hilo acuático parece ascender por un sistema escalonado de acueductos al punto de partida. En "Manos dibujantes", dos manos al parecer se dibujan mutuamente.

"Escher tiene esa rara habilidad de aunar la alta cultura con la cultura popular y atraer a mucha gente que podría no apreciar la naturaleza esotérica de tantas obras de arte que se ven en estos días", dijo Ron Netsky, director del departamento de arte en el Nazareth College en Rochester, estado de Nueva York.

Mientras pintores surrealistas como Salvador Dalí exploraban los sueños y Rene Magritte experimentaba con paradojas visuales, Escher examinó las fronteras de la física y la lógica, una característica que lo hizo particularmente popular entre los científicos y los matemáticos.

Escher escribió que "en mis obras trato de atestiguar que vivimos en un mundo hermoso y ordenado, no en un caos sin normas, aunque así lo parezca algunas veces".

"Mis sujetos también suelen ser festivos: no puedo resistirme a demostrar lo absurdo de algunos de los principios que consideramos axiomáticos", agregó. "Por ejemplo, es un placer mezclar intencionalmente objetos de dos y tres dimensiones, relaciones de superficie y de espacio, y tomarle el pelo a la gravedad".

Aunque el museo de Escher probablemente nunca será tan popular como el Museo Van Gogh, ni tan importante para los historiadores del arte como la Mansión Rembrandt, muestra una colección completa de obras de Escher bajo un solo techo y los visitantes le han prodigado elogios.

Samanta Benito, de Argentina, comentó que la muestra de "realidad virtual" y otra de perspectivas engañosas estaban "bien integradas" con el resto del museo. "Pero el arte en sí es lo mejor", enfatizó.

El suizo Matthias Gaderthuel dijo que siempre había admirado los dibujos de Escher pero que nunca había visto los originales. "Uno se pregunta cómo podía imaginarse tal cosa", se maravilló. "No es fácil componer este tipo de obras: hay que idearlas minuciosamente".

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