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El paraíso de junto

Adela Celorio

Por las razones que sean acá de este lado no acabamos de levantar el vuelo, mientras del otro lado, en el paraíso de junto, según parece ya han iniciado el descenso. Vamos a Estados Unidos, decía papá aunque sólo llegábamos hasta San Antonio. Alguna vez nos aventuramos hasta Nueva Orleáns, deslumbrados, tirando baba porque; estas carreteras parecen planchadas. Porque; las cafeterías rechinan de limpias y nos reciben con un vaso de hielo. “No cabe duda que estos gringos son unos fregones” aseguraba papá entusiasmado. Para mí las carreteras no significaban nada, en cambio los supermercados repletos de Milky Ways, de chicles “americanos”, de novedosos broches para el pelo, peines, cepillos y pasadores con fina punta de goma, me provocaban compulsión.

Entrar en las tiendas departamentales con dólares de aquellos de 12.50, era casi el paraíso. Los Mac Donalds no habían caído todavía como una plaga sobre la humanidad y las hamburguesas constituían un disfrutable plato típico de la cocina estadounidense. Aún recuerdo el golpeteo de mi corazón la primera vez que pisé Nueva York. El inabarcable Museo Metropolitano, Central Park y la alucinante calle de Brodway con sus tiendas de chucherías eran para mí el no va más. Para que no faltara nada en el paraíso de junto, tenían también a Tony Curtis y a Marilyn Monroe. Este es el verdadero imperio donde nunca se pone el sol, afirmaba papá, y yo que nunca estaba de acuerdo con él, en ese caso si lo estaba. Pero por entonces alguien mató a Kennedy sin que los ciudadanos estadounidenses pudieran aclararse nunca la verdad. A partir de ese momento, aún a simple vista de quienes no somos analistas políticos se empezaron a percibir señales de descomposición. Entre otras, la nave espacial Columbia que estalló por un error previsible, las torres gemelas que cayeron mil veces en nuestras pantallas sin que sus sofisticados servicios de inteligencia pudieran evitarlo; y algunos otros horrores. Pero para no tocar asuntos que me rebasan, prefiero mencionar tragedias menores como las balaceras que se organizan en las escuelas los niños armados, el incendio de una discoteca donde se achicharraron varios jóvenes y la jubilosa elección de Terminator como Gobernador de California. Ya me canso de llorar y no amanece por acá cuando ya ha empezado a caer el crepúsculo sobre el paraíso de junto. Siendo México un país que estornuda cuando al vecino le da gripa, sólo nos queda pedir que Dios nos agarre confesados.

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