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El patio de atrás.../Hora Cero

Roberto Orozco Melo

El cese del embajador de México ante el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas, Adolfo Aguilar Zinser y la indiscreta frase que lo provocó es ahora un manoseado tema público; sin embargo, no sobran algunas consideraciones surgidas a propósito de este caso...

Lo primero que se nos ocurre es una cuestión elemental: La burocracia diplomática puede hablar o no sobre temas que interesan a la sociedad mexicana; o es que la tradicional hipocresía del anciano régimen campea todavía por sus fueros en el ambiente público...

Ya sabemos que en el trato entre embajadores el fingimiento es lo único auténtico. La palabra “diplomático” tiene, aparte de su acepción semántica, la extensión de “circunspecto, sagaz, disimulado y afectadamente cortés” que da el diccionario de la Real Academia; aunque el pueblo mexicano, al que le vale pura m.... la sacrosanta institución de la Lengua, suele usar el vocablo diplomacia como sinónimo de falsedad y doblez. La sinceridad nunca ha sido aceptada como cualidad en un funcionario del servicio exterior de cualquier país.

Si valiera que los diplomáticos pudiesen exponer sus opiniones libremente y con claridad, Adolfo Aguilar Zinser podría ser declarado inocente de la causa grave que le fincó la Cancillería mexicana. Pero no, la afectación y el disimulo en la conducta suelen ser las primeras reservas que pide el Canciller en turno al momento de extender las comisiones diplomáticas y por ello le tronaron los dedos índice y pulgar antes de señalarle, con poca diplomacia, la puerta de salida.

Pero también es necesario ver las cosas con realismo, tal como son...

Reconozcamos nuestra añeja historia de dificultades frente a Estados Unidos y aceptemos lo que está patente: No somos hermanos, no somos socios, no somos aliados, ni nada que se le parezca: hemos sido eternamente vecinos. Los norteamericanos nos toleran y nosotros también los toleramos; pero de que nos caemos mal, ni duda cabe. Así nos tocó vivir y ni modo. Aguilar Zinser dijo más o menos lo que sigue, durante una conferencia ante estudiantes de una de las universidades privadas de Estados Unidos, cito: “México es el patio trasero de los Estados Unidos y solamente dejaremos de tragar camote hasta que surjan estadistas mexicanos inteligentes y patriotas”.

Tragar camote es lo que hemos hecho secularmente desde que somos República, es aguantar desaires y ofensas históricas, económicas y sociales. Es la diferencia de raza, de color, de tradiciones, de poder militar y de economía. Es, simplemente, que los yanquis son los hombres y mujeres más adinerados del mundo y nosotros estamos entre las naciones más pobres y subdesarrolladas. Somos el traspatio de Estados Unidos porque la geografía nos ha dado ese papel y lo hemos aceptado y protagonizado. No podríamos protestarlo porque nos matarían de hambre.

La expresión “patio trasero” traducido del doméstico “back yard” en idioma inglés no es original del embajador Aguilar, aunque él la repita. Alguien le marcó el plagio, pues fue Winston Churchill quien la usó contra México en la post guerra mundial número dos para señalar metafóricamente la poca importancia de nuestro país en el concierto de las naciones. No tengo registrado que algún mexicano connotado de aquella época -presidente de la República, Secretario de Relaciones Exteriores, Embajador o Cónsul- se haya escandalizado por la ligereza de juicio que exhibió Sir Winston Churchill contra México, siendo Primer Ministro de la Gran Bretaña. No había modo, tampoco, de indignarnos, pues siempre hemos sido patio trasero, de USA y nadie lo puede negar. Canadá también, pero como sus habitantes son blancos y anglo-franco-sajones no se les tilda de patieros de retaguardia. Más bien les correspondería la calificación de “front garden” o jardín al frente. Finalmente deberían reconocer casi todas las naciones del orbe que son lo mismo que Aguilar Zinser dijo de nuestra posición ante Estados Unidos: El patio trasero.

Y ni modo de lagrimear o rasgarnos las vestiduras ante la cruda realidad de nuestra asimetría con Estados Unidos, o del profundo desprecio con que suelen tratarnos cada vez que nuestros presidentes de la República meten la pata: El Departamento de Estado simplemente ordena: “Cóbrenles el agua, expulsen a los indocumentados, cómprenle a China, jodan a la Bolsa de Valores, boicoteen sus playas y áreas turísticas, devalúen el peso, impidan la entrada de los transportistas de carga, suspendan la expedición de visas” y un largo etcaétera de diversas presiones para que nuestros mandatarios viajen humildemente a Washington a pedir perdón y decir que por vidita de Diosito Santo “no lo volvemos a hacer”.

Que hayan cesado al virtual ex embajador Adolfo Aguilar Zinser tiene poca importancia, al rato cesarán a Porfirio Muñoz Ledo como embajador ante la Unión Europea, o a cualquier otro diplomático mexicano que se vaya de la lengua. Lo triste y verdaderamente importante es la incapacidad mostrada por el Secretario Derbez para resolver el retiro del embajador ante el Consejo de Seguridad de la ONU.

¿Falta de oficio político de los encargados de nuestra cancillería? En fin, en peores conflictos los hemos visto...

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