La posición adoptada por México en el conflicto de Estados Unidos con Iraq fue una posición digna y acorde con el sentir de la gran mayoría del pueblo que no estaba dispuesto a que nuestro país respaldara la guerra ni mucho menos a cooperar con hombres y dinero para lo que se consideraba era una confrontación caprichosa y absurda que al único que podía reportarle beneficios económicos era al gobierno del vecino país.
Desde luego que el presidente Vicente Fox sabía el riesgo que corría su gobierno al negarse a dar su voto aprobatorio en el Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas y el precio que esa acción eventualmente podía implicar, pues estaba consciente de que en algún momento la administración de George W. Bush pasaría de una aparente buena disposición a adoptar algunos rasgos de inflexibilidad en su política hacia México.
Una vez acabada la guerra, el gobierno de la Casa Blanca ha comenzado a mandar señales de que no está ya en la misma disposición que se encontraba al inicio de la administración de Fox, pues por principio de cuentas, no se tiene contemplada ninguna reunión bilateral para el presente año y se va a implementar un programa especial para evitar el flujo de indocumentados que intentan internarse en los EU con el fin de trabajar en ese país.
Sin embargo, la situación no puede ser peor de lo que se encontraba antes de la guerra, pues Bush estuvo dándole largas a cualquier posible acuerdo para mejorar el trato que se da a los trabajadores mexicanos en aquel país y se considera que nunca hubiera aceptado un programa para que determinado número de conciudadanos pudieran trabajar legalmente en EU, por lo que se puede estimar que en base a ello, Fox salió ganando al colocarse del lado del pueblo y optar por defender los principios antes que otorgar su respaldo a los intereses de la Casa Blanca.