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El Primer Caballero

René Delgado

Si en algún momento la alternancia hizo creer que Vicente Fox podría inaugurar el presidencialismo acotado y equilibrado, la idea se ha desmoronado. Se vive un presidencialismo compartido y desequilibrado que, en su contrasentido, obliga a pensar en la inauguración de la figura de El Primer Caballero de la Nación.

Día tras día, la pareja presidencial se empeña en poner en práctica ese nuevo presidencialismo. Aquél donde la política seria se deteriora. Aquél donde la falta de liderazgo y de coordinación del gabinete provoca absurdos tropiezos y contradicciones. Aquél donde el protagonismo de la esposa del mandatario atropella no sólo la agenda presidencial, sino también la nacional.

Un presidencialismo marcado o dominado por la pérdida del sentido de realidad.

*** Este mes ha sido elocuente al respecto. Los hechos han arrojado tres evidencias: una, la falta de coordinación en la actuación gubernamental; dos, la falta de claridad en las prioridades en la tarea de gobierno, y, tres, el posicionamiento de asuntos del interés personal de la Primera Dama frente a los asuntos del interés nacional. Evidencias que se resumen en una ausencia: La del jefe del gobierno y del Estado.

Después de dos años y medio de experiencia acumulada en el gobierno, el que la administración se siga tropezando con las mismas piedras no puede entenderse más que como un problema de novatos. El que, después de ese lapso de aprendizaje, se sigan cometiendo los mismos errores, obliga a pensar en un problema de mucho mayor envergadura y, entonces, apenas culmine el proceso electoral, habrá que pensar cómo reponer institucionalidad a la Presidencia de la República y evitar el descarrilamiento del gobierno.

De seguir la tendencia que trae el gobierno, el desafío después de la elección, la manoseada palabra “cambio” se va a cifrar no en la idea de lograr que ocurran cosas sino en evitar que sucedan. En otras palabras, en conseguir que la administración foxista culmine el sexenio sin que se dé una ruptura institucional.

*** Ejemplos del equívoco proceder del gobierno, hay de sobra.

Uno. Los esfuerzos del secretario Julio Frenk por colocar en el debate nacional el seguro popular, fracasó lamentablemente. La causa de ello fue tan absurda como simple. El mismo día que el secretario presentó el sistema de protección social en materia de salud, estaba agendada la visita de George Bush (padre) a Los Pinos.

Dadas las serias dificultades en la relación bilateral mexicano-estadounidense era evidente que el proyecto de Julio Frenk se iba a ver desplazado por el interés en la presencia de Bush. Sin embargo, ningún colaborador presidencial o funcionario de la Secretaría de Salud reparó en ella. No se coordinó la agenda y un asunto de la dimensión social que tiene el seguro popular quedó disminuido en un acto más de los tantos que hay en Los Pinos.

Así, se perdió la oportunidad de fijar la atención nacional en un asunto de esa importancia. Coordinar agendas, se sabe, no es una cuestión sencilla pero tampoco imposible. Si ésta no se coordinó, se puede pensar que no estaba en el interés presidencial colocar en el debate nacional la cuestión del seguro popular o, si lo estaba, resulta increíble que no se cumpliera con ese mínimo requisito de ver qué actos comprendía la agenda de ese día.

*** Dos. Ese mismo día, se publicó en un diario capitalino la molestia de la Oficina del Representante Comercial de Estados Unidos frente al supuesto pirataje de patentes en materia de medicamentos. Ante el reclamo, la postura que fijó el gobierno fue triple: La Secretaría de Salud estableció que no era así y que, además, no correspondía a ella verificar patentes sino sólo llevar el registro sanitario; la Secretaría de Economía reconoció una laguna jurídica en el asunto, y, por su parte, la Comisión Federal Mejora Regulatoria aceptó que se incurría en una falta que podría acarrear sanciones.

La ausencia de una postura única y oficial al respecto puso de nuevo en evidencia la falta de coordinación en la actuación gubernamental.

*** Tres. Pocos días después, el Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes de Estados Unidos vinculó el problema migratorio entre México y Estados Unidos con la apertura y saneamiento de Petróleos Mexicanos.

Ante ese lance, el gobierno actuó de nuevo de manera contradictoria. Un sector censuró y rechazó de inmediato la pretensión de los legisladores estadounidenses, pero el secretario de Economía, Fernando Canales, se manifestó a favor de abrir Pemex a la inversión privada, nacional y extranjera. Hecha a un lado la falta de sensibilidad y de oportunidad política de Canales, asombró que al día siguiente reiteró su postura y, como agregado, precisó que al término del proceso electoral se empezaría a cabildear esa posibilidad.

Desde luego, llama la atención que el secretario de Economía y no el de Energía o el director de Pemex sea el que se tome la licencia de hacer el anuncio. Un anuncio que, por lo demás, no corresponde a la dimensión de la intención que se tiene. Decir que se va a abrir Pemex a la inversión privada nacional y extranjera exige un foro y un momento preciso y adecuado. A Canales, sin embargo, no le importó el momento ni el lugar para hacerlo. Le bastó la reunión de la Concanaco para formularlo y un párrafo mal redactado para enunciarlo. Así de simple el trato dispensado a una reforma de esa envergadura.

Si la experiencia de anunciar reformas y cambios sin haber construido los necesarios consensos ya había hecho fracasar más de una iniciativa gubernamental, resulta increíble que no se aprenda. Los sectores contrarios a la reforma de Petróleos Mexicanos ya tienen ahora la fecha precisa en que pueden desatar su resistencia. Rapidísimamente, Fernando Canales se incorporó al estilo personal de gobernar: Cacarear los planes, sin hacerlos.

*** Cuatro. Pocos días después, el gobierno de Estados Unidos dio a conocer su programa US Visit que supone un control mucho más firme de la migración que se dirige al vecino del norte.

Ante ese programa, el gobierno mexicano de nuevo dividió su postura. El canciller Luis Ernesto Derbez señaló que lo veía bien y que, incluso, México implementaría un plan semejante ante los guatemaltecos. A su vez, el secretario de Gobernación, Santiago Creel, manifestó su preocupación ante la intención y despachó una misión oficial a Estados Unidos para hablar sobre el asunto.

La evidencia es que la política interior y exterior están desconectadas y sin coordinación alguna y, de ahí, que el gobierno mexicano en su conjunto no tenga una sola postura.

*** Cinco. Hace apenas unos días, se reactivó el Plan Carretero con una inversión multimillonaria que, sin duda, tendrá un efecto favorable sobre la economía interna. En el relanzamiento de esa iniciativa gubernamental, hubo dos asuntos que disminuyeron su importancia.

Por un lado, el presidente Vicente Fox centró la atención no en el conjunto del Programa sino, sobre todo, en el arco -no anillo periférico exterior, como él dice- que constituirá el libramiento de la zona metropolitana del Valle de México, que correrá de la autopista a Querétaro a la de Pachuca y de ésta a la de Puebla. Quizá, esa sola parte del programa ameritaba otro evento pero, como quiera, se decidió destacarlo en el marco del conjunto, disminuyendo naturalmente a éste.

Un libramiento de la ciudad de esa importancia, obliga a pensar que -dada la experiencia del aeropuerto de Texcoco- están ya hechos y listos todos los amarres políticos y sociales necesarios para evitar que el trazo del libramiento vaya a terminar siendo un sendero de conflictos o el anuncio de un nuevo desastre. Si el anuncio se hizo, sin antes haber conciliado con el gobierno del Estado de México y con los gobiernos municipales, la obra topará con problemas y más, si además de falta de conciliación con las autoridades estatales y municipales, la secretarías de la Reforma Agraria, la del Medio Ambiente y la de Gobernación no han hecho su chamba con los pobladores por donde correrá la carretera. Por otro lado, ese mismo día y en forma increíble, el Presidente de la República y la Presidencia de la República hicieron sendos pronunciamientos que obligadamente le restaron importancia al Programa Carretero.

El mandatario dijo, increíblemente, que “se puede calumniar... salvo cuando no se respeten las leyes” y la Oficina de Los Pinos emitió un comunicado señalando que, a pesar de que los textos (sin decir a cuáles se refería) publicados sobre Marta Sahagún y Vicente Fox “invaden y tergiversan de manera dolosa y tendenciosa el espacio de la vida privada a la que todos tenemos derecho en nuestro país”, la Presidencia de la República defenderá la libertad de expresión. Sin entrar al detalle de que la Presidencia defiende, en su lógica, la impunidad y la comisión de supuestos delitos, el que el mandatario y su oficina hicieran esos pronunciamientos el mismo día que se presentaba el Programa Carretero dejó en claro que lo importante eran los intereses personales de Marta Sahagún y no el interés nacional supuesto en un programa de la talla que es el carretero.

Todo esto sin mencionar la expresión de solidaridad del secretario Santiago Creel con la señora Marta de Fox “por los momentos difíciles por los cuales está pasando”.

Una solidaridad que obliga a preguntar con qué se solidariza el secretario de Gobernación. Y es que, después de haber aventado el ramo en el avión, de mostrar las botas de charol, de pasar a quien quiera a la cabañita acogedora, de exhibir públicamente las creencias religiosas, de darse un beso en la Plaza de San Pedro, de repartir como boletín la ecografía de la nuera presidencial, es muy difícil sostener que se irrumpe en la vida privada. Esta vez, la pareja presidencial llevó la vida privada al terreno público.

*** Si bien es grave que a dos años y medio de haber arrancado el gobierno, la administración no logre organizar, coordinar y priorizar su actuación, más grave todavía es que la agenda nacional se vea desplazada por la agenda personal de la esposa del Presidente. Seguir por ese derrotero llevará irremediablemente a un presidencialismo compartido y desequilibrado, con una hiperactiva y desbocada jefa y un recatado Primer Caballero más interesado en la doncella que en el reino.

Como ni de broma puede plantearse esa posibilidad, muy probablemente después del proceso electoral habrá que reflexionar cómo darle institucionalidad a la Presidencia de la República y cómo evitar rupturas, visto que la pareja que ocupa la residencia oficial de Los Pinos no tiene interés en ese asunto.

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