El príncipe Carlos de Inglaterra reflexiona en familia sobre la manera de acabar con los rumores lanzados por un antiguo sirviente sobre sus hábitos sexuales. El heredero de la Corona británica se refugió de inmediato en su residencia privada de Highgrove, en Gloucestershire. El príncipe cenó con su hijo mayor, Guillermo, su compañera sentimental, Camilla Parker-Bowles, y un compacto grupo de amigos y asesores palaciegos.
Carlos se reunió de nuevo en su residencia con Guillermo y Camilla y habló por teléfono con la reina. De todas estas conversaciones parece dibujarse una estrategia que se encomienda más al largo plazo y al olvido que a las acciones concretas. Aunque no hay nada absolutamente descartado, el entorno del príncipe parece renunciar tanto una acción judicial contra el antiguo sirviente como una alocución del príncipe de Gales a la nación para defender su buen nombre.
Más bien son terceras personas las encargadas de salir a la palestra en defensa del heredero mientras éste confía en que el tiempo y la saturación informativa acaben llevando al olvido unas acusaciones que en su entorno se consideran desprovistas de ningún fundamento. El nacimiento, el domingo, del primer descendiente del hermano pequeño de Carlos, el príncipe Eduardo, y su mujer Sophie, los condes de Wessex, ha servido al menos para distraer en parte la atención y reducir ligeramente la presión mediática sobre Carlos. La pequeña, octava en la línea de sucesión, nació un mes antes de lo previsto en un hospital de la Seguridad Social.
“Todo lo que se puede decir se ha dicho ya”, sostenía Clarence House, la residencia oficial del príncipe en Londres. El secretario privado de Carlos, sir Michael Peat, negó categóricamente cualquier “brizna” de veracidad en las acusaciones. Aunque los detalles no pueden ser revelados por la prensa inglesa, es un secreto a voces que el criado en cuestión afirma que sorprendió a Carlos y otro antiguo criado, Michael Fawcett, en lo que se ha definido como “un incidente” de carácter homosexual.
Carlos recibió la ayuda de amigos y sirvientes.
Simon Solari, que trabajó durante 15 años para el príncipe de Gales, afirmó que las acusaciones son falsas. Según Solari, el antiguo paje que ha abierto la crisis con unas declaraciones al diario The Mail on Sunday , nunca tuvo ocasión de contemplar nada parecido a lo que dice. Sus acusaciones son, a juicio de Solari, “malignas y llenas de mala fe”.