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El regreso/Jaque Mate

Sergio Sarmiento

“No llores por mí Argentina. La verdad es que nunca te dejé”. Tim Rice

No hay que añadir nada. Basta con decir que lo más probable es que Carlos Saúl Menem termine en primer lugar en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de este próximo domingo en Argentina. Este sólo párrafo podría ser todo el comentario de la columna de hoy.

El que los argentinos puedan siquiera considerar la posibilidad de colocar nuevamente en el poder al hombre que gobernó su país de 1989 a 1999, y a quien la mayoría de los especialistas consideran responsable por el colapso económico que finalmente se manifestó en el 2001, es sintomático de la desesperación ante una crisis que parece volverse permanente. Sin embargo, muchos argentinos recuerdan los diez años de gobierno de Menem como un oasis de estabilidad en medio de dos períodos de desastre económico. La verdad es que Menem tomó algunas medidas económicas correctas durante su mandato. Al establecer una paridad cambiaria con el dólar, como ha hecho también Hong Kong, pudo rescatar al país de la hiperinflación de los años ochenta. La apertura de la economía tuvo resultados positivos, al igual que la privatización de empresas estatales (independientemente de las irregularidades que puedan haber existido en las ventas). No sorprende que en la década de 1990 la economía argentina haya registrado un prolongado período de crecimiento.

Pero los beneficios se perdieron por un viejo pecado del populismo latinoamericano: El gasto público excesivo y la contratación de deuda para cubrir el déficit. Los ingresos obtenidos por las privatizaciones se dilapidaron en gasto corriente. Los vencimientos de las deudas se fueron acumulando y llegó un momento en que el gobierno ya no pudo renovarlos. En 1999 Menem le entregó el poder a su sucesor, Fernando de la Rúa, en una situación ya precaria. De la Rúa reclutó como ministro de Finanzas a Domingo Cavallo, el creador del plan de convertibilidad del dólar que le había dado estabilidad a la economía argentina una década antes, pero lo único que Cavallo pudo hacer durante dos años fue renovar vencimientos de deuda hasta que a fines del 2001 tomó la peor decisión, la misma de José López Portillo en la crisis mexicana de 1982: Expropiar los ahorros de los gobernados.

A pesar de esta historia, una encuesta de Jorge Giacobbe y Asociados para el periódico La Nación señalaba este pasado 23 de abril que Menem se encontraba en primer lugar, con el 22.4 por ciento de las intenciones de voto, en un campo de 18 candidatos presidenciales para los comicios de este domingo 27 de abril. El peronista tiene una ventaja pequeña pero significativa frente al liberal Ricardo López Murphy, quien ha avanzado en las últimas semanas y registra ya el 20.1 por ciento de la intención del voto. El también peronista Néstor Kirchner, candidato respaldado por el actual presidente Eduardo Duhalde, ha caído a un tercer lugar con el 19 por ciento. Más atrás se encuentran el también peronista Adolfo Rodríguez Saá, con el 15 por ciento, y la izquierdista Elisa Carrió, con el 14 por ciento.

Esto no significa que Menem tenga ya asegurada la presidencia de la república. Para empezar, un 20 por ciento de los ciudadanos están indecisos. Pero además la votación del domingo sólo servirá para definir a dos candidatos para una segunda vuelta electoral que los argentinos llaman el ballottage. Aun así, el simple hecho de que Menem pueda ganar la primera vuelta electoral nos dice mucho acerca de la actual actitud de los argentinos.

Hay buenas razones para pensar que Menem perderá la segunda vuelta contra López Murphy o contra cualquier otro rival. Si bien está en primer lugar en un grupo de 18 candidatos, la misma encuesta de Giaccobe y Asociados señala que el 64.9 por ciento de los argentinos rechaza una presidencia de Menem. Con esta cifra de rechazo sería muy difícil, si no imposible, que Menem alcanzara el 50 por ciento más uno que se requiere para triunfar en el ballottage.

Quienquiera que llegue a la presidencia argentina enfrentará una situación económica todavía complicada. Sin embargo, la crisis de los últimos años ha sido tan profunda que ya ha habido una necesaria depuración en las empresas del país. Esto significa que el próximo presidente podría iniciar su gobierno con un período de crecimiento, el cual podría prolongarse si no comete el mismo error de sus predecesores: Gastar más de lo que tiene.

Aclaraciones

Es correcta la decisión de limitar el número de apariciones públicas del presidente Fox. Pero inquieta que toda declaración del mandatario deba ser objeto de aclaración al día siguiente, como sucedió con la afirmación de que había acabado ya “la era del NAFTA”.

Correo electrónico: sergiosarmiento@todito.com

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