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El ropón de la abuelita

Gilberto Serna

Habrá algún estudio por ahí en los altos niveles de gobierno que diga como, mediante la añagaza, la trapacería y el amaño, se logran vencer los resquemores que puedan existir en contra de una medida gubernamental. O es una moda utilizar métodos poco ortodoxos, los que sean, para conducir a los pueblos por donde a los altos dirigentes se les antoja. O es un virus que ha inoculado al mundo entero considerando que mediante la trápala, la patraña y la mixtificación todos quedaremos contentos porque estamos tan absortos en nuestras mendicidades que concedemos carta de naturalización a la mentira como el supremo arte de gobernar. Abiertas están las fronteras mentales para que, sin necesidad de recurrir al uso de la verdad, ingresen ideas que se instalan como si las hayamos fabricado cada uno de nosotros. -Estáis hechos para obedecer y callar, decía aquel marqués, al que de seguro le encantaba el cuento y, yo agregaría, para tragarnos las fábulas que se les están ocurriendo, día con día, a nuestros bisoños burócratas.

Estas y otras sesudas cavilaciones nos han venido atosigando a los mexicanos en el curso de estos años, a raíz de lo que está sucediendo en el mundo entero donde las grandes potencias se han dedicado, con singular esmero, ha proporcionarnos, a manera de justificación y en busca del consenso de sus pueblos, los más grandes cuentos que se hayan escuchado desde que Caperucita encontró al lobo al llevarle el almuerzo a su abuelita. La humanidad, cuando hablan los líderes mundiales, escucha de nuevo como el peludo licantro le contesta con voz meliflua a la inocente niña ,que pregunta por qué tenía los ojos y las orejas grandes, que para mirarla mejor, oírla mejor y al inquirirle por sus dientes tan grandes vino el descaro, por que es de pensarse que no era ya necesario guardar las apariencias, contestando, el que no era de Gubbia, para comerte mejor. El lobo feroz no pudo con la irresistible tentación de hacerle al cuento, alargar el drama que estaba representando, abusando de la ingenua y candorosa menor cuando ninguna necesidad había.

Esto me acaba de ocurrir al oír el palique de Vicente Fox en su programa de radio, acompañado de gesticulaciones y agitados movimientos de manos, que lo hace aparecer espontáneo, diciendo que la injusticia social le motivó a buscar que los mexicanos paguen el IVA en alimentos y medicinas, pensando en las familias pobres, para ampliar programas de salud, para ampliar el seguro popular, para ampliar el acceso a las universidades. Para los que ahora tienen desventajas, promete, habrá becas, escuelas, caminos, comunicaciones, hospitales y unidades de especialidades. Habló de un tomógrafo, de un acelerador lineal, de la distribución en todo el país de la especialidad de neurología o neurocirugía, así como la atención de trasplantes que salvan vidas. En fin, no hace mucho lo escuchaba ponderando los beneficios que se perdieron al impedirle salir en gira de trabajo a los Estados Unidos sin que después, cuando realizó un viaje, similar al cancelado, se hayan propalado esos logros. Lo recuerdo en su campaña electoral fustigando al gobierno de aquel entonces indicando que para evitar aumento de impuestos era cuestión de un manejo honesto de las finanzas públicas. El lobo y caperucita roja, hablando de orejas, es una original muestra de engaño en que la alimaña acaba por devorar a su crédula víctima.

Se menciona que quienes proponen elevar las prestaciones fiscales asumen el costo político de apoyar el paquete económico del Ejecutivo Federal. ¿Y, eso qué? Uno que es mal pensado por antonomasia, que le sopla al jocoque, que da golpecitos en la madera para evitar la mala suerte, que cree que el martes trece es calamitoso, que no camina por debajo de una escalera apoyada en la pared, que cuando se rompe un espejo lo saca de la casa enterrándolo, que no se atreve a seguir su camino cuando un gato negro se atraviesa, se pregunta, con la misma candidez de la Caperucita: ¿y qué pasa si no se aprueba por el Congreso de la Unión? Ya en vez anterior, se propuso hacer extensivo el Impuesto al Valor Agregado a esa mercancía, lo que rechazó contundente la anterior legislatura. Lo que, de alguna manera, revela las verdaderas intenciones de la estrategia que estará empleando el Presidente, quien sabedor de que su iniciativa será motivo de una segunda repulsa , lo que en realidad busca, se entiende que por motivos puramente electoreros, con miras al 2006, es dejar constancia, que la culpa, de todos los males que aquejen a México, será de sus opositores. Lo que está claro es que no le queda el ropón de la abuelita.

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