DENVER, EEUU (AP) .- En la Vía Láctea el Sol es una estrella como muchas otras y palidece en comparación con las más grandes, pero en estos días es constante centro de atención.
En las semanas siguientes al 19 de octubre se ha sucedido la más espectacular e inesperada serie de erupciones solares jamás observada en su agitada superficie.
Ha habido por lo menos seis erupciones desde el 19 de octubre. Y se anticipaba que se incrementarían hacia fines de noviembre.
"No ha habido nada igual", se asombró Bill Murtagh, meteorólogo espacial de la Administración Nacional Oceánica y Espacial en Boulder, Colorado. "No sería muy conveniente que hubiera otra gran explosión".
La tormenta solar más intensa que afectó la Tierra en el ciclo reciente fue el 28 de octubre. Causó pocos daños, principalmente porque fue anticipada, y las empresas de electricidad y compañías de satélite tomaron precauciones.
Aun así causó un apagón en Suecia, dañó dos satélites japoneses y perturbó las comunicaciones radiales y sistemas de navegación de aviones y barcos. Las aerolíneas en las latitudes del norte decidieron volar más bajo para proteger a los pasajeros de dosis extra de radiación.
Los científicos advierten que un nueva serie de erupciones podría causar más inconvenientes.
Cada tormenta solar despide al espacio enormes nubes de partículas cargadas y supercalentadas de un volumen trece veces superior a la Tierra. La explosión del 4 de noviembre es la más poderosa registrada por el instrumental en órbita, aunque apuntó en dirección opuesta a nuestro planeta.
"Este período quedará registrado como uno de los más espectaculares", dijo Paal Brekke, científico de SOHO, un observatorio estadounidense-europeo en órbita entre la Tierra y el Sol.
¿Qué sucederá ahora? Nadie lo sabe a ciencia cierta.
Las civilizaciones antiguas, desde los sumerios hasta los aztecas, adoraban al Sol como fuerza vital. Su dinámica furibunda no fue descubierta hasta que Galileo y otros científicos en el siglo XVII empezaron a observar directamente el Sol con los primeros telescopios, sacrificando la vista en aras de la ciencia.
En 1613, Galileo publicó tres trabajos sobre las manchas solares, esos cúmulos irregulares y oscuros que puntúan la superficie solar. Al registrar su desaparición periódica, fue el primero en demostrar la rotación del Sol.
¿Pero cómo se forman esas manchas y cómo desencadenan las explosiones solares? ¿De qué modo afectan la Tierra? Los investigadores no están muy seguros.
El Sol no es una esfera sólida sino una bola de gas densa y tórrida. Rota por secciones a diferentes latitudes, como si las capas de una tarta giraran a diferentes velocidades: el ecuador gira más rápidamente que los polos.
Este fenómeno retuerce su campo magnético. La migración de plasma incandescente del interior del Sol a la superficie se ve en parte inhibida por esas distorsiones, lo que produce las manchas solares.
Las manchas solares estallan y se desvanecen en ciclos de once años. Pero eso es sólo un promedio: algunos ciclos se prolongan 15 años.
Nuevos estudios sugieren que las manchas solares también reaparecen en ciclos más largos de 100 y de 1.000 años. La luminosidad solar puede variar ligeramente durante esos ciclos, lo que posiblemente afecta el clima terrestre y --según algunos-- contribuye al calentamiento global.
El actual ciclo de once años, el número 23, culminó sin mayor agitación en el 2000. Para fines del 2003, los investigadores no le prestaban mayor atención. Hasta ahora.
Las distorsiones magnéticas de las manchas solares se intensifican hasta que algo estalla. Algunas manchas se recargan y vuelven a disparar una y otra vez. Eso es lo que está ocurriendo con los actuales cúmulos de manchas solares, numerados 484 y 486.
A 150 millones de kilómetros de distancia parecen manchitas insignificantes. Pero cada una de ellas rivaliza en tamaño con Júpiter, el planeta gigante de nuestro Sistema Solar.
Los meteorólogos de Boulder analizan los ciclos pasados para determinar si recientemente se han registrado explosiones poderosas como las actuales.
La característica de las manchas solares son sus erupciones, equivalente a un tornado espacial. Duran horas, se extienden decenas de miles de kilómetros y alcanzan temperaturas de millones de grados.
En años recientes, los astrónomos han identificado un segundo tipo de tempestad poderosa: la expulsión de masa de la corona solar (CME por sus siglas en inglés). Al igual que un cóctel molotov cósmico, es el fenómeno que ha bombardeado la Tierra en estos días.
La CME parte de la corona solar, la capa exterior y más caliente del Sol. A menudo desencadena también erupciones solares.
La CME despide inmensas nubes de partículas supercalientes a velocidades superiores a 1,6 millones de kilómetros. La Tierra a veces entra en la nube de partículas, que puede envolver el planeta durante horas.
Si las partículas llevan orientación magnética hacia el sur, atraviesan la trama del campo magnético terrestre, que apunta al norte, y penetran en la atmósfera. Esto provoca perturbaciones eléctricas y radiales, y deja estelas coloridas como la aurora en el cielo nocturno.
Los meteorólogos espaciales miden la intensidad de las CME en tres escala. Cada una de ellas va del 1 al 5.
La escala G mide la tormenta geomagnética generada cuando la nube de partículas embiste el campo magnético terrestre. Una tormenta G5 puede paralizar las redes eléctricas.
La escala S mide los pulsos de la radiación. Si un avión pasa por una tormenta S5, sus pasajeros reciben una dosis equivalente a 100 radiografías.
La tercera escala, R, mide los apagones radiales. En R5, toda la cara de la Tierra que da al Sol experimenta un apagón de radio de alta frecuencia.
La CME del 28 de octubre midió G5-S4-R4. Pero el meteorólogo espacial Murtagh aclaró que, como las empresas telefónicas y de satélite estaban preparadas, el daño fue limitado.
Una cuarta escala mide la intensidad de las emisiones de rayos X de las erupciones solares.
Durante el ciclo actual, las erupciones solares del 19 de octubre midieron X3 y X5. Del 28 al 29 de ese mes, la CME más intensa tuvo dos estallidos sucesivos: el primero midió X17.2, el mayor registro desde que se emplea la escala. Al día siguiente fue de X11.
Pero la mancha solar 486 recién se estaba despertando.
A partir del 3 de noviembre desencadenó tres erupciones a lo largo de varias horas. La última, el día 4, saturó los detectores de rayos X del satélite GOES de la NASA, que envía una imagen del Sol por minuto. El estallido "cegó" el satélite durante 11 minutos.
Afortunadamente para la Tierra, la tormenta se disparó en dirección opuesta. Oficialmente su intensidad fue de X28. Pero algunos investigadores creen que puede haber sido hasta de X40.
"Lo que está en claro es que este estallido es el más intenso jamás registrado", dijo Brekke.