El edificio más afamado de todo el mundo por su indiscutible belleza es el Taj Mahal. Tumba de Mumtaz Mahal, la esposa más querida de Shah Jahan. La construcción, edificada en 1648 a la ribera del Yamuna, uno de los ríos que más abajo confluye con el sagrado Ganges, es la obra mogul más admirada del mundo. La exhuberancia de su fábrica requirió un gasto exorbitado que dio pretexto a Aurangzeb a destronar a su padre.
Realizado enteramente en mármol, sus excelsas proporciones, el detalle de las incrustaciones con piedras semipreciosas en sus muros, la delicada filigrana de sus celosías, hacen del mausoleo uno de los tesoros arquitectónicos registrados en la UNESCO más importantes del mundo entero. El Taj constituye el icono más conocido de la India y es imán que atrae a millares de turistas que lo visitan diariamente.
Justamente por todo lo anterior no parecía creíble la noticia que apareció hace unos tres meses en uno de los diarios de mayor circulación del país denunciando que las autoridades del Estado de Uttar Pradesh donde se encuentra el edificio habían aprobado la realización de un vasto complejo comercial, bajo el publicitario nombre de “Corredor Histórico del Taj”. En el entorno inmediato del mausoleo se iban a acomodar locales para tiendas, andadores, accesos viales, estacionamientos y demás facilidades para atender las necesidades de una serie de modernos “malls”.
El escándalo producido por el reportaje fue mayúsculo, a penas proporcionado a la magnitud del mayúsculo atraco que el “desarrollo urbanístico” con valor de casi 40 millones de dólares estaba a punto de ejecutarse en connivencia de las autoridades.
En un principio la Ministra en Jefe Mayawati negó haber dado su visto bueno al proyecto. Paso a paso, sin embargo, las indagaciones fueron revelando los escalones de poder que llegaban a su escritorio.
La obligada renuncia de la ministra no ha marcado el fin del episodio. La señora Mayawati ahora amenaza con demandar al gobierno central por haber promovido su caída y reta a la Oficina Central de Investigaciones a que se atrevan a arrestarla diciendo alegando que, estando próximas las elecciones en varias entidades, las acusaciones en su contra están instigadas por sus contrarios políticos. El Juez ha mandado catear las casas de la ex gobernadora, las de sus familiares u allegados para registrar sus bienes.
La indignación nacional y mundial ha servido para parar de un tajo las obras ya empezadas que, como se verá enseguida, podrían arrastrar consecuencias imprevisibles.
En efecto, algunos expertos creen que el irresponsable desvío del cauce ya operado del Río Yamuna puede haberse comenzado un pernicioso proceso de socavamiento de los cimientos del Taj Mahal que exigirá una inmediata y costosísima reconsolidación.
El pleito judicial está en plena intensidad. Las argucias de la Mayawati lo alargarán en acusaciones y réplicas interminables sobre quién o qué instituciones locales o centrales firmaron las diversas aprobaciones que el multimillonario proyecto requería.
Además de ello la ex funcionaria quiere imbricar el asunto en la presente coyuntura electoral en que se juega la suerte del BJP, el partido del Primer Ministro, que hasta ahora ella apoyaba con un contingente importante de votantes de Uttar Pradesh, el Estado más populoso del país.
El Taj Mahal, ejemplifica la suerte que les espera a cientos de monumentos gloriosos sembrados en todo el mundo si se les abandona a la voracidad comercial y financiera. Los gobiernos tienen la irrenunciable responsabilidad de garantizar su cuidado y preservación y salvarlos de la destrucción para que sigan inspirando a las generaciones actuales y futuras con los valores más nobles que cada una de nuestras culturas nos ha legado.
Nueva Delhi, diez de octubre de 2003
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