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El tianguis jurídico

Fidencio Treviño Maldonado

La impartición de justicia no admite riesgos, menos en los países que se nombran democráticos. Mariana Tusquets (Francia)

Entrar a los laberintos de la justicia en México es cruzar el umbral del infierno si no se tiene lana, pero si hay plata, los recintos jurídicos se convierten en un tianguis y con alfombra dorada reciben al criminal.

El diseño de nuestro marco jurídico es bonito y buenas sus leyes, el problema es la gamba de mercaderes que danzan en su entorno, gamberros metidos en la impartición de justicia, donde la anomia predomina para desgracia de los ciudadanos. Las reglas de la corrupción son innegables y sobre bases y sostenida en eterna delación preexisten sin recato en el manoseo que se le da a los casos, desde lo civil hasta lo penal.

La decencia parece perdida en la mayoría de los recintos de justicia nacionales y en su lugar ha quedado el tráfico de influencias, el cinismo y la maldita transa, que parece ser el imperio de fortunas, un escudo de impunidad, vacunación de inmunidad, el emblema nacional y los sinvergüenzas ven en la corrupción la tonta percepción de un mal necesario.

Entre gelatinoso, resbaloso y hasta sarcásticamente bizarro se ve y siente nuestro sistema jurídico, con decretos, reformas, códigos y reglamentos que son armas útiles sólo para que los mequetrefes de arriba y mandos medios trafiquen y se prostituyan enumerando artículos de la por sí tumultuosamente violada Constitución Política Mexicana.

Nuestro Poder Judicial y jurídico ha llegado a rebajarse (enlodarse) tanto, que sus recintos se convierten en un tianguis en compraventa de casos. Las miasmas del marasmo humano. En un restaurante platican -¿a quién tienes ahora? pregunta un juez a otro, en presencia de un secretario del Ministerio Público y un abogado litigante-, pues ni más ni menos que a Don Gabriel “Equis”, contesta el otro juez, ¿y?, dice quien primero preguntó, -pues hay mucha lana y el caso es fácil, tú dame 30 y te lo paso, tú sabes, micha y micha para el Sub-. El caso de Don Gabriel “Equis” en menos de una semana es turnado a otro juez “tribunal”. A Don Grabiel “Equis” le costó salir de ese desaseo judicial más de 80 mil pesillos.

Otros “casos” similares cuestan arriba de 200 mil o más, según la trompa es el taco. En los casos de gente pobre por robar una bicicleta, por asalto en despoblado, sólo se leen unas líneas lúdicas del código penal correspondiente, se dicta sentencia y ya. -Que se joda por ser pobre-, dice el cacique Robalo, en una novela de Carlos Fuentes.

Un constante compra y venta de casos y conciencias hay también en el sistema penal de lo civil, ejemplo de ello es la subasta que entre patrones, trabajadores, secretarios y abogados se dan en Conciliación y Arbitraje, jugando y poniéndole precio a la justicia y la dignidad humana.

Es tal el trafico de toda índole, influencia, dinero, prepotencia etc., que va por ejemplo desde un simple accidente automovilístico que abarca el peritaje, hasta llegar a los tribunales, pasando por los engorrosos papeleos para sacar el coche del corralón donde es desvalijado y nadie se hace responsable.

Lo peor es que nada o poco se hace por remediar esto y, parece ser que desde arriba todo está podrido como se ha demostrado en los delitos grandes, donde los ratas y asesinos del país son absueltos y lo peor es que piensan (el Gobierno y recuas que le acompañan incluyendo los monifatos impartidores de justicia), que todos los ciudadanos somos unos tontos para tragarnos esos desbalagaos y corruptelas “intencionales” que en pos de la justicia llevan a cabo en sus sofismas.

Total que para desgracia del país y ganancia de unos cuantos que sólo ven en la Carta Magna una alegoría y sin recato le quitan la venda de los ojos al simbolismo de la justicia para ver de cuántos ceros es el papel que le muestran y algunos lacayos sueltan la espada y la báscula para con las dos manos abarcar el fajo de lana que se le ofrece.

Lacerado y perdido está el país entre difusas vaguedades llenas de desasosiego y tal parece que no hay ensalmo que valga para componer la maquinaria de justicia nacional.

Más que recintos nuevos e inversiones en armas y vehículos, lo que la sociedad necesita es recuperar la credibilidad en los impartidores de justicia y para eso no se requiere dinero, sólo Ética y Moral y esos rasgos no se venden ni se compran como la justicia, esas son virtudes que se maman desde el hogar, las escuelas y usando el sentido común.

Si Cristo echó a los mercaderes del templo a latigazos, aunque de poco sirvió, porque la religión sigue siendo el gran negocio. ¿Quién tomará el látigo para azotar a los negociantes del tianguis llamado Justicia Nacional?

Bravo por los abogados probos que creen en México y sus ciudadanos, por los que aún no claudican, ni son encantados por la letanía del canto de las sirenas, cuyo sonido es causado por el tintineo del oro. Comentarios:

linga_1031@hotmail. com

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