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El tigre y la cabra

Gilberto Serna

A partir del primero de este mes, nuestro país asumió la presidencia del Consejo de Seguridad de la ONU. Sí, ese mismo al que ignorado y ridiculizado por los Estados Unidos de América, ahora pretende, en voz de su embajador Adolfo Aguilar Zínser, no aceptar como solución nada fuera del marco multilateral. Esto es, dicho en otros términos, lo que se pretende es que una vez terminada la ilegal invasión, con la ocupación de Iraq, cualquier determinación acerca de qué hacer el Consejo no permitirá “la instalación de una junta militar estadounidense” para gobernarlo, ya que todo lo que se haga en el período de post guerra “tendrá que ser en el marco legal del multilateralismo jurídico de la Carta de la ONU” o sea con la participación votada de todos los países que conforman ese organismo internacional. -Si hacemos un breve parangón con un criminal que a la luz del día asesina niños y señoras, parecería que lo que dice nuestro flamante embajador, eso sí con voz tajante, es que no permitirá que entierren los cadáveres ya que para eso está el Consejo de Seguridad absteniéndose de valorar la conducta del depredador-. A eso, hombres que tenían en su lugar sus atributos, le llamaban gran tupé.

Algo está sucediendo cuando países de un primer mundo, con criterios de peso dentro de la diplomacia internacional, dan la impresión de que no se han dado cuenta que la ONU dejó de existir en el momento mismo en que resignados permitieron que el pacto legal que inspiró a la unión de las naciones del mundo, se hiciera pedazos.

Ante la brutal decisión de EU de ignorar los mandatos de ese organismo, en vez de reunirse el Consejo de Seguridad para condenar la agresión y ordenar de inmediato el cese del fuego, preparando a sus cascos azules para que intervengan en el problema, buscando recuperar el orden de las cosas, legitiman lo que hace George W. Bush con su actitud de que la ONU debe ayudar a lo que quede de la población de Iraq para establecer su propio gobierno.

¡Habrase visto mayor lenidad! Esto que se dice pretende hacer el Consejo de Seguridad no es serio; olvidaron el viejo dicho de que más vale una vez colorado y no cien descoloridos. La ONU y su Consejo de Seguridad están ya en el fondo del bote de los desperdicios y no quieren darse cuenta. Tendrán que bailar, quieran o no, al son que les toque la Casa Blanca.

La fuerza en que se sustentaba la ONU que era la justicia y el Estado de Derecho, pierde su razón de ser cuando no se decide a ajustarle las cuentas al invasor. Los Estados Unidos harán, de aquí en adelante, lo que mejor les convenga o les venga en gana. Lo cierto es que no hay quién le quiera poner un hasta aquí a esta agresión. Lo que se hace ahora y lo que se haga en la etapa posterior a las hostilidades, lo decidirá el invasor. Porqué se habla de un multilaterismo, ¿referido a todos los países que conforman la ONU? cuando se carece del valor de sancionar en el seno de ese organismo a quien ha violado los principios contenidos en la Carta de la Naciones Unidas.

Si el Consejo Seguridad tuviera autoridad es hora que hubiera declarado como ilegal la guerra agresiva de los Estados Unidos y si realmente tuvieran dignidad, ya hubieran calificado la invasión como un crimen en contra de la paz. Si en base a ello fueran juzgados, conforme al Derecho Internacional, los crímenes en contra de la paz, ya estaríamos viendo en el banquillo de los acusados a George W. Bush, Colin Powell y Donald Rumsfeld.

Lo que está quedando al descubierto es que el egoísmo, la codicia y la tendencia belicista de un país está por encima de cualquier control. Esto, si la función esencial de la ONU era el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales. Los miembros del Consejo de Seguridad saben muy bien que cualquier intento de ejecutar coercitivamente la voluntad de la mayoría de la Naciones Unidas en relación con la actitud rebelde de la mayor potencia bélica que existe sobre la faz de la Tierra, tendría dos posibles e inminentes destinos: a), que los Estados Unidos paladinamente los ignore y los países ignorados no hagan nada, como hasta ahora ó b), que se decidan, de una vez por todas, a acabar con la arrogancia de aquél, lo que de seguro daría paso al estallido de la Tercera Guerra Mundial. Si alguien me preguntara diría que un conflicto de esa magnitud no está más lejos que la distancia que utiliza un tigre de Bengala para acechar a una cabra.

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