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¿El último informe?

Carlos Fuentes

No, aún faltan tres más. Pero a la mitad de su mandato, Vicente Fox bien puede, este primero de septiembre, perder o ganar la oportunidad de relanzar, con credibilidad y coherencia, su proyecto de gobierno para la segunda mitad del sexenio. El abstencionismo de las elecciones de julio pasado fueron un referendo pero también una advertencia. El Presidente mantiene su popularidad personal porque es un hombre, evidentemente, bueno, sencillo, honesto. Su gestión, en cambio, no corresponde a la misma confianza. Todo lo contrario. Es calificada, según quienes la juzgan, como incoherente, desorganizada, abúlica, puramente retórica, insustancial.

Vicente Fox se ha ganado un lugar en la historia gracias a una sola fecha: el primer domingo de julio del 2000. Es el candidato que acabó con los setenta y un años de monopoder priista. Es el hombre de la alternancia. No ha sido, por desgracia, el hombre de la transición. Ésta queda por hacerse y todos conocemos los obstáculos a los que Fox se ha enfrentado. Algunos son exógenos. Por primera vez en nuestra historia reciente, el Ejecutivo no controla a las Cámaras ni cuenta con su colaboración efectiva. El Congreso, a su vez, carece de la continuidad de tareas que le daría un sistema de reelección de senadores y diputados. Buenos o malos, nuestros solones saben que están calentando una curul por tiempo limitado, insuficiente para asegurar la construcción de sólidos edificios de derecho, de eficientes sistemas normativos. Más de una vez he comparado esta fugacidad legislativa mexicana con la duradera labor de los más destacados miembros del Congreso de los E.U. No todos son excelentes, el elector devolverá a sus casas a los incompetentes. Muchos representan intereses locales sumamente estrechos, como Jesse Helms y la industria tabacalera de Carolina del Norte. Pero un Edward Kennedy o un Joseph Biden para limitarme a dos ejemplos, no son reos de continuismo, sino ejemplos de continuidad. La reforma del Artículo 59 de la Constitución se ha vuelto inaplazable y ésta es una bandera que Fox puede ondear para su prestigio presente y venidero. Significa un regreso a la voluntad del Constituyente, violada por Calles al introducir en provecho propio y manipulación de guante negro, la no-reelección de los legisladores.

Doy un solo ejemplo de la visión de porvenir político que Fox puede iniciar. Necesita, todos lo sabemos, una relación de trabajo más organizada y efectiva con el Congreso, un operador que se concentre en esta gran falla de la administración actual, dejando a Santiago Creel las funciones que en su momento y con tanto brillo (doy apenas dos ejemplos) cumplieron Miguel Alemán en el gabinete ávilacamachista y Héctor Pérez Martínez seguido de Adolfo Ruiz Cortines, en el alemanista. Considerado tradicionalmente "jefe del gabinete", el Secretario de Gobernación lo es en cuanto su provincia abarca la República entera. En cambio, el "troubleshooter" o mediador dedicado a allanar la relación con el Legislativo requiere una vocación de tiempo completo, un maquiavelismo flexible y activo como el que representaron, en la presidencia de Franklin D. Roosevelt, Harry Hopkins o James Farley.

Después de todo, como lo indicó Woodrow Wilson en su célebre obra El gobierno del Congreso, la definición de los partidos fuera del Congreso puede ser tan tangible como "oscura e intangible" lo es dentro del Congreso. No es ilegítimo en un régimen democrático que el Ejecutivo busque alianzas en el Congreso fuera de la disciplina partidista. "La indisciplina legislativa" escribe Arthur Schlesinger en La presidencia imperial, "le es inherente a la Constitución norteamericana". ¿Ha aprovechado esta avenida Vicente Fox para promover su estancado programa legislativo?

Y sobre todo, ¿cuáles pueden y deben ser, en esta mitad concluyente de la administración foxista, las prioridades del gobierno? Prioridad zapatista: un problema que Fox iba a resolver en quince minutos se prolonga año tras año y seguirá arrastrándose mientras la situación del indígena no se incorpore a la problemática de la indigencia. Los indios son indios y sus culturas respetables. Pero su pobreza es inseparable de la que afecta a cincuenta millones de mexicanos y las soluciones han de ser vistas, para ser efectivas, como comunes a la mitad de nuestra población. Los indios no sólo son indios: son ciudadanos mexicanos.

Como los demás gobiernos latinoamericanos, el nuestro ha puesto un acento excesivo en la ayuda externa. Trátese de préstamos (que deben pagarse) o de inversiones (que no deben ser especulativas) seguimos sin darle la atención debida —que es primordial— al sector interno de la economía. Creo que Vicente Fox debe abandonar un discurso de buenas intenciones que tanto él como quienes lo escuchan (dentro y fuera de México) se saben de memoria, para inaugurar a tambor batiente su propio "nuevo trato". Y éste, en México, como lo ha indicado con vigor Carlos Slim, consiste en activar el sector interno, fuente real de trabajo, creador real de mercado.

No desprecio los factores externos que en efecto mantienen a flote nuestra economía —remesas de nuestros trabajadores en los E.U. y Canadá, turismo, petróleo— pero con eso sólo logramos tener la barbilla fuera del agua. Bienvenidas las inversiones extranjeras productivas, no las inversiones Schwarzenegger ("Hasta la vista, Baby"). Pero jamás dejaremos de flotar a duras penas y empezaremos a nadar de crawl mientras no pongamos en movimiento al vasto, riquísimo y rezagado capital humano de México. Esa "sociedad civil" a la que tantos desvelos le dedica Manuel Arango está allí, esperando las condiciones de seguridad, transparencia y legalidad que en vez de hundirla en la miseria o arrojarla al norte del Río Bravo, la radique en el trabajo local. En los E.U., nos recuerda Jeremy Rifkin, el "tercer sector" excede el producto nacional bruto de todas menos siete naciones del mundo. Crea empleos para el trabajo y el talento que no caben ni en el sector estatal ni en el empresarial. Crean capital social en barrios, pequeñas comunidades, zonas aisladas. ¿Describo a México? Crean el crédito rural destinado sobre todo a las mujeres y a los niños —y nadie paga créditos mejor y más puntualmente que una madre de familia—. ¿Describo a México? Comunidades locales que proponen y participan en sus derechos sociales, haciéndolos localmente efectivos. Protección de culturas, de ocupaciones tradicionales, de artesanías, del medio ambiente. ¿Describo a México? Oportunidad a cada ciudadano de tomar iniciativas locales. Librar de sus ataduras a nuestra Sociedad Gulliver. ¿Describo a México?

Hablo de una vasta energía social inutilizada a la cual Vicente Fox puede apelar, sin demagogia, con programas locales modestos y viables, para culminar con éxito su perturbada presidencia. Y no olvido ni por un minuto que cuanto llevo dicho va aparejado al más terrible desafío que confronta nuestra sociedad: la criminalidad y la inseguridad. Son éstos los antónimos de la cultura del derecho que tan lúcidamente ha explicado Federico Reyes Heroles: "De muy poco sirve la larga historia constitucional de México si la aceptación de la legalidad no ha penetrado y enraizado en los mexicanos". Aquí se juntan dos órdenes complementarios de cuestiones. El funcionamiento del aparato judicial y el desarrollo maximizado de la educación.

Espero, por todo lo dicho, que el primero de septiembre Vicente Fox renuncie a nadar de muertito los tres años que le faltan. Espero que a partir de la compleja realidad mexicana que aquí, mínimamente, esbozo, el Presidente sepa escoger y ordenar un programa que deje a un lado sus sonados fracasos, sus proverbiales impericias, sus campos de batalla exhaustos y convoque al país entero a unirse con él en una dinámica de progreso concreto, real, no retórico.

Sucede algo singularmente peligroso en México. Huérfanos hereditarios de la democracia, la estrenamos en el año 2000 y corremos el riesgo de enterrarla en el 2006. Cunde la desilusión. No hay manera de ocultar el hecho. Debemos evitar que las decepciones que rondan al gobierno de Fox se identifiquen con un fracaso de la democracia en México. Esto esperan, esto desean, las fuerzas más negativas de nuestra República.

—¿Ya ven? La democracia no funcionó. Bienvenidos de vuelta al autoritarismo.

Esto, al final de cuentas, es lo que se juega, en su tercer informe, Vicente Fox. Que no sea el último informe de un mandato desabrido sino el primero de un ejercicio vigorizado. Pues como me dijo un día un clásico de nuestra política: "Si le va bien al Presidente, le va bien a México". Adivinen ustedes.

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