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Elba Esther Gordillo/Plaza Pública

Miguel Ángel Granados Chapa

maría Hilaria Domínguez A. preside esta mañana la mesa de decanos que instalará la LIX legislatura en la Cámara de Diputados. Ella perteneció a la número cincuenta, de 1976 a 1979, como diputada por el Segundo Distrito de Nayarit. Es quien ha “desempeñado con mayor antigüedad la responsabilidad de legislador federal” y por eso encabeza el órgano instalador, por sobre Elba Esther Gordillo, que ocupará una de las vicepresidencias, reservadas por la Ley orgánica del Congreso a “los diputados electos que cuenten con las tres siguientes mayores antigüedades”.

Gordillo llegó a la Cámara por vez primera en 1979, como también lo hicieron Juan de Dios Castro y Pablo Gómez, los otros vicepresidentes, cuya designación procura “reflejar la pluralidad de la conformación de la Cámara”.

Con todo y no ser la presidenta, ni tampoco encabezar la Mesa Directiva (lo que da a quien la ocupe la responsabilidad de responder al tercer informe presidencial) ni la Junta de Coordinación, Gordillo será la protagonista de la ceremonia de instalación de esta legislatura, la cuarta a la que pertenece, dos veces antes como diputada y una como senadora. Ya presidió el Congreso y como tal dio respuesta a un informe de Miguel de la Madrid.

Pero no será su experiencia parlamentaria lo que la distingue en este día inaugural. Es la suma de su poder político y una de sus inevitables consecuencias, las andanadas que ha sufrido en los meses recientes y que llegaron a su culminación con la edición de un panfleto donde se recoge la transcripción de 43 diálogos telefónicos precedidos por breves párrafos que dan cuenta de la coyuntura en que se hicieron los telefonemas interferidos y en la mayor parte de los casos, se identifica a los interlocutores.Gordillo es la mujer más poderosa de México, hoy. En el PRI encarna dos de las posiciones más importantes de la estructura partidista: se negó a dejar vacante la secretaría general del comité nacional, cargo para el que fue elegida a la par que Roberto Madrazo. Ganó la coordinación de su grupo parlamentario, si bien en una hábil maniobra (semejante a la que sirvió a Carlos Saúl Menem para patentizar la debilidad con que Néstor Kirschner llegó a la presidencia de la República Argentina), Manlio Fabio Beltrones rehusó ir más allá de la primera ronda de votación y evidenció que la fuerza originaria de Gordillo se reducía a un número de votos apenas superior a la mayoría simple y aun menor de los que el ex gobernador de Sonora sumó cuando lo eligieron cabeza de la diputación del sector popular.

Con todo, ella está al frente de la bancada priista, la más numerosa de la Cámara. Y aunque esté acotada y, como en el futbol, sometida a marcaje personal, podrá desenvolver desde esa posición la otra faceta de su poder, que consiste en ser operadora política del presidente Fox.

Sí: en el cargo número dos del principal partido de oposición y como jefa de los diputados de ese partido, realizará tareas para el panista Jefe de Estado, como ya lo hizo en la firma del acuerdo para la calidad de la enseñanza.

Por si eso fuera poco, Gordillo es la mandona en el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, organización numerosísima, de estratégica ubicación social y política y la mejor provista financieramente en el país. La dirigió de modo formal de 1989 a 1995 y desde entonces la dirige con mano férrea.

Alguna vez escribí que los secretarios generales que la sucedieron acataban su autoridad pero no eran mandaderos de su lideresa. Me equivoqué: apena conocer de viva voz la obediencia sumisa, de subordinado timorato, que practica Rafael Ochoa Guzmán, el líder formal del SNTE, ante las instrucciones, la impaciencia y la cólera de su jefa, de su ama tendría que decirse.

Tal sometimiento, por lo demás, contrasta con el tono de gran señor que adopta el secretario general del magisterio cuando se refiere a las conductas de los disidentes, sus adversarios agrupados en la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación.

Que se conozca la catadura de Ochoa Guzmán es sólo una consecuencia, digamos que lateral, de la doble operación enderezada contra Gordillo: intervenir sus llamadas y agruparlas en un folleto aderezado con materiales periodísticos que encuadran sus diálogos privados en su conducta pública. El principal objetivo, según las apariencias, de esa ruin maniobra es desenmascarar a la diputada que hoy será vicepresidenta de la mesa de decanos. En la vida en general y en la política en particular, es claro que Pirandello acertó al dictaminar que “somos uno con unos y otro con otros”, pues los escenarios diversos en que nos movemos determinan o al menos matizan el modo de ser, sin perjuicio del estilo propio, de la personalidad esencial.

Y aunque ninguno de los interlocutores de Gordillo ignora el modo en que ascendió al liderazgo magisterial y no pueden fiarse enteramente de ella, la demostración palmaria de su doble lenguaje deja en riesgo, si no es que elimina, el lazo de la confianza que, por tenue que sea, ata a quienes mantienen una relación política.

Sorprende e intriga, en fin, que no obstante la suma de sus poderes, la principal afectada por la intercepción telefónica se abstenga de denunciarla penalmente. No se entiende por qué demorar ese paso, salvo porque haya resuelto pagar con la misma moneda y no acudir a la justicia estatal, que puede resultar blandengue o parsimoniosa, sino valerse de sus propios recursos para investigar la maniobra y castigarla.

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