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México, DF.- El número de hogares receptores de remesas procedentes de Estados Unidos casi se duplicó entre 1992 y 2000, al pasar de 660 mil a un millón 252 mil, de acuerdo con un diagnóstico del Consejo Nacional de Población (Conapo).
El estudio del organismo de la Secretaría de Gobernación (SG) indica que la crisis económica de 1995 se reflejó en un crecimiento notable del número de hogares que tiene a la migración internacional como alternativa para diversificar sus fuentes de ingreso. Así, entre 1994 y 1996 el número de hogares receptores de remesas creció en más de 400 mil unidades, al pasar de 665 mil a un millón 076 mil.
El Conapo plantea que el flujo de remesas tiene efectos visibles en el ingreso familiar, ya que contribuye a facilitar la compra de bienes de consumo y tiene el potencial para favorecer el ahorro y la inversión en bienes productivos. En el 2000 esa fuente de ingresos representó cerca de dos por ciento del monto total de ingreso corriente monetario de los hogares en México. El monto promedio anual del ingreso por concepto de remesas en los núcleos domésticos que reciben esos recursos ascendió a más de tres mil dólares; en los hogares rurales fue de unos dos mil dólares, mientras que en los urbanos fue levemente inferior a cuatro mil dólares.
La dependencia agrega que las remesas representan en los hogares que las reciben alrededor de la mitad del ingreso corriente monetario, hecho que les permite a sus integrantes acceder al mercado de bienes y servicios para satisfacer sus necesidades. Muchos de esos hogares (alrededor de 40 por ciento) son altamente vulnerables ante la posible interrupción del flujo de remesas, ya que es su única fuente de ingresos y, en consecuencia, dependen totalmente de esos recursos.
En México, el patrón general del destino de las remesas indica que los hogares dedican la mayoría de esos ingresos -cerca de 77 por ciento-, a la satisfacción de necesidades básicas y a otros tipos de consumo doméstico, incluidos aquellos “gastos” que en realidad constituyen inversiones en capital humano (educación y salud, entre otros). Al gasto en la compra, mejora, ampliación o construcción de vivienda se destina alrededor de cinco por ciento, y una proporción de entre diez y 15 por ciento en promedio del gasto monetario de los recursos es dedicada a la llamada “inversión productiva”.
“Si bien ese patrón impone límites insoslayables al papel que puede desempeñar el flujo de remesas en el desarrollo, los ahorros acumulados por los hogares y los migrantes han aportado cuantiosos recursos para el desarrollo de las comunidades y micro regiones con tradición migratoria, con importantes efectos multiplicadores en la actividad económica local y regional”, señala.
Tanto elGgobierno Federal como los Gobiernos Estatales se han acercado a las asociaciones comunitarias y a sus migrantes para alentar su participación en proyectos de desarrollo y dotación de infraestructura, conocidos como “remesas colectivas o comunitarias”.
El Conapo expone que esa opción de financiamiento por lo general funciona en pequeñas comunidades expulsoras donde las personas se conocen, han construido confianza mutua y desarrollado un fuerte sentido de solidaridad. Por tanto, señala, el reto consiste en promover y fomentar esquemas similares de asociación orientados a impulsar proyectos de inversión productiva en las comunidades de origen de los migrantes.
Por otra parte, el Conapo señala que la operación de las empresas dedicadas al negocio de las transferencias financieras se ha convertido en punto estratégico para promover una mayor vinculación entre recepción de remesas y desarrollo comunitario. “Las altas comisiones que cobran las empresas por el servicio de transferencias y el bajo tipo de cambio que pagan a los beneficiarios en México implican grandes ganancias para las empresas y una merma de los recursos, tanto de los migrantes en los Estados Unidos como de sus familias en México”, dice.
Así, si se toma en consideración tanto el costo de la comisión, como la manipulación del tipo de cambio, el costo total puede variar entre ocho y 26 dólares. “Se estima que en el año 2000, ese tipo de empresas pudieron haber ascendido, en el caso mexicano, a un monto de entre 250 y 600 millones de dólares. Una vía para reducir el costo de las remesas es alentar la competencia y el ingreso de más participantes en el mercado de las transferencias”, concluye el Consejo.