Reuters
LA PAZ, BOLIVIA.- El nuevo presidente de Bolivia, Carlos Mesa, puso fin ayer a un repudiado reparto de cuotas de poder y posesionó un gabinete integrado por independientes, para tratar de sacar al país más pobre de América del Sur de la peor crisis política y social en 21 años de democracia continua.
El mandatario, quien el viernes sustituyó al empresario Gonzalo Sánchez de Lozada, forzado a renunciar al cargo por protestas sociales, sostuvo que la estructura apartidaria de su gobierno era consecuencia de que “los partidos políticos han entrado en una gravísima crisis en su relación no solamente con el Estado, sino, sobre todo, con la sociedad”.
Sin embargo, el mandatario pidió a los partidos colaborar desde el parlamento con “un espaldarazo que no es al gobierno, sino a Bolivia”. “Hacemos un gobierno sin partidos, desde el Ejecutivo, y debemos hacer un gobierno con el parlamento, si queremos tener éxito”, dijo.
El jefe de Estado, de 50 años, tomo el juramento a 14 ministros, entre ellos a dos indígenas en las carteras de Educación y Asuntos Indígenas, y a la periodista Lupe Cajías como delegada presidencial contra la corrupción.
No obstante, Mesa dejó pendiente el nombramiento del ministro de Minería e Hidrocarburos -clave en su gobierno provisional- que, según compromisos asumidos el viernes, deberá convocar a un referendo vinculante sobre las exportaciones de gas, la riqueza principal natural de Bolivia, y reformar una Ley de Hidrocarburos que abrió el estratégico sector al capital privado.
“Este gabinete no viene a arrasar cargos ni a poner cargos, dijo al reclamar a cada uno de sus ministros “total responsabilidad” y “absoluta transparencia”. Con un promedio de edad similar a la suya, el gabinete no mostró en su composición una prevalencia ideológica o tendencia a determinadas corrientes económicas.
“Tengo la impresión de que la característica central del gabinete es la transparencia. Ninguno de sus miembros tiene pasado algo turbio. Muchos de ellos fueron colaboradores del ahora ex vicepresidente Mesa”, dijo el analista y politólogo Carlos Toranzo.
Mesa encomendó la cancillería a Juan Ignacio Siles, un sobrino de dos ex presidente de Bolivia (Hernán Siles Zuazo y Luis Adolfo Siles), quien hasta ayer presidía la comisión organizadora de la Cumbre Iberoamericana de presidentes y jefes de Estado que debe realizarse el 14 y 15 de noviembre en la ciudad de Santa Cruz, a 800 kilómetros al este de La Paz.
Tras la grave crisis en que cuatro semanas de protestas populares contra un proyecto de exportación de gas se convirtieron en un cruento pronunciamiento revocatorio del mandato del ahora ex presidente Sánchez de Lozada, ninguna fuente oficial admitió que se hubiera retirado a Bolivia la sede de esa reunión anual de los líderes de 21 países iberoamericanos.
Al frente del ministerio de Gobierno, responsable de la seguridad interior, fue posesionado Alfonso Ferrufino, un independiente y desafiliado ex parlamentario del izquierdista Movimiento Bolivia Libre (MBL), disidente del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), uno de los cuatro partidos coligados que apoyó al derrocado Sánchez de Lozada.
El también clave ministerio de Hacienda y la jefatura del gabinete económico fueron entregados a responsabilidad de Javier Cuevas, un economista que ejerció en dos oportunidades el viceministerio de esa cartera.
“Conoce el tema financiero. Es un ortodoxo”, explicó Toranzo, quien conduce en Bolivia el Instituto Latinoamericano de Estudios Sociales.
Antes de la jura del gabinete, Mesa recibió -entre otros respaldos- el de las Fuerzas Armadas, institución que protagonizó antes de la instauración de la democracia, en 1982, más de 170 golpes de Estado en 157 años de vida independiente.
El mandatario, un periodista e historiador de reconocido prestigio, pero un novato en la arena política, está consciente de que corre el riesgo de un “naufragio total’, como señaló en su primera conferencia de prensa. Sin embargo, sostuvo que ésta “es la única apuesta que tengo” en la actual situación de Bolivia.