Ayer entró en vigor la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública Gubernamental. Existe materia para ponerse remilgoso y recordar todos los faltantes y contradicciones que rodean a esa legislación. Sin embargo, también hay amplios motivos para celebrar y, porqué no, adelantar algunas consideraciones sobre los efectos que tendrá en diversos sectores sociales. ¡Qué lenta y qué tortuosa, ha sido la transición mexicana a la democracia! Si tomamos como referencia los últimos 50 años somos imbatibles en este tipo de competencia. Un buen número de analistas toma el movimiento estudiantil de 1968 como el momento que inicia la transición (aunque también puede considerarse la huelga médica de 1964-65). Con ese criterio, nos acercamos al 35 aniversario de una transformación estructural que está lejos de haber terminado. Los motivos de la lentitud se expresan con toda nitidez en los tres años de Vicente Fox: la correosa sagacidad de un régimen viejo que preserva una gran fortaleza, los titubeos de los opositores y reformadores y el blindaje de conservadurismo que nos impone la vecindad con Estados Unidos. Pero incluso en la peor de las desgracias se puede encontrar alguna virtud o ventaja. En el caso mexicano, la pachorra ha permitido que aparezca y se consolide un tejido social extraordinariamente sólido que está sosteniendo la carga principal de adecuar las instituciones nacionales a las exigencias de un régimen democrático. Pese a la tibieza de Vicente Fox y a la decepcionante ineficacia exhibida por partidos y Congreso, la sociedad organizada no ha cejado de presionarlos y cabildearlos para que cumplan con la tarea que la historia les asignó. En el génesis que tuvo la Ley de Transparencia que ahora entra en vigor, ocupa un lugar central el impulso proveniente de los medios de comunicación y los académicos que crearon el Grupo Oaxaca. No estamos ante un logro menor. La Ley de Transparencia es una reforma fundante que repercutirá en todo el sistema nervioso y motriz de la sociedad. En lo inmediato, los funcionarios y los políticos serán quienes más resentirán las consecuencias de ese monumental brinco de la carestía a la abundancia informativa. Sobre ellos se multiplicará el escrutinio social que acentuará el cinismo de algunos, pero que en la mayoría provocará una presión para la profesionalización. Vendrán tiempos aciagos para la burocracia que no está preparada, ni organizativa ni anímicamente para entregar una información que resguardaba como si fuera de su propiedad.
La presión mayor recaerá en el Instituto Federal de Acceso a la Información que es destinatario de todas las miradas. Sin embargo, el perfil y profesionalismo de los cinco comisionados y del personal que han ido contratando permiten anticipar que responderá a las expectativas que sobre ellos existen.
Los medios de comunicación conforman otro sector que se verá profundamente afectado. Durante décadas, la ausencia de información fue sustituida con las declaraciones de políticos y funcionarios o con las opiniones del periodista. Todavía ahora estamos en una situación intermedia en la que abundan quienes escriben y publican como hechos consumados lo que son simples rumores o aventuradas hipótesis. La abundancia de materia prima informativa, no sólo provocará un incremento en la oleada de revelaciones sobre el poder, sino que acentuará la competencia en prensa escrita y electrónica. En esta etapa, la moneda de cambio que se utilizará será la información obsesivamente verificada. Es evidente que entramos a la agonía de los “voladores” (una especie de periodistas que se inventan los hechos para dar interés a sus notas o columnas) porque la sociedad exigirá, cada vez más, seriedad y certidumbre.
El sector académico está, en términos generales, bien preparado para las cascadas de cifras y hechos que ya están fluyendo. No cuesta ningún trabajo anticipar un auge en las investigaciones de todo tipo lo que puede elevar el protagonismo de los académicos que, si entienden el momento, obtendrán los presupuestos que ahora les regatean. El reto estará en encontrarle salida a la producción de estos sectores.
La industria editorial, por ejemplo, carece de la capacidad para producir y comercializar todos los manuscritos que están saliendo a la luz y la empresa privada todavía no incorpora a plenitud los conocimientos generados en la academia. Será indispensable que se incrementen los nexos e interrelaciones entre académicos y una sociedad cada vez más diversificada.
Estarían, finalmente, los organismos civiles de donde salieron iniciativas y presiones a favor de la transparencia. Hace algunos años se necesitaba valentía para exigir al político poderoso que rindiera cuentas sobre sus actos y sus gastos. Es justo añadir que no se necesitaba documentar excesivamente las demandas. Podía lanzarse fácilmente el epíteto de “corrupto” o “represor” con la certidumbre de que daría en un blanco que, aunque difuso, tenía la dimensión de una manada de elefantes. En aquellos momentos se consideraba innecesario verificar el adjetivo y precisar que tan corrupto era el elemento en cuestión. Esa época ya terminó y la mejor demostración está en que los organismos civiles que incrementan su influencia son aquellos que se apoyan en información sólida y que lograron resolver la tensa relación entre académico y activista. En esta nueva era hay que incluir, finalmente, la presión que ahora tiene una opinión pública que observa cómo desaparecen los blancos y negros y en su lugar aparecen las tonalidades grises. Las verdades absolutas son el reducto de radicalismos que van perdiendo relevancia en la sociedad. En los temas y escándalos que ocupan la agenda nacional lo común es que se confronten los puntos de vista que se apoyan en información cada vez más rica y compleja.
Es obvio que la influencia de esta avalancha informativa no llega a unas mayorías todavía avasalladas por una cultura de masas bastante pobre. Pese a ello, es igualmente cierto que se amplían el número de personas que consideran indispensable estar bien informadas. Se hace brutalmente claro que para ascender socialmente ya no basta con el compadre, amigo o pariente influyente. Entre las nuevas palancas está la excelencia educativa y la sofisticación analítica. En el futuro sobrevivirán quienes tengan las capacidades técnicas, la paciencia y los recursos para buscar, procesar y utilizar la información. Hoy iniciamos otra etapa de la transición. ¿Cuánto durará; cuándo concluirá? Imposible ponerle plazos; salvo que será un proceso largo, que tendrá esa lentitud propia del cambio estructural mexicano. Así somos.
La miscelánea
Ni la misma Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado sabe si logrará castigar judicialmente a quienes violaron derechos humanos en el pasado. En donde entrega espléndidos resultados es en la localización de evidencia documental sobre los personajes que participaron en la represión, y sobre los métodos que emplearon. Es el caso de la noticia que encontraron documentos de que Los Halcones (grupo paramilitar que agredió una marcha estudiantil el diez de junio de 1971) estuvieron entre los francotiradores que dispararon contra la multitud el dos de octubre de 1968 en Tlatelolco. Después de resistencias de todo tipo y de zigzagueos de lo más barroco, el gobierno dio a la luz una peculiar Comisión de la Verdad que se presenta públicamente como Fiscalía.
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