El presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Alan Greenspan, en su comparecencia de la semana pasada ante el Congreso de ese país señaló que el crecimiento económico cobrará vigor una vez que se disipe la incertidumbre actual en el entorno geopolítico. Ésta disminuye la confianza de los consumidores y desalienta la inversión de las empresas, lo que nubla el panorama de los negocios y retrasa la aparición de una recuperación más vigorosa de la actividad económica.
Esta percepción la comparten los mercados financieros, que reaccionaron favorablemente el viernes 14 de febrero al reporte de Hans Blix, jefe de los inspectores de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) encargados de evaluar si Iraq cuenta o no con armas de destrucción masiva. Él señaló que había mayor cooperación del gobierno de Saddam Hussein y que se requería más tiempo para hacer una evaluación exhaustiva sobre la existencia o no de dicho armamento en territorio iraquí. La gran mayoría de los 15 miembros del Consejo de Seguridad (CS) desea una solución pacífica al conflicto y alargó el plazo para considerar una nueva resolución sobre el caso.
Los mercados vieron en dicho reporte una razón para confiar que la guerra ya no era inminente. El dólar se fortaleció frente al Euro y los indicadores bursátiles avanzaron considerablemente al cierre de las jornadas del viernes pasado y el día de ayer. Nuestro peso, por cierto, también se apreció en relación con el dólar. Considero, sin embargo, que este entusiasmo es pasajero y que, a pesar de que la gran mayoría de la población mundial deseamos una salida pacífica a este problema, como se demostró en las manifestaciones de millones de personas alrededor del mundo el sábado 15, lo más probable es que antes de la primavera Estados Unidos y sus aliados ataquen Irak. Esta apreciación la fundamento en por lo menos dos razones.
Primera, las declaraciones del presidente George Bush y su secretario de Estado Colin Powell, han descalificado por varios meses cualquier argumento en favor de Iraq. En repetidas ocasiones han advertido que Saddam Hussein es un peligro, que tiene nexos con las redes de terrorismo mundial, que se le acaba el tiempo para demostrar que no posee armas de destrucción masiva y que ?será desarmado de una u otra forma?. El repudio a la guerra en el mundo debilita la posición de Estados Unidos frente a Irak, por lo que la opción de esperar pierde atractivo, mientras que retractarse traería costos políticos considerables, más si hay otro ataque terrorista en suelo estadounidense.
Segunda, el Presidente Bush no parece que contará con el apoyo del CS de la ONU para iniciar una guerra contra Irak. La posición de la mayoría de los 15 miembros del CS, en particular Francia, Alemania, China y Rusia, es dar más tiempo a los inspectores para que hagan su tarea y presenten sus reportes. Me parece, sin embargo, que es humanamente imposible que los inspectores de la ONU puedan certificar, sin sombra de duda y en un plazo razonable, que no existen armas de destrucción masiva en Iraq. Bush está convencido de su existencia y de los nexos del gobierno de Hussein con el terrorismo, por lo que parece imposible que se le pueda persuadir de lo contrario.
En ese contexto existen esencialmente dos alternativas para Estados Unidos. Esperar el tiempo necesario para que los inspectores de la ONU descubran violaciones graves del gobierno de Sadamm Hussein y entonces obtener el apoyo de los miembros del CS para una guerra contra Iraq; o ignorar sus opiniones y lanzar pronto una ofensiva con el apoyo de Inglaterra y otros países aliados.
Considero que Bush escogerá la segunda opción, ya que la dilación favorecería una mayor oposición mundial a la guerra y le complicaría cualquier operación militar una vez que llegue el verano en esa región del planeta. Por otra parte, un retraso considerable puede abortar la recuperación económica por el nivel alto de incertidumbre, mientras que también puede afectar sus aspiraciones políticas, ya que un inicio tardío de las hostilidades lo acercaría demasiado al arranque de la contienda electoral en su país.
La próxima junta de los cinco miembros permanentes del CS (Estados Unidos, Inglaterra, Francia, China y Rusia) con los inspectores de armas será el primero de marzo. Es muy poco probable que éstos cambien de parecer en dos semanas y que su reporte sea lo suficientemente negativo como para que la administración de Bush obtenga el apoyo del CS que insiste en encontrar una salida pacífica al problema. Por consiguiente, la duda es si el presidente Bush esperará hasta entonces o si decidirá actuar antes de manera unilateral.
Estados Unidos cuenta con el apoyo, aún sin una resolución de la ONU, de Inglaterra, España, Italia, Australia, Turquía, Rumania, Grecia y Polonia. México, por su parte, debe estar en favor de una solución pacífica para cualquier conflicto; pero si estalla la guerra, por deplorable que sea, tendremos que decidir de qué lado estamos. Considero que el gobierno de Fox tiene que pronunciarse en favor de la opción que mejor vele por los intereses de los mexicanos, que por razones geográficas y económicas están estrechamente vinculados con Estados Unidos.
En síntesis, el fortalecimiento de la economía de Estados Unidos necesita, como lo declaró Greenspan, que se supere la incertidumbre en relación con la situación geopolítica. El inicio inminente de las hostilidades tendría repercusiones sobre el desempeño económico mundial que también son inciertas y estarían en función del alcance y duración de la guerra. El retraso de la definición del conflicto es, por tanto, un enemigo de la recuperación.
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