detrás de cada individuo hay una historia que muestra lo contrastrante de la realidad
Entre la miseria y la opulencia, así terminará el 2003 e iniciará el 2004 para miles de familias de Durango. Dos condiciones económicas tan distintas, tan contrastantes entre sí. Sin embargo, son parte de la vida cotidiana de esta ciudad.
Si Javier Pérez, de oficio albañil, logra a tiempo hacer algún trabajo que sí le remunere, es probable que Virginia Arreola, ama de casa de 50 años, pueda hacer tamales, ponche y buñuelos para la cena de año nuevo.
Si el hombre de la casa no lleva algo de dinero antes de la tarde del día 31 de diciembre, habrá encuentro familiar, pero no una cena especial en una de las calles de la colonia Valle del Guadiana, donde vive la familia Pérez Arreola.
Con 69 años de vida, la señora Dolores Ánimas Sariñana es acompañada por su nuera y su hija para hacer las compras de la cena de año nuevo en un conocido centro comercial del primer cuadro de la ciudad. Haciendo cuentas antes de entrar al concurrido lugar, la mujer tantea que más de tres mil pesos gastará en la esperada cena.
Vivir de la caridad es lo único que su limitación física le permite hacer al señor Antonio Andrade Zúñiga, de 52 años, para poder llevar algo qué comer a su hogar.
No vive en la ciudad de Durango. ?Aquí nomás trabajo?, dice. Su origen y su familia están en Calixto Contreras, poblado del municipio de Guadalupe Victoria, donde regularmente se encarga de cuidar vacas y becerros en un solar para ganarse unos pesos más por semana.
Afuera de una tienda departamental de la zona céntrica de la capital, Don Antonio recuerda que hace seis años unos tipos de ese mismo poblado le echaron encima una camioneta. ?Yo creo me querían tronar, pero el de allá arriba no quiso que me fuera todavía?, rememora mirando al cielo.
¿El saldo del doloso accidente que la justicia no pudo resolver? Una pierna que ya no responde y la otra que apenas sirve de apoyo para caminar con muletas. Si este lunes y martes le fue bien en la recolección de limosna entre la gente, su esposa hará tamales. A Dios le pide llevar aunque sea unos 200 pesos a la casa, para poder dibujar una alegría en los tres hijos que aún viven con él.
CONSUMISMO
Los anuncios en los medios impresos y electrónicos de comunicación son insistentes. La publicidad de los negocios es similar. Comercios, restaurantes, bares, discotecas, tiendas departamentales y demás empresas con ventas en esta temporada promueven la cena de año nuevo para motivar al consumidor a gastar.
En un lujoso salón del Club Campestre el costo por persona para la cena-baile del 31 de diciembre será de entre 250 y 300 pesos; incluye comida, bebida, la variedad y tal vez uvas y sidra para el brindis. Otros restaurantes de categoría turística, así como bares y discotecas, hacen lo propio. El costo por persona en casi todos esos lugares es similar: de 200 a 400 pesos.
Las promociones del pavo ahumado, la pierna de puerco sin hueso, el bacalao, los mariscos y toda una gama de posibles insumos de la cena de fin de año es cosa común en casi todos los centros comerciales. En algunos ofrecen el pavo ya preparado a casi 700 pesos, y crudo en 250 ó 300.
Pero la tradición publicitaria marca que el plato fuerte de esa noche debe ser pavo al horno, pierna, espinazo, pozole, tamales o platillos más detallados y más costosos. La mayor parte de esos platillos tiene que ir acompañada de otros alimentos, como pueden ser sopas, ensaladas, aderezos y comida preparada para secundar el plato fuerte.
En lo que a bebida respecta, con costos que van desde los 30 hasta los 100 ó 200 pesos la botella, la sidra es parte esencial en una cena de fin de año, sin contar con los vinos con toda una variedad de precios y marcas. La cena se completa con un aperitivo o postre, y al sonar las 12 campanadas que marcan el fin de un año y el inicio de otro, las uvas.
El costo promedio de una cena completa preparada en casa para unas 15 personas sería de entre mil 500 y tres mil pesos mínimo, dependiendo, claro, de las marcas, los costos de los insumos, etcétera.
OPERACIONES
Durante los primeros 20 días del mes de diciembre, el promedio diario de operaciones de desempeño de prendas en el Nacional Monte de Piedad de Durango fue de 800. Es el mes en el que se registra más recuperación de bienes puestos en garantía en ese lugar a cambio de dinero en efectivo.
Según el gerente de la sucursal 23 de esta institución, Carlos Rivera Arriaga, a partir de este lunes 29 de diciembre la afluencia de desempeños cayó de manera dramática, mientras que el empeño, que oscilaba entre 150 y 200 operaciones al día en las semanas anteriores, aumentó de nuevo a 400.
Para la etapa conocida como ?cuesta de enero?, en la que se resiente más la crisis económica de las familias por los gastos que hicieron en la temporada decembrina, Rivera Arriaga hace cálculos estadísticos y dice esperar una afluencia diaria de mil operaciones de empeño, aproximadamente.
?Sí somos un termómetro de la situación económica por la que atraviesan las familias de Durango, en este caso. La realidad es ésa y pues los números de años anteriores nos indican que habrá una gran afluencia de gente trayendo sus prendas durante enero, febrero y marzo, cuando menos?, explica.
CREENCIAS
Con el pelo completamente blanco como la nieve, Zenaida de la Paz Delfín, de 66 años, se prepara para recibir el año nuevo solamente junto a su esposo, en la colonia Francisco Zarco. Tiene diez hijos, pero todos están fuera del hogar. A lo mejor no la pasarán con sus padres.
A pesar de su avanzada edad, doña Zenaida tiene fuerza para trabajar todos los días de 11 de la mañana a tres de la tarde. Con una tierna mirada aclara: ?Me quiero sentir útil todavía, no me quiero pasar todos los días sola en casa?. Ella empaca en bolsas de plástico la mercancía que compran los clientes de un centro comercial de la ciudad.
?Este año no vamos a hacer nada para la cena de fin de año. Ya hicimos en la de Navidad, pero yo no tengo ánimos de ponerme a trabajar en la preparación, luego lavar trastes y todo eso. Es por los años; ja, ja. Yo prefiero ser invitada, y así, como invitada en otra casa, a la hora que quiera digo: nos vemos, adiós?, subraya María Ríos, quien a sus 77 años es la mujer más risueña.
La noche del 31 de diciembre, en su casa en la zona centro de la ciudad, la familia de la señora Ríos no tendrá una cena especial. Pero no por falta de recursos, sino porque se ha vuelto tradición no festejar de más ese día, solamente ir a misa si es posible, o de lo contrario, darle gracias a Dios por lo bueno y lo malo que les tocó vivir y que les tocará el año entrante.
Rezar un rosario y pedirle a Dios bendiciones para el año entrante es el motivo principal por el que se reúnen la noche de fin de año en el poblado 18 de Marzo del municipio del Mezquital los numerosos integrantes de la familia Rubio Ávila.
Son diez los hijos de la familia de Esther Ávila, de 43 años, y de Francisco Rubio, casi de 50; el mayor de los suyos ya tiene 20 años y el menor cumplió cinco apenas. Todos siguen viviendo en el mismo hogar. Su madre asegura que el pavo ahumado no les gusta, además de que a ella le parece carísimo comer ese platillo. Por eso ahorró unos 500 pesos del aguinaldo de su esposo para hacer tamales, ponche y buñuelos.
Como miles de familias de Durango, la de Antonio Andrade Zúñiga, lisiado de por vida de sus piernas desde hace seis años, no tiene la seguridad no solamente de que haya una cena especial de fin de año, sino de que tengan algo qué llevarse a la boca la noche del 31 de diciembre.
Al día siguiente, un año nuevo como cualquier otro empezará para él. La necesidad lo obligará a pedir caridad para sostener a su gente.