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Entre la reflexión y la irreflexión/Addenda

Germán Froto y Madariaga

Siempre he considerado que entre las cualidades del hombre o la mujer pública, debe estar la de que conozca el supremo valor del silencio y sepa practicarlo de manera tal que calle cuando no tenga una opinión inteligente que exteriorizar y hable cuando sus conceptos vayan a mover a sus destinatarios a la reflexión, primero y, en su caso, después a la aceptación.

Porque de quedarse callado uno se puede arrepentir en su fuero interno y reprocharse a sí mismo el no haber dicho tal o cual cosa. No obstante, ello no trasciende al gran público. Pero cuando habla, lo que diga sí trasciende y puede ser analizado y criticado por otros.

Esta semana que termina, tanto Marta Sahagún como el presidente Vicente Fox dieron muestra de esas conductas. Ella, con un comunicado público que llama a la reflexión. Y él, con una declaración que revela la irreflexión.

En su comunicado, la señora reflexiona sobre el pasado proceso electoral y en una parte de sus líneas sostiene:

“La abstención fue preocupante y elocuente. Preocupante, porque representa un retroceso en la participación que requiere nuestro proceso de cambio. Elocuente, porque el silencio premeditado también comunica”.

A ese respecto, conviene preguntarnos a qué obedeció el alto número de ciudadanos que se abstuvieron de acudir a las urnas el pasado seis de julio. Unos sostienen que se debió al bajo nivel de las campañas políticas y a los ataques sistemáticos, golpes bajos, calumnias y difamaciones que campearon a lo largo de ellas.

Otros afirman que partidos, candidatos y gobierno hartaron a los electores con el uso abusivo de la propaganda al través de los medios de comunicación.

Otros más, al desencanto del pueblo al comprobar que no hay diferencia substancial en la forma de ejercer actualmente el poder público, con la del pasado reciente.

Personalmente considero que fue una mezcla de todos estos factores y que tal es el mensaje que los electores que dejaron de votar quieren trasmitir, pues en efecto, “el silencio premeditado también comunica”.

En ese caso, el silencio fue demoledor y aunque el presidente Fox sostenga lo contrario al afirmar que él no anduvo en campaña ni su gobierno estaba sometido a referéndum, debería resultarle claro que es urgente un ejercicio de autocrítica para detectar los puntos en que está fallando su administración y tratar de corregirlos. Pero como no hay más ciego que el que no quiere ver, creo que eso no sucederá.

Marta continúa reflexionando en su escrito y afirma: “Pareciera que la sociedad tiene prisa, pero no en el sentido de ver cómo ganan quienes están interesados en el poder por el poder mismo, sino en los resultados para beneficio de todos, que sólo se pueden obtener a partir de los grandes asuntos de la agenda nacional que siguen pendientes”.

Sólo los que busquen el poder por el poder mismo, pueden no coincidir en este concepto que la señora expresa en forma tan clara. El pueblo aún espera los resultados que vengan a beneficiarlo; porque aunque Marta no lo diga, la ciudadanía voto en julio del dos mil a favor de un cambio. Quizás sin una plena conciencia de qué era lo que en realidad quería, pues las grandes mayorías no entienden ni tienen por qué entender de modelos económicos, pero sí sabían qué no querían, no obstante lo cual, en su percepción que es la importante, las cosas no han cambiado como nuestro pueblo esperaba y por ello no hay resultados benéficos.

Por otra parte, es verdad que hemos sido incapaces de construir una agenda nacional en la que se privilegien los “grandes asuntos” y se nos ha ido el tiempo enfrascados en estériles confrontaciones desperdiciando un tiempo precioso que otros países han aprovechado para avanzar y hacer más grande la brecha que nos separa de ellos.

Por eso, Marta añade: “Las batallas políticas prematuras que hoy se viven en el país, en las que se ha dejado de lado las más de las veces a la sociedad, sólo producen frustración y desencanto”.

Casi tres años se han ido en esas batallas estériles, frente a las cuales la sociedad ha estado al margen simplemente viendo cómo los actores políticos se destrozan unos a otros. Son, podríamos decir, batallas campales en las que participan activamente los de un lado contra los de otro y de éstos entre sí; porque quienes en esas batallas participan no se concretan a combatir al adversario, sino que también atacan al correligionario.

Pero es en este punto en donde las reflexiones de Marta se vinculan con la irreflexiva forma de actuar del presidente Fox, quien no conforme con el escenario canibalezco que se presenta, no tuvo ningún empacho en dar el banderazo de inicio a una batalla más. Esa que se presenta cada seis años y en la que se pone en juego el cargo unipersonal más codiciado de todos: La Presidencia de la República.

Sin ambages y a dos años y medio de lo acostumbrado, Vicente Fox declaró paladinamente: “La verdad ya está en marcha la sucesión presidencial y la verdad es que ya cada partido y cada persona tiene la mirada puesta en el 2006”.

Parecería que al Presidente le urge entregar el cargo, pues ya descubrió que no es lo mismo prometer que cumplir. No es lo mismo una baladronada como la de arreglar el alzamiento de Chiapas en quince minutos, que lidiar con los zapatistas encabezados por Marcos.

Cuando él mismo, por un lado, dice que tras el proceso electoral ha llegado el tiempo de buscar los consensos y acuerdos, por otro prende la mecha para que desde ahora encienda la pirotecnia política que suele chamuscar a muchos y dividir y enfrentar a los ya de por sí fraccionados partidos políticos.

Así, mientras Marta reflexiona, Vicente continúa sin poder conectar la lengua con el cerebro.

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