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Entrevista | “Ojalá hubiera más empresarios”

GABRIEL BAUDUCCO

Empresaria con rebozo.

La encargada para Asuntos Indígenas, Xóchitl Gálvez, sugiere términos como "empowerment" para los habitantes autóctonos del país.

La mujer está sentada en un rincón de su oficina de por sí diminuta, sobre la avenida Constituyentes. La mujer tiene los ojos sumidos y la piel blanca, casi verde. La mujer hunde la cabeza entre los hombros y sin aspavientos, dice: “me siento mal”.

Y es comprensible. Xóchitl Gálvez se ha tomado más de diez aviones en una semana. Cuatro el último día. Tal parece que sus obligaciones como encargada de la Oficina de Asuntos Indígenas de la Presidencia de la Nación la han llevado a un colapso de sus propias capacidades, de su constante buen humor.

Ese mismo humor desenfadado con el que hace frente a las críticas que muchas veces la rodean. Ese humor con el que se repone cada día a una infancia dura, de niña golpeada, dicen. Su infancia en la comunidad indígena Otomí. Recuerdos que han de venírsele como ramalazos de vez en cuando. Aunque ella, cuando puede, aclara que de pequeña era una niña simpática. Ahora también lo es.

Dos días más tarde, ahora en su despacho de Los Pinos, tiene una sonrisa dibujada y el color de regreso a su cara.

Esto de vivir en un avión ha de ser muy desgastante para usted.

Este fue un mes pesado en la agenda internacional. Hubo una conferencia en Suiza, donde se planteó el tema de las autonomías indígenas, los nuevos modelos de federalismo. Regresé y luego salimos para Johannesburgo, a la conferencia sobre desarrollo sostenible; ahí presentamos una postura muy importante en materia de protección de derechos de propiedad intelectual de los pueblos indígenas. Hay muchas compañías que patentan conocimientos ancestrales como si fueran propios y no dan regalías a los pueblos que los practicaron desde siempre. Y más tarde fuimos a Nueva Zelanda. En fin, fue de verdad complicado. Pero además, en esta gestión, hice más de 130 giras por las comunidades indígenas.

No queda mucho espacio para la vida privada, ¿verdad?

Bueno, eso es algo que ya tenemos sabido todos los funcionarios públicos.

¿Por qué aceptó este puesto?

Todos decimos que queremos un México mejor. Cuando te llaman a hacer ese trabajo, no te puedes negar. Y tuve que poner en la balanza muchas cosas. Yo tenía una vida muy bien resuelta. Mis empresas, mi familia equilibrada, dos hijos maravillosos y la fundación Porvenir, trabajando con niños indígenas. No necesitaba más. Estaba plena. Pero si aspiro a un mejor futuro para mis hijos, y puedo ser parte de la construcción de eso, ¿por qué no aceptar?

Porque se pierde intimidad; porque se toman decisiones que involucran a mucha, mucha gente; porque un error arrastra a demasiadas personas...

Sí, fueron largas conversaciones con mi esposo. Y la decisión era casi que no. Pero el presidente Fox es un hombre muy fuerte. Cuando estaba yo aceptando este cargo, le dije “estoy como en día en que me casé. Nunca me di cuenta cuándo dije que sí. Y cuando por fin me di cuenta, ya iba a tener mi primer hijo.

Eso no habla muy bien de usted, señora Gálvez.

No (se ríe). Todo pasa muy rápido. Tomas la decisión y cuando te das cuenta... ya estás ahí.

Mucha gente se pregunta cuál es su función aquí.

Representar al Presidente en los temas indígenas. Informarle y proponerle políticas públicas para su mejoramiento. Tengo 12 asesores y además un equipo de colaboradores de soporte. Realizamos, entre otras cosas, un diagnóstico de la realidad indígena en el país. Entramos en un programa de infraestructura, carretera, electrificación y agua potable. Las comunidades también nos piden caminos.

¿Algo así como crear polos urbanos?

Es darles mínimas condiciones de calidad de vida. Muchos, caminan diez horas para sacar sus mercancías para venderlas en poblados aledaños. Esto les permitirá que entre un camión que saque las mercancías de todos por un menor costo. Lo mismo pasa con la electricidad.

Muchos no desean esa energía que ustedes quieren llevarles.

No es cierto, la gran mayoría la quiere. Algunos antropólogos que quieren ver a los indios como en cajas de cristal creen que no. Pero no es verdad. Una mujer que trabaja como animal porque no tiene recursos eléctricos, agradecerá enormemente tener energía eléctrica. Esos antropólogos viven con su aire acondicionado, su tele y su refrigerador.

Dígame, ¿usted había elaborado un pensamiento indigenista antes de llegar aquí?

No. No, no, no. Yo, la verdad es que nunca me había planteado la posibilidad de llegar al gobierno. Lo mío era otra cosa: ser empresaria, especializarme en alta tecnología. Aunque, es cierto que nací en una región indígena, en el valle del Mezquital. Conocí todos los problemas y las carencias muy de cerca.

¿Si no hubiera sido usted una empresaria exitosa, el Presidente la hubiera llamado para ocupar este cargo?

Creo que influyó mucho que yo fuera una empresaria exitosa.

¿Si no fuera una indígena que “se superó”, le hubieran encargado los asuntos indígenas?

Hay muchos indígenas que se superan. Yo ya estaba trabajando con una fundación que tenía su capacidad de convocatoria. Atendíamos a muchos miles de niños. Actividades como ésas fueron las que me llevaron a recibir en Davos un reconocimiento como “Global leader for tomorrow”. Esas cosas fueron las que influyeron para que los “headhunters” creyeran que yo podía ocupar este cargo.

¿Cuándo se lo propusieron, estaba preparada para este puesto?

No. No, no. De hecho, había otras propuestas. Y yo decidí que ésta era en la que mejor podía desempeñarme.

¿Qué otros cargos le ofrecieron?

No, eso no lo voy a decir, porque quienes lo ocupan ahora se van a sentir incómodos.

¿Qué opina usted del sub-comandante zapatista Marcos?

Desde antes de estar en el gobierno yo sentía admiración por él. Es un gran soñador, un hombre que arriesgó su vida por un ideal. Creo que despertó la conciencia en este país. En mis épocas de estudiante yo había sido activa militante de izquierda. Vinieron a defender su postura en el Congreso, son valientes.

Usted habla bien de ellos, pero en el boletín zapatista “ya basta”, dicen que usted es "neoindigenista”.

Bueno, yo, finalmente, acepto los costos de estar aquí. Una vez, un indígena en Nayarit me dijo que yo era una persona sin dignidad porque no había renunciado al repechazo de la ley indígena. No he traicionado mis principios. Y cuando me pareció que la ley no cumplía con lo que debía cumplir, lo dije con todas las palabras. Di la cara a los medios de comunicación y me madrearon todo lo que quisieron. Sin embargo, puedo voltear ante cualquier comunidad indígena con mi dignidad en alto, porque no he usufructuado ni un peso de este cargo público en mi beneficio personal.

¿Cuánto dinero gana?

En esta oficina, alrededor de 100 mil pesos al mes. Pero hay muchos gastos que nadie me paga. ¿Sabes cuánta gente llega aquí que no trae ni para el pasaje? ¿sabes cuántos gastos hago por los que nadie me da factura? ¿Sabes cuánta gente viene a pedir ayuda y yo no tengo otro lugar de dónde sacar que no sea de mi bolsa?

Dice usted no haber cambiado desde que está en la función pública. Me pregunto si no cambió desde que era una “activa militante de izquierda”. Ahora es empresaria.

Bueno, todos mis compañeros me decían que había dejado la izquierda para convertirme en una pequeña burguesa. A mí me parece que no. Ojalá este país tuviera más empresarios. ¿Quién genera los empleos? En mis empresas, cuando las mujeres se embarazaban, el Seguro Social les daba 45 días de licencia para amamantar a sus hijos. Yo les permitía hasta seis meses antes de regresar a la empresa.

Con estas ideas y siendo usted una confesa zapatista, ha de sentirse muy sola en el Gabinete.

No, para nada. Porque las ideas zapatistas son de reivindicación de derechos, y muchos miembros del Gabinete están convencidos de eso. Yo jamás me hubiera imaginado que el Partido Acción Nacional, de derecha, fuera el que enviara al Congreso la ley de derechos indígenas.

¿Debo entender que está usted comenzando a ser panista?

No, para nada. Aunque podría votar por un candidato del PAN si me pareciera bueno. Como me parece que no todos los del PRI son malos. Vamos, en el PAN hay presidentes municipales que son muy malos.

¿Hay secretarios de Estado muy malos?

Esteeee... a mí no me toca juzgar el trabajo de mis compañeros. A mi me han apoyado mucho. Hay que cambiar la visión que se tiene de los indios en este país.

A veces parece que todo mundo cree que la mejor manera de ser indígena es dejar de serlo.

Exactamente. Hay que apoyar a los pueblos indígenas. Hay que respetar las diferencias culturales. Deben ser las propias comunidades las que propongas su proyecto de desarrollo.

Eso del desarrollo, ¿no le parece muy relativo?

Sí, claro. Lo que para ti es el éxito no necesariamente lo es para un rarámuri o para un huichol.

¿Y qué es el éxito para usted?

Primero ser feliz. Soy una persona feliz. Yo generalmente salgo sonriendo. Algunos se preguntarán: ¿de qué se ríe?

Sí, unos cuántos se preguntan: ¿de qué de ríe Xóchitl?

Porque estoy contenta y la sonrisa es una forma de alimentar el alma. Además es más económico sonreír que hacer jeta. Se nota cuando la gente está satisfecha. Yo sé que no vamos a resolver todos los problemas que tienen los pueblos indígenas. Tampoco lo he prometido. Dije que esto puede llevarnos de 25 a 30 años. He cometido errores, claro, porque soy un ser humano...

¿Me promete que no volverá a su oficina con la camiseta de la selección mexicana de futbol?

Pero (sonríe)... ¿por qué no?

¡Porque no es serio!

¿Por qué no? Ese día eran las seis de la mañana. Soy una mujer apasionada del futbol.

Qué interesante, una mujer miembro del gabinete presidencial a la que le apasiona el futbol y dice que le da “güeva el poder”.

Bueno, cuando yo veía de fuera a los políticos, y veía su arrogancia, el servilismo con que los trataban –eso sí cambió en este gobierno–, decía “qué güeva ser política, qué güeva, qué flojera me da el poder”.

Y ahora que lo tiene, ¿cómo lo siente?

Mira, yo lo uso para acceder a mecanismos que la mayoría de la gente no accede. Esto también es el poder. Lo uso para canalizar las necesidades de los pueblos indígenas. Pero eso también es pasajero, no puede cambiar tu persona. Más me vale ubicarme, porque dentro de cuatro años... ¡me van a mandar a la ch... y no habrá quién se acuerde de mí!

¿Qué hará entonces?

Volver a mi vida de empresaria y seguramente seguiré trabajando para los pueblos indígenas desde donde esté. También regresaré a ocuparme más de mis hijos.

¿Y si vuelven a ofrecerle un cargo público?

No (se ríe) no me lo van a ofrecer, no te preocupes.

¿Es que tan mal se ha portado?

No, pero van a decir: con seis años de una mujer sui generis aquí ya tuvimos suficiente. “¿Qué es eso de andar poniéndose la camiseta de la selección?”

¡¿Ya ve?!

Pues sí, hay quienes dicen eso. A lo mejor eso pesa mucho.

Cuando usted le habla al país del plan de desarrollo para la mujer en las comunidades indígenas, habla de "empowerment”... ¿no podría haber encontrado una palabra en español?

Claro (se pone seria)... ampliación y fortalecimiento de capacidades. Para la palabra “empowerment” no es fácil encontrar traducción. Como hay palabras del español a las que nunca le vas encontrar traducción al inglés (ahora sonríe). Por ejemplo “güeva”. ¿Cómo digo? ¿Too much eggs?

elperiodistaese@hotmail.com

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