Acepta Francisco Hernández Juárez que 26 años al frente del sindicato de telefonistas 'es mucho tiempo'.
La escena transcurre tal y como podría uno imaginarla. Como pasa en casi todos los sindicatos del mundo, cuatro o cinco hombres corpulentos, de ésos que están a un paso de la gordura, pero que mejor no te pongan una mano encima, esperan en una antesala. ¿O cuidan a alguien? Quién sabe.
Cuando Francisco Hernández Juárez por fin llega, la oficina del Sindicato de Trabajadores de Teléfonos de México cobra un ritmo que antes no tenía... y los hombres de la puerta se ponen de pie, para recibir al Jefe.
Un timbre frenético suena reclamando la presencia de dos secretarias que entran y salen de la oficina del Jefe, lápiz y papel en mano, resolviendo pendientes. Es cierto: su ausencia, aunque sea por unas horas, en efecto, provoca cierto desorden.
El Jefe, actual dirigente de la Unión Nacional de Trabajadores, lleva además 26 años como Secretario General de uno de los sindicatos más fuertes de México. Y sabe que sus seis reelecciones en ese puesto han despertado ya muchas controversias. Que si es mucho tiempo, que si se ha envenenado de poder, que si ha tenido que reformar el estatuto para lograrlo cada vez, que si ha tenido que negociar hasta con Dios y María Santísima para conseguirlo. Pero difícilmente se altere por cualquier comentario que le hagan al respecto. Parece un hombre tranquilo, el Jefe. Un hombre que luce como lucen los obreros que han conseguido un buen pasar y que, desde luego, porque es sindicalista —y aquí o en la China esto parece ley—, lleva una chamarra de piel.
La imagen del Quijote de la Mancha se repite infinitamente en su oficina, en la recepción y en el pequeño cuarto privado que El Jefe tiene detrás de su escritorio, donde hay un perchero, un par de sillones y un bar. Pero según dice, no es el Quijote el objeto de su admiración, sino Cervantes, más bien.
El Jefe dice que la vida lo ha golpeado tanto que ya no cree en Dios, aunque ha tenido un pasado religioso y hasta fue acólito alguna vez.
Pero la religión ha dejado de estar presente en sus conversaciones mas frecuentes. Ahora, aunque muchas veces no se dé cuenta, El Jefe, habla del poder.
Veintiséis años al frente de un mismo sindicato es mucho tiempo. ¿Qué es el poder?
Pues... yo lo percibo como la capacidad de hacer que las cosas cambien y mejoren para la gente que representas y que, finalmente, es la que te da esta responsabilidad.
¿De veras siempre sirve para eso el poder?
No, no, no sólo para eso. Algunos lo usan para su provecho personal, para enriquecerse, para corromperse. Algunos lo usan para sus proyectos de vida. Pero el poder sirve para servir a la gente. O para promover el interés del sector que te dio ese poder. Claro que también influyen las convicciones personales. Pero, aún las convicciones más sólidas, terminan por corromperse con estructuras autoritarias. Es difícil encontrar una estructura, una sociedad, un país en el que no haya corrupción. A lo mejor el cielo está exento de eso.
Ah, ¿existe el cielo?
Bueno, era una metáfora, yo no creo en el cielo.
¿De qué manera diferente ha sentido el poder en todos estos años?
Sinceramente, cuando yo llegué aquí, no percibía el poder, más bien, lo sentía como una responsabilidad que me excedía. Es cierto que el poder que uno tiene, cuando es reconocido por los demás, se convierte en una forma de alimentar tu satisfacción. Hay que reconocer eso.
¿Y cómo sentía el poder hace diez años?
Yo nunca sentí que el poder fuera mío, no lo separo de la organización.
Si no tuviera un poder propio hubiera sido difícil permanecer aquí durante 26 años.
Pero... cuando me dicen que 26 años es mucho, yo siempre respondo que sí. Es la mitad de mi vida. Claro que también es cierto que van seis veces que se hace una consulta a nivel nacional para ver si yo debo permanecer al frente del sindicato. Y siempre la gente me apoya. Después de eso, hay que reformar el estatuto, diciendo que “por esta única vez” será posible la reelección del Secretario General, si el 66 por ciento de los votantes lo avalan.
Es como violar una y otra vez el estatuto, diciendo que sucederá por “esta única vez”, y en el período siguiente repetir el procedimiento para conseguir quedarse.
No, porque las leyes no son la Biblia. Las leyes las hacen los trabajadores. Y las modificas o no a criterio de quien las hace.
Vaya, qué concepto.
Y después de eso, vienen las elecciones. Así es que paso tres niveles de confirmación.
Sí, eso ya lo ha dicho muchas veces.
Es que la gente me apoya, me tiene confianza. Este período dura hasta el 2004 yo les estoy insistiendo a mis compañeros en que éste debe ser mi último período al frente del sindicato. Para eso hay que diseñar un esquema que permita generar este cambio sin que haya turbulencias.
¿Por qué dice esto, acaso la gente no quiere que usted se vaya?
No. Hay una gran resistencia. No les gusta mucho la idea. Algunas veces he sentido que hasta es la comodidad de saber que ya tienen un dirigente que les funciona.
Bueno, si usted de verdad quisiera irse, no veo qué podría impedírselo. No tendría más que salir por esa puerta y no regresar para que todo acabara.
Nnnnno... primero tengo que encontrar a alguien que la gente considere conveniente para continuar, en eso hay que tener mucho cuidado.
A lo mejor, la comodidad, no es de los sindicados sino suya. A esta altura, el poder es parte de su vida. ¿Qué va a pasarle cuando salga por esa puerta?
No me voy a retirar de la vida pública, política. Pero eso será si logro convencer a mis compañeros de que es tiempo de que yo me vaya. Tampoco quiero generarle al sindicato una dependencia que no creo que merezca. Y, además, no quiero llegar al momento en que yo siga al frente de la organización en una silla de ruedas y babeándome, con otros dirigiéndome. Debo irme. Tengo planes.
¿Qué planes?
Continuar en la actividad sindical. El 90 por ciento del sindicalismo vive bajo sistemas autoritarios. En este sector campea la corrupción como una de las características más notables. Nomás en el DF hay 110 mil contratos y sólo se revisan cinco mil. Ese es el tamaño del negocio de los abogados laborales, de los dirigentes, de las organizaciones oficiales. La mayoría de los sindicatos está bajo el control de las mafias que en complicidad con autoridades y empresarios mantienen a los trabajadores en un mal estado.
Es curioso verlo hablar de las mafias y la corrupción, ubicándose fuera de ellas, cuando, en realidad, mucha gente lo acusa de pertenecer a todo eso.
Sí, pero es distinto. Nosotros hemos planteado la necesidad de que en este país haya democracia sindical. Es cierto que estoy al frente de esta organización desde hace muchos años y que estoy metido en las entrañas de esta estructura, pero eso no me hace aceptar que eso sea admisible. Repito: estuve en las entrañas de esas estructuras, pero más como una postemilla para ellos que como alguien que se contaminó y se olvidó de sus objetivos. Me han acusado de todo por eso. Fidel Velázquez hasta de “joto” me acusó. Nadie puede acusarme de corrupción. Dicen que tengo mucho tiempo, levantan ese tipo de calumnias...
Eso no es una calumnia, es la realidad. Lleva demasiado tiempo. Hablando de Velázquez. Algunas personas piensan que usted es su sucesor.
No. Nosotros trabajamos por una nueva estructura sindical. Y por eso nos salimos del Congreso del Trabajo. Una estructura democrática no permite la existencia de un nuevo Fidel, un cacique, un caudillo.
Sin embargo, a esta altura de su vida y su trayectoria, es obvio que el poder se ha convertido en un elemento necesario para usted. ¿Teme decir que le gusta el poder?
No, no tengo miedo de eso. Bueno, tampoco es cierto que el poder sea una especie de complemento alimenticio para que mi vida se sienta completa. Me gusta. Me gusta estar al frente de los compañeros, sentir su confianza y su apoyo.
¿Cómo siente el poder hoy?
Como un privilegio. He visto muchas cosas desde aquí.
¿Por qué la gente cree que los sindicatos de casi todo el mundo sirven sólo para favorecer a unos pocos y no a los trabajadores?
Porque así es (sonríe). La gente tiene la percepción justa de las cosas. Las personas creen que los sindicatos sirven sólo para que les cobren las cuotas y para que el dirigente se meta de político o se haga rico. Y el dirigente tiene la ventaja de que si mantiene esta situación, si mantiene a raya a su gente, si no reclama nada, el Gobierno le permite, hasta heredar el sindicato, como lo hicieron con el minero. El Gobierno es cómplice.
¿Es usted un hombre flexible?
Sí, creo ser bastante flexible. Creo que sí.
¿Será por eso que muchos creen que es usted un sindicalista camaleónico?
No (se sorprende)... mira, más que las palabras, más que los aplausos o las hogueras, lo que cuentan son los hechos, los resultados. Y el resultado es que este es uno de los sindicatos más fuertes de este país. Lo único que me haría cambiar de opinión es la crítica de mis compañeros.
¿Qué cree que dice la gente de usted?
Unos dirán que soy un buen dirigente y otros pensarán que no.
¿Cómo es su relación con Carlos Slim?
Muuuy, muy buena. Mantenemos un contacto frecuente, discutimos cosas que tienen que ver con la empresa y con el país. Es una persona con la que se puede hablar y se puede discutir.
¿Son amigos?
Diría que tenemos una relación respetuosa y afectuosa.
¿No embarra las cosas tener una relación afectuosa con la persona con la que se supone usted debe discutir los intereses de sus trabajadores?
No creo que tenga que pelearme con Carlos Slim. Más bien, mi trabajo es hacerle comprender que si a la empresa le va bien, a los trabajadores les debe ir bien. Es más, creo que debemos cuidar la empresa.
¿Cómo era su relación con el presidente Carlos Salinas de Gortari?
Buena, cercana, afectuosa. La verdad es que después de que terminó su gestión no he vuelto a tener contacto con él. Lo único que lamento es que el presidente no se diera cuenta de lo que era capaz de hacer su hermano. Uno no puede tener un familiar cercano haciendo tropelías y no asumir que eso lleva con costo político que hay que cargar.
¿Entiende por qué la gente dice que es usted camaleónico?
No. ¿Por qué?
Por su buena relación con distintas personas del poder
No veo por qué no iba yo a tenerla. Durante el último año de Echeverría tuvimos una buena relación. Después entró López Portillo y todo el tiempo me quiso golpear. Tuvimos que hacer hasta dos huelgas por año. Después llegó Miguel de la Madrid y la relación fue menos conflictiva, pero tuvimos una relación fría y lejana, pero respetuosa. Con Carlos Salinas fue cercana e hicimos grandes cosas.
¿Y cómo se lleva con el Gobierno actual?
Francamente yo no veo que haya mucha voluntad de cumplirnos. Entiendo que hay problemas a nivel mundial que limitaron la capacidad de Vicente Fox. Y si no cumple este año con todo lo prometido, pues el siguiente será más difícil porque todo estará contaminado por asuntos electorales.
Hernández, ¿por qué se fue del PRI?
Yo ya estaba pensando salirme desde hace dos años. Yo estaba en contra de que el presidente del partido fuera designado el Presidente de la Nación. Nos habían prometido que iban a hacer elecciones, pero no fue así. Cuando me manifesté en contra y me negué a respaldar al presidente en turno, la respuesta fue sacarme del consejo político y de todas las comisiones. Me marginaron.
¿Y por qué no se fue entonces?
Porque entonces empecé a pensarlo. Y después cuando vino la derrota del PRI, yo pensé que eso iba hacer reaccionar al partido. Y se iba a dar cuenta de que para recuperar el poder y la confianza de la gente, había que entrar en una verdadera reflexión. Yo pensaba que eso era posible.
Repito: ¿por qué no se fue entonces?
Porque creía que eso iba a agregar un problema al partido, aparte de los que ya tenía. Pensé que valía la pena esperar. Pero cuando llegaron los resultados de la elección interna y quedaron al frente del partido Roberto Madrazo y Elba Esther Gordillo... yo tenía la esperanza de que ganara Beatriz Paredes, porque tiene una historia más transparente. Pero el resultado no fue ése. Entonces entendí que los mecanismos que habían traído tantos problemas al partido, fueron los que prevalecieron.
¿Sabe que la gente ve que salir ahora del partido, cuando ya no está en el poder y cuando Gordillo —con quien usted tiene abiertas diferencias— está en la cabeza del PRI, es un acto oportunista?
Sé que tengo que cargar con esas opiniones. Y las respeto.
¿Cuánto dinero gana como Secretario General de este Sindicato?
Gano... pues... qué te diré... alrededor de unos 10... 20... como unos 25 mil pesos mensuales.
¿Y qué propiedades tiene?
Una casa, donde vivo, en Torres Lindavista. Y otra en Cuernavaca.
¿Y con ese sueldo ha podido comprarse esas dos casas a demás de mantener 4 hijos?
Pues, fáááácil.
¿Promete que se irá por fin de este sindicato?
Bueno, prometo discutirlo con mis compañeros. Lo prometo en un 99 por ciento, porque, como ya te dije, hay mucha inquietud por eso. No me voy a ir con todo el sindicato en contra de que yo me vaya.
¿A poco usted hace lo que ellos quieren?
Mi trabajo es representar su voluntad, ¿no?
¿Y promete que no va a postularse para diputado?
Ahhh, claro que sí lo voy a hacer. No me voy a retirar de la vida política. Tengo algunas propuestas, desde ya.
elperiodistaese@hotmail.com