Si algo he aprendido en mi vida profesional es a afrontar los riesgos que implica dirigirse al público vía los medios de comunicación, también aquellas enormes satisfacciones. Abrirse de capa entera significa estar preparado para recibir aplausos, loas, crítica constructiva o destructiva: finalmente, lo más importante, a tomar las cosas de quien vienen, retroalimentarme, aprender y nunca permitir que la calumnia visceral toque mis fibras, enferme mi alma de resentimiento. De los buenos lectores recibo fuerza, templanza y mucha sabiduría.
Lamentablemente existen ocasiones donde las misivas rayan en la ofensa, ponen en evidencia la enorme ignorancia del remitente, la forma vulgar, vil de expresarse, además de increíbles faltas de ortografía y redacción. Dichas cartas suelen provenir de individuos a los que el rencor carcome, la envidia mata, aquellos que terminan por situarse dentro de una estirpe inferior: carentes de elegancia para hablar en plata, decir las cosas como son. En nuestro país abundan tales personas.
Lo anterior viene al caso ante una larga cadena de correos electrónicos recibidos a partir de la entrevista que le hice a Carlos Herrera Araluce. Afortunadamente el noventa y nueve por ciento de ellos fueron favorables: la comunidad consideró hubo equilibrio e inclusive aquellos no afectos al ex alcalde estimaron logramos ser justos: plasmar la figura del entrevistado jamás buscando “destrozarlo” o “ponerlo por los cielos”. Ni el periódico ni mi persona toleran ni tolerarán favoritismos, ante nadie se venden: la amplia gama de escritores es la clara evidencia de que todas las ideologías caben. Cierto, hay errores, a pesar de ello veracidad, objetividad y defensa de la comunidad seguirán siendo nuestra bandera.
Existe un individuo cuyo nombre ya ni recuerdo –lo conocen solamente en su casa- quien aseveró “fui a arrastrármele a Herrera utilizando mis apellidos” y categóricamente afirmó que publico en las páginas de este diario gracias a contactos de índole familiar. El periodismo radica en la investigación: el sujeto en cuestión olvidó averiguar que mucho antes de escribir para El Siglo de Torreón me antecede una larga experiencia en los medios informativos donde el nombre jamás tuvo que ver y la presencia en las páginas de este diario me costó sangre de los críticos más severos: la familia.
Yo no me arrastro, ni que fuera animal. A mí no me apantalla ni apabulla nadie: he conocido a grandes hombres y mujeres y jamás titubeado. Nunca me he vendido ni me venderé, la honestidad la entiendo como valor supremo, la verticalidad como esencia para cualquier ámbito en el que el hombre se desarrolle. Tengo errores, miles, meto patas por doquier, sin embargo, estimo repulsivo perder el rumbo.
Si dicho lector tiene tal odio hacia Carlos Herrera, lo compara con un gángster, difama e insulta le pido la categoría para decírselo en la cara y no esconder el cuello como avestruz. Un periódico de verdad admite todas las corrientes: caben ángeles y demonios pues la labor de entrevistador requiere dar cabida a todos por igual sin hacer preferencias de ninguna especie. Periodismo se convierte en “arte” cuando las páginas de un diario están abiertas de par en par, dispuestas a escuchar voces, notas disonantes. Periodismo radica en reflejar la realidad tal cual es, sin segundas interpretaciones, convertir al medio de comunicación en espejo de lo que somos y anhelamos ser, plasmar los acontecimientos y a sus protagonistas mostrando su verdadera esencia por más desgarradora o aberrante que sea. Quien no admita y asuma correctamente nuestra labor está en pleno derecho de leer las historietas de Corín Tellado o Yolanda Vargas Dulché, las cuales suelen ser mucho más dulces, tiernas y asimilables para aquellos incapaces de enfrentarse a un presente donde existe el mal y el bien, la injusticia, lo putrefacto. Es y será tarea del escritor afrontar con dignidad y estoicismo los acontecimientos.
El hombre no es bueno ni malo: su interior está plagado de claroscuros y recovecos dignos de ser analizados. Cada día primero de mes saldrá una entrevista diferente, es más, si el mismo Demonio pidiese espacio se le daría con el mayor de los gustos. Por las páginas de El Siglo de Torreón transitarán todos: desde el humilde hasta el poderoso y siempre se buscará la balanza como guía, brújula. En su tiempo Julio Scherer, Carlos Monsivaís, Luis Spota, Manuel Buendía, entre otros, fueron condenados. Finalmente el dicho tiempo acabó por hacerles justicia. No me comparo con hombres de tal envergadura, me falta un largo camino por recorrer, simple y sencillamente quiero agradecer el solidario apoyo de mis lectores “de a de veras”, aquellos que aunque no coincidan poseen la clase para hacerme saber sus puntos de vista escribiendo fuerte pero a la vez de forma educada, sensata, objetiva, jamás involucrando el hígado, utilizando la cabeza. En el disentir radica la mayor de las fortalezas.
Tengo tranquila la conciencia, vivo feliz, me llena plenamente errar y triunfar. Hacia la injuria y la difamación estoy ya blindado pues desde que tengo uso de razón la he padecido. No guardo rencores pues el odio hacia el prójimo acaba por envenenar; mejor hacerme aliado de la compasión, entendimiento para comprender, sabiduría para perdonar, pedirle al cielo paciencia hacia el ignorante, templanza y carácter, humildad…
Carlos Herrera, Carlos Slim, Carlos Salinas, Carlos Ménem. A ninguno le alcanza el dinero para comprarme, no se atreverían pues son demasiado sagaces para hacerlo. Esta es la última vez que gasto mi tiempo en contestar sandeces. Bienvenidos todos los correos inteligentes. Los demás irán a parar de donde vinieron: la basura.
Yo ya fui al infierno y regresé.
Correo electrónico: pato1919@hotmail.com