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Rosario Ramos Salas

Han pasado tres años desde que Vicente Fox, el Presidente del cambio, asumió la primera magistratura y de paso cumplió su promesa de echar al PRI de Los Pinos. Hace tres años amanecíamos con un horizonte despejado y esperanzador. Bien por él y por el país.

Los seres humanos somos dados a hacer altos a la mitad del camino, balances, cuentas, tomas de conciencia. El presidente Fox lo ha hecho y por ello su Gobierno publicó un documento “A la mitad del camino” donde se da cuenta del rumbo que lleva el Gobierno, de los avances y logros y también de los desafíos que han enfrentado para tener un país más justo y próspero para todos, según reza el texto del documento. En él se publican una serie de indicadores que muestran en qué cosas se ha avanzado: estabilidad macroeconómica, competitividad, mercado interno fuerte, más familias beneficiadas del programa Oportunidades, menos pobres, mayor rendimiento del salario, impunidad combatida, Gobierno eficiente, entre otros.

Junto a este balance positivo, Fox ha venido trabajado fuertemente durante los últimos días en la iniciativa de Reforma Fiscal que el Ejecutivo presentó ante el Congreso. No hay foro donde el Presidente no defienda su propuesta y las razones que el Congreso debería tomar para aprobarla, insiste en el rezago y en el tiempo que hemos perdido. Eso está bien, sin embargo hace unos días, en uno de sus programas de radio dijo que si no se aprueba la Reforma Fiscal, México no se va a acabar. Luego el Secretario de Hacienda va al Congreso a defender la iniciativa y esa misma tarde el de Gobernación dice que si no es esa iniciativa el Gobierno ya está preparando otra.

El Congreso por su parte que debería estar trabajando por las reformas es una olla de presión, donde no se logran acuerdos, las negociaciones entre partidos se empantanan, cada partido tiene miras a corto plazo, sólo están pensando en la próxima elección y no en el bienestar de quines los elegimos y les pagamos. Qué vergüenza tener un Congreso así.

Para completar el cuadro el PRI ha estado enfrascado, en los últimos días en una de las peores crisis desde su fundación como partido. Los grupos en pugna: madracistas contra elbistas andan como se dice, como perros sin dueño, cada uno aferrados a sus ideas y posturas. El desorden priva, la confusión reina.

A lo que quiero llegar y espero que tú lector (a) ya lo hayas descubierto es que el país está viviendo una época de gran confusión. Desde hace un tiempo lo que resalta es la confusión, el desorden, el ruido, el reborujo, la politiquería barata. A veces uno ya no entiende nada. Los políticos hablan y hablan, el Congreso habla, dice, discute; el Presidente no se diga, habla y habla, un día de las maravillas, otro de la candidatura de su esposa. Por su parte, ella en respuesta casi a diario defiende los proyectos de su marido. Y los medios de comunicación sin duda a veces confunden más. Nosotros los ciudadanos, las mayorías, a pesar de marchas y megamarchas colectivistas solamente nos quedamos mirando.

¿Qué hacer con ese ruido ensordecedor, qué hacer para que los diputados nos escuchen, para que escuchen a los que los eligieron, para que regresen y nos miren, para que entiendan que las reformas son urgentes, para que nos pregunten, para que debatan de manera inteligente y ordenada? Si cada uno sigue hablando nadie se escuchará. Por eso el país está como está. Los analistas dicen que el presidencialismo ya quedó atrás, pero esto no es posible cuando el Presidente toma decisiones en la soledad, sin escuchar a nadie, sin rodearse de asesores que le hablen de la realidad.

Aquí en la ciudad sucede lo mismo. Las instituciones se desdibujan ante el afán político y la única visión de ganar elecciones. El Ayuntamiento es una institución, cuyo nombre Ayuntamiento de Torreón debería figurar en los rótulos de los vehículos propiedad de la ciudad y no poner el logotipo del Gobierno en turno. Lo mismo en los botes de basura ubicados en las calles, así como en los señalamientos urbanos. Esto es un culto al presidencialismo local, porque se olvida la institución. ¿Cómo es posible que digan que el primer informe del Alcalde va a ser austero cuando va a costar casi un millón de pesos. ¿Cuánto cuesta ganar un millón de pesos? No son esas decisiones las mismas de siempre. ¿Dónde están los cambios?

Me queda claro que se viven días de confusión y ruido. Quizás los mexicanos somos tan nuevos en la democracia que no sabemos cómo poner a trabajar los engranes de la vida democrática. Pero me quedo con la esperanza de que podamos comenzar a escucharnos, primero a nosotros mismos, luego en las familias, que aprendamos a escucharnos, el marido a la mujer y viceversa, los padres a los hijos, a los adolescentes, a los niños. En las escuelas que los maestros escuchen a sus alumnos, en las empresas los dueños a sus empleados y así hasta llegar a los políticos. Que hagamos un ejercicio de escucha diaria.

Me quedo con la esperanza de que el país avance en escucha y nosotros junto a él.

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