09 octubre 2003
LA HABANA, (Reuters).- Con la determinación del que se alzó varias veces en armas y la paciencia de quien pasó 22 años en la cárcel, Eloy Gutiérrez Menoyo, uno de los líderes del exilio cubano, está en La Habana esperando una respuesta del gobierno a su aspiración de crear un partido opositor.
A sus 68 años de edad y casi ciego, Gutiérrez se encuentra en un limbo legal desde el pasado 7 de agosto cuando, en vez de regresar a Miami con su mujer y sus hijos, anunció que se quedaba en la isla a hacer oposición, algo no permitido en el actual sistema unipartidista socialista cubano.
"El problema del partido comunista es que son ya 44 y pico años, ya resulta muy aburrido lo de un partido único", comentó en entrevista el madrileño que fue traído a Cuba de niño.
Despues de más de 15 años en Miami, donde lideró con discreción una de las facciones más moderadas del exilio, ahora está decidido a no moverse de la isla hasta tener una respuesta de las autoridades.
"Yo he pedido primero residir en mi país que es mi derecho, y segundo estoy reclamando un espacio legal para la oposición independiente, alejada de presiones externas", dijo con tranquilidad, sentado en la casa de la madre de un amigo que le ha hospedado.
Esta determinación no debería extrañar de un hombre que se echó a la sierra en los años 50 al frente de un grupo guerrillero para derrocar a la dictadura de Fulgencio Batista y que luego, tras marcharse a Estados Unidos desencantado con el rumbo de la revolucion castrista, decidió regresar en 1965 armado hasta los dientes, para tumbar al gobierno del presidente Fidel Castro.
Aquella incursión armada estuvo a punto de costarle la vida, y acabó pagando por ella con 22 años de cárcel, de los que salió --con la ayuda del entonces mandatario español Felipe González-- convencido de que la violencia no era la vía adecuada para lograr cambios en Cuba.
Pero a pesar de esa variopinta trayectoria vital, su decisión de quedarse en Cuba, sin más arma que su palabra, ha causado cierta irritación, unida al estupor, dentro y fuera de una isla que este año ha sido testigo del peor golpe asestado en décadas contra la disidencia con el encarcelamiento de 75 activistas, acusados de ser mercenarios de Estados Unidos.
EL "TERRENO MINADO" DE LA DISIDENCIA
En el exilio de Miami, donde los sectores radicales nunca aprobaron su disposición a dialogar con Castro y sus críticas al embargo norteamericano, se ve su decisión como un intento desesperado sin posibilidad de éxito.
"Ahora está sufriendo lo que hace Castro cuando quiere hacerte sentir irrelevante (...) Además, ¨cómo va a levantar un movimiento cívico en Cuba cuando el gobierno controla toda la prensa?", dijo Joe García, director ejecutivo de la Fundación Nacional Cubano Americana, considerado el grupo de exiliados más influyente.
Y en la isla, donde la minoritaria disidencia vive en la ilegalidad, no se entiende que alguien venga de fuera a desafiar el sólido monopolio del Partido Comunista.
"Nosotros llevamos mucho tiempo luchando por los derechos de todos los cubanos", comentó el líder disidente Oswaldo Payá, promotor del Proyecto Varela que pide un referendum sobre cambios políticos, disimulando a duras penas su antipatía hacia las pretensiones del recién llegado.
Gutiérrez Menoyo tampoco oculta su suspicacia hacia la disidencia interna, que califica de "terreno minado" por el grado de infiltración de los servicios de seguridad.
"No hay una oposición seria, no está vertebrada, hasta ahora ha sido un juego entre los servicios de inteligencia cubanos y los norteamericanos", afirmó.
Por el momento, su único contacto con las autoridades ha sido con funcionarios de la cancillería que le han visitado preocupados por su situacion legal en la isla, una vez que expiró el permiso de 21 días que el gobierno concede a los cubanos residentes en el extranjero para visitar la isla.
"No he tenido ninguna respuesta del gobierno, pero los veo actuando con mucha cautela, como quien está analizando la cuestión", dijo Gutiérrez Menoyo, quien ya planteó su pretensión al propio Castro en 1995, en un encuentro de tres horas que mantuvieron durante una de sus visitas temporales a la isla.
El líder cubano, quien sostiene que el sistema cubano es más democrático que los sistemas occidentales, le escuchó con atención, pero meses después le hizo llegar su respuesta, negativa, a través del embajador cubano en Washington.
RECUPERAR EL TIEMPO PERDIDO
Ahora Gutiérrez Menoyo no cree que el momento sea mejor ni peor para lograr los cambios que plantea, simplemente cree que ha llegado el momento de "recuperar el tiempo perdido" y de actuar para mejorar los acuciantes problemas de la isla, entre los que destaca como prioritarios la crisis de la vivienda o el transporte.
"Fidel tiene salud y cuando vienes a ver nos dura 90 años, no es correcto esperar de brazos cruzados mientras el país se va (...) Lo formidable sería que el propio Fidel se diera cuenta de la necesidad de crear una esperanza e iniciara esa democratización", dijo, definiéndose como socialdemócrata.
En los últimos tiempos pocos indicios parecen apuntar en esa dirección. Sin embargo, Gutiérrez Menoyo se muestra convencido de que, al igual que tuvo que legalizar el uso del dolar hace una decada, al gobierno no le quedará otro remedio que aceptar la existencia de una oposición y permitir que cree su propio partido.
"Estamos conscientes de que no quieren una democratizacion, pero van a tener que aceptar una oposicion independiente", dijo señalando que esto mejoraría la imagen de Cuba así como sus relaciones con Estados Unidos, hostiles desde poco después de la revolucion castrista, y con la Unión Europea, que se han enfriado este año tras las críticas europeas al encarcelamiento de disidentes.
Mientras espera una respuesta, se dedica a pasear por La Habana, hablando con la gente de la calle para tomarle el pulso a los problemas del país, y a recibir visitas.
Y mientras pasan los días sin que el gobierno responda, asegura que tiene paciencia suficiente para esperar lo que haga falta.
"Total, yo ya he perdido la juventud en este problema", añádió, buscando con la mano el paquete de cigarros que fuma constantemente.