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Estabilidad hasta morir

Gabriel Zaid

Un niño grave con alta temperatura necesita atención por la temperatura misma, por la enfermedad que la provoca y por su desarrollo futuro. Afortunadamente, los pediatras, a diferencia de los economistas, no se polarizan en doctrinas irreconciliables: estructuralistas (lo importante es el desarrollo a largo plazo), keynesianos (lo importante es la salud a corto plazo), monetaristas (lo importante es la temperatura monetaria). Para un buen pediatra, lo importante es el niño. Pero un fanático estructuralista (corrige la dependencia externa y la desigualdad, atiende las carencias sociales y lo demás se arregla solo), un fanático keynesiano (dale un buen arrancón al crecimiento y lo demás se arregla solo), un fanático monetarista (baja la temperatura y lo demás se arregla solo) nunca estarán de acuerdo. No cambiarán el diagnóstico ni la receta, pase lo que pase con el niño.

Para muchos economistas, lo importante es la doctrina. Enfriar al niño hasta morir es preferible a un décimo de grado en exceso de la temperatura correcta. Una deuda asfixiante es preferible a cualquier restricción del gasto público. Una economía estatizada es preferible a prolongar las carencias estructurales. Desde que empezó el ascenso de los economistas en México, luchan por el poder; y los que van lográndolo aprovechan para imponer sus recetas, desastrosamente. Así hemos tenido treinta años de pésimo desarrollo, escaso crecimiento y sustos monetarios. Comparando inflación, paridad, crecimiento, desigualdad, dependencia, ecología, los economistas han hecho el ridículo frente a los abogados Antonio Carrillo Flores y Antonio Ortiz Mena, que estuvieron a cargo de la economía de 1952 a 1970.

En los últimos treinta años, el cambio irracional de estructuras dañó las estructuras. El crecimiento irracional acabó con el crecimiento. La estabilidad irracional provocó inestabilidad, una y otra vez. Sin contar la próxima, cuyo escenario está a la vista.

1. El aspirantismo desatado ya no piensa más que en ir ganando posiciones. Sigue la guerra interna de cada partido por la candidatura presidencial. Sigue la guerra externa entre partidos para ganar el 2006. Ambas limitan los acuerdos legislativos.

2. Esto confirma a la Secretaría de Hacienda y el Banco de México en la necesidad de mantener la estabilidad hasta morir, resistiendo cualquier presión a favor de un peso menos sobrevaluado, un crédito más expansivo, una inversión pública mayor.

3. La recuperación económica de los Estados Unidos resulta menos estimulante para México de lo que se esperaba.

4. Se posponen las nuevas inversiones en capacidad de producción, o se realizan fuera de México.

5. Aumenta el desempleo.

6. Para evitar inquietudes mayores, y en vista de que, con una inflación tan baja, los porcentajes de aumento salarial parecen ridículos, se conceden aumentos reales superiores a los aumentos de productividad.

7. La falta de competitividad se acentúa ante los precios chinos.

8. El desánimo se instala en todas las cúpulas. Muchas personas se vuelven cínicas o cobardes, y dejan de tomar iniciativas útiles para el país, ante el sexenio que termina, la resistencia legislativa, la dureza de los intereses creados, el abucheo general, la falta de liderazgo, la incertidumbre. El gabinete se desbalaga, busca salidas y acomodos personales, se dedica a cuidarse de posibles venganzas después del 2006, si vuelve el PRI.

9. A medida que se acercan las elecciones presidenciales, crece la agitación. Facciones futuristas, sindicales, agrarias, estudiantiles; gobernadores, ex presidentes; capos de la droga y el contrabando; Chiapas, Atenco y similares aprovechan el vacío de poder.

10. El capital volátil se pone nervioso. Acepta cada vez más el costo (los menores intereses) de ahorrar en euros o en dólares, como una prima de seguro contra el valor del peso. O el costo (los mayores intereses) de cambiar a pesos su deuda en divisas, o de emitir deuda en México para comprar expansiones en otros países. La salida gradual de capital (atenuada por las crecientes remesas de los braceros, que provoca el desempleo) desliza gradualmente el peso. Pero las autoridades fiscales y monetarias combaten la tendencia del mercado. No quieren salir del estancamiento, sino aprovecharlo para bajar la temperatura, de una vez por todas.

11. Las especulaciones contra el peso fracasan repetidamente, pero le van tomando la medida, y se vuelven cada vez más audaces, hasta que nadie puede sofocarlas. En estas condiciones, cualquier incidente (o la simple especulación) desata la estampida. Cunde el pánico. El dólar llega a veinte pesos.

12. Los economistas en el poder se lavan las manos, le echan la culpa a la política y se sienten más justificados que nunca. Ahora sí, con el niño en estado de coma, nadie podrá oponerse a la doctrina correcta: estabiliza a cualquier costo y olvídate de lo demás.

Estabilidad hasta morir, que el desarrollo vendrá por añadidura.

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