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Estaciones

Emilio Herrera

Según los diccionarios las estaciones son cada una de las cuatro partes en que se divide el año, a lo que se debiera agregar para entendernos mejor: en el calendario.

En el calendario que es donde hasta fechas de principio y término tienen las tales estaciones, de las que la naturaleza se desentiende olímpicamente, pues no faltaba más.

Si yo le preguntase ahora en qué estación estamos y usted para contestarme sólo pudiera guiarse por el clima que padece, me contestaría seguramente que lo que sufrimos es lo más riguroso del verano siendo que lo que ya debería estar disfrutando, de acuerdo con la fecha que los calendarios señalan pertenece a los primeros días de un otoño que debería haber traído, como sucedía con más sentido del deber en el pasado, los primeros días frescos del año.

Las estaciones deben haber sido en el principio de este mundo algo ignorado, o bien, si no descendemos del mono, debimos haber sido algo muy parecido a él, pues si no hubiéramos estado protegidos por un pelaje como el suyo no hubiéramos llegado hasta los tiempos en que uno de nuestros antecesores inventó las primeras prendas de vestir protectoras contra el frío. Antes hubiéramos fallecido. Seríamos una raza extinta desde hace un rato largo.

Lo anterior sólo quiere decir que esto de las estaciones, a lo largo de la historia de este mundo, es cosa nueva. Que al principio y por mucho tiempo, después de la heladera del principio, sólo sería una larga primavera preparada para recibir al hombre que, sea como sea que haya aparecido, llegó tan desnudo como hoy nace.

Las cosas que él fue haciendo han sido las que han ido cambiando a la naturaleza. Esta Comarca, por ejemplo, hace cien años eminentemente agrícola no puede conservar la seriedad de sus estaciones de aquellos años cuando, un nuevo tipo de hombres la vuelve cada día más industrial, cambio que, de alguna manera, tenemos que pagar y quizás ese precio sea el aceptar estos cambios de estaciones, el acortamiento de unas y la prolongación de otras. Vayamos a saberlo.

Por supuesto que estos cambios no son solamente entre nosotros. En varios países sus habitantes los notan. En algunos lados las lluvias han causado tremendas tragedias. Si el vecino país del norte no fuera lo rico que es, difícilmente pudiera sobrevivir al sinnúmero de desgracias que cada año le regala la naturaleza. A España y a Praga, por ejemplo, las lluvias les dañaron mucho y a nosotros. Los países que se preparan, por las dudas, para lo que pudiera pasarles, reparan sus ciudades más o menos pronto, pero, los que confían en que a ellos no puede pasarles nada, sencillamente porque hace mucho que no les sucede, sus clases pobres tienen que padecer sus descuidos. Los anticipos o los retrasos de sus estaciones acaso no sea sino una alerta. ¿Por qué no tomarlo en cuenta?

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