La tensa situación de conflicto generada en el mundo con motivo de la amenaza de una guerra entre los Estados Unidos y los países del denominado eje del mal, amenaza a la humanidad entera. A la resistencia de Iraq a las inspecciones derivadas de los acuerdos del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, se ha sumado la actitud beligerante y agresiva de Corea del Norte.
El país en cuestión que vive bajo una dictadura comunista sobreviviente, reconoce contar con armamento nuclear, fuera del control de la Agencia Internacional de Energía Atómica, con sede en Viena. De hecho Corea del Norte abandonó el Tratado de No Proliferación de Armas el pasado diciembre, precisamente con el objeto de sustraerse a las formas de limitación que prescriben los organismos mundiales.
La violencia verbal y la amenaza física expresadas por Corea del Norte en estos días, genera un doble efecto contradictorio. Por una parte invitan a un pronunciamiento a favor de la paz y por otra, producen una reacción defensiva en sus vecinos Corea del Sur y Japón a quienes obliga a alinear con Estados Unidos, centro imperial sobreviviente de la guerra fría, que muestra similares formas de agresividad.
Esta situación histórica ocurre en un momento en que México ocupa un lugar en el Consejo de Seguridad de la ONU, por lo que la representación de nuestro país debe fijar una postura al respecto. Esta posición es difícil de asumir porque en todos los bandos existen elementos propicios a la paz y factores agresivos que exigen la rendición del oponente, frente a los poderes de fuerza que se esgrimen en uno y otro bando.