“Sobre la tierra de los libres y el hogar de los valientes...” Himno nacional de Estados Unidos
La primera vez que fui a Estados Unidos fue en 1972, a los 18 años de edad. El país vivía una intensa campaña presidencial en la que George McGovern se oponía a la maquinaria electoral del presidente Richard Nixon.
McGovern fue derrotado contundentemente por Nixon. Pero eso no fue lo que más me sorprendió. La libertad con la que el candidato de oposición cuestionaba la política presidencial y en especial la intervención militar en Vietnam, me mostró el funcionamiento de una democracia real. Debo reconocer también que la capacidad que percibí en el sistema de libre mercado para generar prosperidad transformó mis ideas económicas. Viniendo del México autoritario de los años sesenta y setenta, con la experiencia fresca de las matanzas de Tlatelolco y Corpus Christi y la cotidiana convivencia con la pobreza generada por la intervención intensa del gobierno en la economía, el juego de libertades de Estados Unidos me sedujo.
Desafortunadamente, los dramáticos atentados terroristas del 11 de septiembre del 2001 hicieron que saliera a la luz no solamente lo mejor de los estadounidenses, como su acendrado sentido de solidaridad en momentos de desgracia, sino también lo peor: el abandono de los principios que han hecho de Estados Unidos lo que es.
Ha habido un claro deterioro de los derechos individuales en un país que se construyó a base de libertades. Un número indeterminado de detenidos por su supuesta asociación con Al Qaeda y el derrocado régimen talibán de Afganistán permanecen en campos de concentración estadounidenses —no hay otro término para describirlos— en Guantánamo, Cuba. Los detenidos no reciben el trato de prisioneros de guerra y por lo tanto no obtienen los beneficios de la Convención de Ginebra. Pero tampoco son presos comunes, ya que se les mantiene aislados y no cuentan con acceso a una defensa legal. Si estas personas participaron en actos terroristas, deben ser castigados. Pero en las condiciones en que se les ha detenido no hay manera de saber si se trata realmente criminales, de prisioneros de conciencia o de simples víctimas de un error burocrático.
El régimen iraquí de Saddam Hudsein es, por supuesto, una terrible dictadura. Los crímenes que ha cometido en contra de su propio pueblo y en contra de naciones vecinas, son peores que los que han llevado al serbio Slobodan Milosevic a ser juzgado en un tribunal internacional en La Haya. Durante la primera guerra del golfo Pérsico yo defendí el derecho de las tropas aliadas de entrar a Iraq para derrocar a Saddam sobre la base del artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas, el cual permite a las naciones defenderse de un ataque como el que Iraq llevó a cabo en contra de Kuwait en 1990. Pero Estados Unidos y la Gran Bretaña han perdido buena parte del sustento legal y moral que tenían al llevar a cabo ahora un ataque en contra de Iraq sin el aval del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Esta invasión de Iraq puede ser tan cuestionable legalmente como las que Iraq llevó a cabo en contra de Irán y Kuwait en 1980 y 1990.
El ataque anglo-estadounidense resulta particularmente censurable porque tuvo lugar en un momento en que el proceso de inspecciones estaba obligando a un reticente Saddam Hussein a desarmarse o a demostrar que ya se había desarmado de conformidad con las resoluciones 687 y 1441 del Consejo de Seguridad. Estados Unidos insiste en colocarse en una posición de excepción en la comunidad de las naciones. Así, exige a otros países el respeto a derechos individuales que, en la lucha contra el terrorismo, no ha respetado. Demanda que sus soldados capturados sean protegidos por la Convención de Ginebra, pero no le otorga el mismo trato a los enemigos que captura. Apoya la creación de una Corte Penal Internacional, siempre y cuando los ciudadanos estadounidenses queden exentos de su acción. Cuestiona las violaciones a la libertad de expresión en otros países, pero censura a sus propios periodistas. Estoy seguro de que Estados Unidos tiene la capacidad para superar estos problemas. Éste es un país que pudo poner fin a la esclavitud y la discriminación racial hecha ley. Incluso la guerra de Vietnam llegó a su fin en 1975 por una decisión de su gobierno. Lo interesante es que quien tomó esa decisión, no fue McGovern sino el propio Nixon triunfador de las elecciones del 72.
BBC
Con la guerra de Iraq y la caída de la CNN en una cobertura partidaria, la BBC está en camino de recuperar su posición como la más imparcial cadena de televisión del mundo. Quizá por eso el gobierno británico la ha criticado por supuestamente favorecer a Saddam Hussein.
Correo electrónico: sergiosarmiento@todito.com